Los indignados de Cuba

Fernando Ravsberg*

Los precios que cobran en las tiendas de Cuba son en ocasiones más altos que en Europa. Foto: Raquel Pérez

HAVANA TIMES — Lourdes Machado es una cubana de Santa Clara que se gastó U$D 20 –el equivalente a un salario mensual- en un par de zapatos que le duraron 30 días. Reclamó en la tienda pero la garantía es de solo una semana, evidentemente ellos saben las calidades que venden.

Indignada y si tener a quien recurrir, le escribe a Pepe Alejandro, una especie de Padre Bartolomé de las Casas de los consumidores cubanos de a pie. Éste publica la denuncia en el periódico Juventud Rebelde a la espera de que alguien le conteste.

Lourdes no es la excepción sino la regla, en Cuba hay millones de “indignados” que no hacen bulto, porque andan dispersos por las paradas de autobús,  haciendo trámites en oficinas del Estado, en las carnicerías, en las bodegas y en las tiendas de moneda dura.

Ellos no tienen dónde acudir con sus zapatos destrozados, no hay nadie que les restituya el dinero gastado, que sancione a las tiendas por vender productos de mala calidad y a los importadores que se gastan millones comprando basura en el extranjero.

Un conocido que se dedicaba a la importación de calzado y de sus partes para montarlos en Cuba, me contaba que se trata de un gran remate y que, cuando preguntan “quien da más”, se refieren al dinero para el bolsillo del comprador de turno.

Las comisiones ilegales que reciben los importadores cubanos de parte del fabricante de zapatos son de decenas de miles de dólares. Esas “mordidas” definen en última instancia las compras y cuanto mayor es la comisión pagada menor es la calidad del producto.

El cliente en Cuba nunca tiene la razón. Foto: Raquel Pérez

A los importadores no les afecta, con el dinero extra que reciben compran “la pacotilla” para su familia en la propia China a o en el viaje de regreso por Canadá. Nunca vi a esta persona ni a su familia usar los zapatos que el mismo importaba.

Y ocurre en todas partes, en el supermercado más caro de La Habana venden las marcas más baratas de España a precios que harían sonrojar a los más ávidos especuladores y aplican de un día para otro subidas del 30% en el arroz común para ofrecer el kilo a más U$D 3.

Cobran 3, 4 y hasta 5 veces más de lo que valen los productos en los supermercados de Europa pero, a pesar de sus fabulosas ganancias, no brindan una buena atención al cliente, cierran antes de tiempo y multan los precios de los artículos.

Los jefes siempre están reunidos o descansando porque “no pueden estar todo el día aquí”, nos explican. Cuando nos quejamos de una “multa” nos ofrecen regalarnos otro producto para que nos callemos pero no nos dan la posibilidad de dejar sentada una queja.

Los indignados cubanos tienen “voz” pero de nada servirán sus protestas aisladas mientras no haya un “oído” institucional que las recepcione. La indignación del ciudadano debería convertirse en el motor de arranque que ponga en movimiento las soluciones.

El país pide a gritos una Defensoría del Consumidor como a nivel macro necesitó de una Contraloría. Es más, la acción de ambas instituciones combinada podría servir para exigir a los tenderos y a los importadores unos parámetros de calidad acorde a los precios.

Muchos de los productos tienen un sobreprecio conocido como “multa”, que en Cuba va a parar a los bolsillos particulares de los tenderos. Foto: Raquel Pérez

Estoy seguro de que muchos de los casos que se inician en una simple protesta por la suela partida de un par de zapatos podrían terminar en manos de la Contraloría General de la República convertidos en un gran proceso por corrupción.

Establecer ese mecanismo es importante en todas partes del mundo pero en Cuba mucho más porque el Estado monopoliza el comercio interno. Para los corruptos es muy fácil politizar cualquier protesta, sea por mala calidad, sobreprecio e incluso por “multa”.

La Defensoría del Consumidor cambiaría radicalmente esa percepción porque es un instrumento del propio Estado para proteger al ciudadano de los abusos de los tenderos. El gobierno dejaría de aparecer como culpable y se proyectaría como aliado de la gente.

Cuando comenzó la Revolución Cubana proclamó ser de los humildes, para los humildes y por los humildes, pues los grandes beneficiados de una Defensoría serán justamente los humildes, los que deben gastar lo más eficientemente posible sus escasos ingresos.
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(*) Publicado con la autorización de BBC Mundo.

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