No se vislumbra fin del diferendo Cuba-EE.UU.

Fernando Ravsberg

HAVANA TIMES — “Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses”, confesó John Foster Dulles, Secretario de Estado en los años 50. Se podría agregar que solo parece preocuparles las libertades, la democracia o los derechos humanos en aquellos países donde peligran sus intereses.

En 1965, invaden República Dominicana para apoyar a la dictadura militar que había derrocado al presidente democráticamente electo. Decenas de miles de soldados de los EE.UU. desembarcan en la Isla para salvar a los violadores de la democracia.

Cinco años después, el secretario de estado, Henry Kissinger, expresó: “No veo por qué quedarnos de brazos cruzados, contemplando como un país se hace comunista debido a la irresponsabilidad de su pueblo”. Fue la luz verde para derrocar al gobierno democrático de Salvador Allende.

Más tarde apoyaron a todas las dictaduras militares de América Latina y colaboraron en el “Plan Cóndor”, que fue la globalización de la represión. Lo hacían al mismo tiempo que bloqueaban el ingreso de Cuba a la OEA, por no ser una democracia.

En 1965 EE.UU. invade a República Dominicana, para defender a quienes habían quebrantado la democracia.

Obama visitó Cuba y se reunió con los disidentes. Sin embargo, no contactó a la oposición saudita cuando poco después viajó a ese país, donde no hay democracia, elecciones ni libertad religiosa y las mujeres tienen prohibido hasta sus derechos más elementales.

Con ese doble rasero, será difícil que las relaciones entre Cuba y EE.UU. sean algún día cordiales, el centenario tira-y-afloja entre las dos naciones no terminará mientras Washington la considere dentro de su zona de influencia y los cubanos insistan en mandarse solos.

Los conflictos vienen desde la “fruta madura”, pasan por la independencia sin presencia de los mambises, varias invasiones de los marines y la Enmienda Platt que las autorizaba, la organización de la invasión de Girón, de los alzados del Escambray y el embargo económico.

Durante toda la historia de Cuba han estado enfrentados los cubanos independentistas contra los intereses de la más poderosa de las naciones. La soberanía nacional se forjó a golpe de revoluciones, la de los mambises primero, la del año 33 después y la del 59 más tarde.

Obama y el príncipe saudí: en Arabia Saudita EE.UU. no se pronunció en favor de la democracia y los DDHH como lo hizo en Cuba.

Han tenido que pasar 50 años de enfrentamiento abierto, que incluso llevó al mundo al borde de una guerra nuclear, para que un inquilino de la Casa Blanca acepte decir que “Estados Unidos no tiene ni la capacidad ni la intención de imponer cambios en Cuba”.

Este forcejeo bilateral ha sido lo “normal”, por eso el académico Luis Suárez propone “anormalizar” las relaciones entre los dos países. Sin embargo, ¿se podría esperar que la primera potencia mundial no trate de influir en una islita ubicada a 90 millas de sus costas?

Nos guste o no, lo “normal” en este mundo es que una nación tan poderosa siempre intente “influir” política y económicamente sobre los países de su entorno, sean estos un desordenado patio trasero o un jardín con ordenaditos canteros de flores.

Pero dicen en Cuba que “una cosa piensa el borracho y otra muy diferente el bodeguero”, así que si “normales” son las pretensiones hegemónicas de la gran potencia, los anhelos de los cubanos de ser independientes son también “normales” y, además, justos.

A lo largo de toda la historia nacional siempre hubo un grupo de cubanos peleando por ganar mayores espacios de independencia. En algunas épocas fueron muchos y en otras, apenas un puñado, pero hay que reconocer que nunca se extinguió la llama.

Este espíritu sobrevivió, incluso, los tiempos en que los embajadores estadounidenses se quejaban de que los gobiernos de Cuba no daban un paso sin consultarlos. Sería lógico pensar que en el futuro muchos seguirán sin aceptar la tutela de los EE.UU.  sobre la nación cubana.

El conflicto bilateral entra en una fase más beneficiosa para Cuba si la nación logra liderar con EE.UU. sin perder soberanía.

En este choque de intereses es difícil que se puedan establecer relaciones cordiales y de respeto. Si Washington interfiere las comunicaciones de la Presidenta de Brasil y de la Jefa de Estado Alemana, por qué habría de permitir el “libre albedrío” de Cuba.

A lo máximo que se puede aspirar es a un enfrentamiento más “civilizado”, a que los intentos de EE.UU. para influir en la política y la economía de la Isla sean menos agresivos, y que la respuesta de los cubanos vaya en concordancia, sin reflejos condicionados.

La política de EE.UU.  cambió, y eso obliga a Cuba a variar también su estrategia. A ningún general vietnamita se le ocurriría volver a asaltar la embajada estadounidense, porque ahora Washington pretenda influir en la economía nacional.

Obama sigue financiando a la disidencia y amplía su labor a los cuentapropistas, cooperativistas y PYMES. Sin embargo, cuando reconoció que su país no tiene derecho intervenir en Cuba, puso en manos de los cubanos un arma clave para la negociación de los conflictos futuros.

Los dos países están poniendo fin a una dura fase del enfrentamiento bilateral y entran en una más ventajosa para la nación cubana, pero la nueva etapa exigirá mucha habilidad política para “desacelerar” el conflicto con EE.UU., sin perder en el intento la soberanía ganada.

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