Los brazos perdidos

Fernando Ravsberg

Dia lluvioso en La Habana Vieja.

HAVANA TIMES, 29 julio — Cuba vive una transformación total de su sistema educativo. El cambio que resultó mejor recibido por la población fue el cierre de los preuniversitarios en el campo, donde los alumnos vivían de lunes a viernes en los albergues de la escuela.

Los jóvenes que deseaban cursar estudios universitarios debían obligatoriamente “becarse” 3 años en estos centros docentes. Claro que se dejaron un par de preuniversitarios en la ciudad para los enfermos y los hijos de padres con buenos contactos.

Pero si para el ciudadano de a pie fue importante el fin de los “pre”, para el país resulta mucho más determinante el fin de una filosofía que durante décadas promovió entre los jóvenes la formación universitaria como máxima aspiración.

La idea era darles a los ciudadanos esa formación académica, sin importar cuántos profesionales era capaz de asimilar la economía. No importaba, en las plantillas infladas de las empresas estatales siempre habría un puesto para los graduados.

Una de los primeros efectos de esta política fue la formación de un buen número de profesionales muy mediocres, personas que pasaban la universidad sudando la gota gorda para luego hacer entre tres el trabajo que le correspondería a uno.

Con la desaparición de la ayuda soviética la economía ya no pudo sostenerse, los salarios cayeron y en las empresas mixtas -donde se paga en moneda dura- los extranjeros solo contrataban a unos pocos, elegidos entre los profesionales más capaces.

Así, los que quisieron ganar más no tuvieron otra opción que engavetar sus títulos universitarios y aceptar trabajos de camarero, taxista, maletero o iniciarse en alguna de las variantes por cuenta propia, multiplicando de esa forma radicalmente sus ingresos.

Trabajadores de La Habana.

Recuerdo que en los años 90 me saludó muy cariñosa una joven camarera de un hotel de La Habana. No la reconocí hasta que me dijo que era periodista y había estado en una conferencia que impartí en la Facultad de Comunicación de La Habana.

Me explicó que debido a su situación familiar no le había quedado más remedio que buscar trabajo de camarera. Me confesó que ganaba bien pero que se sentía muy frustrada, “imagínese 5 años de universidad para después terminar sirviendo en una cafetería”.

Muchas veces se argumentó que las personas agradecerían ser cultos aunque no pudieran ejercer su profesión. En teoría puede sonar muy bien pero la realidad nos muestra que la renuncia a los sueños estudiantiles, en la mayor parte de los casos, conduce a la frustración.

Para la economía esa política también produjo un efecto nefasto, la pérdida de los oficios. Las cosas han llegado a tal grado que en mi barrio resulta mucho más fácil encontrar un físico nuclear o un matemático-cibernético que un afilador de cuchillos.

Dar con un albañil, electricista, carpintero o pintor habilidoso es como sacarse la lotería. Cuentan que el historiador de La Habana, Eusebio Leal, tuvo que recurrir a un grupo de albañiles muy ancianos para poder restaurar la cúpula del Capitolio.

Como si esto fuera poco, en una economía fundamentalmente agrícola la mayor parte de los profesionales son graduados en sectores que nada tienen que ver con el trabajo de la tierra. Sin lugar a dudas la educación necesitaba un cambio radical.

Según informaciones obtenidas de los dos ministerios del ramo, este año la matrícula para estudios superiores será mucho menor y por el contrario crecerán las plazas para la formación como técnico medio, obrero calificado y especialistas agrícolas.

Se han abierto escuelas de oficios y politécnicos, además de las empresas que se comprometieron a formar jóvenes. Pero la mejor noticia es que el 96% de las plazas ofertadas han sido cubiertas, incluyendo las 20 mil matrículas para especialidades agropecuarias.

El tema económico es un estímulo importante, un albañil, un mecánico o un carpintero pueden lograr un ingreso entre 10 y 20 veces superior al de un profesional, sobre todo si trabajan por cuenta propia, donde se ajustan precios directamente con el cliente.

Ayuda también que la sociedad es poco “clasista” y los diferentes sectores se mezclan sin mayores complejos. Entre mis amigos tengo un profesor universitario felizmente casado con una empleada de limpieza y una economista con un obrero.

En realidad el desequilibrio laboral parece haber sido introducido por la propaganda oficial, que sobrevaloró el papel de los profesionales en la sociedad. Finalmente la vida ha demostrado que es imposible construir edificios contando solo con arquitectos.