Los automóviles, los cubanos y los parásitos

Fernando Ravsberg*

Es común ver médicos haciendo autostop en busca de automóviles que los acerquen al trabajo. Foto: Raquel Pérez

HAVANA TIMES — En Cuba hay dos formas de hacer las cosas, la fácil y la de la burocracia. Por muy positiva que sea una ley, los burócratas siempre sabrán cómo convertirla en un espeso pantano del cual solo se puede salir si se cuenta con su ayuda, nada desinteresada, por cierto.

El gobierno aprobó el pasado año la compraventa de automóviles pero estableció 3 categorías de ciudadanos: los que tienen derecho a comprar un 0 km, los que solo deben aspirar uno de los usados en las empresas de alquiler y los que únicamente podrán adquirirlo de otro cubano.

A un trompetista de un grupo de salsa se le da derecho a comprar uno nuevo pero un campesino, de los que trabajan el día entero bajo el sol, solo puede comprar el auto viejo de otro cubano. Igual que les ocurre a los médicos aunque hayan ganado sus dólares salvando vidas en la selva africana.

No había que ser Notredamus para adivinar que con semejante entramado de prohibiciones algunos burócratas iban montarse un negocio paralelo. Y el gobierno les creó un mercado cautivo al entregar más de 2000 cartas de autorización para la compra de automóviles modernos de uso.

El problema surge porque solo sacan a la venta 20 de esos vehículos por semana. Me recordé de un psicólogo cubano que habló en la TV del caos que provoca “la política del embudo”, refiriéndose a los supermercados donde hay 10 cajas cobrando y una sola puerta de salida.

No es raro que aparezca una cola interminable cuando las autoridades crean una demanda decenas de veces mayor que la oferta. Quien tenga hoy el último turno podrá comprar su auto a mediados del año 2014, siempre que nadie se le cuele durante los próximos 2 años.

Si la espera se realizara de cuerpo presente -como ocurre en la panadería o en la bodega- se formaría una cola de unas 7 cuadras. El cálculo no tiene rigor científico, está hecho sobre la base de un ciudadano con un volumen corporal que ocupe no más 50 cm de la fila.

El grueso de los cubanos solo puede comprar automóviles que sean propiedad de otros cubanos.

El grueso de los cubanos solo puede comprar automóviles que sean propiedad de otros cubanos. Foto: Raquel Pérez

Pero no hay que desanimarse, los burócratas pueden sacarlo del pantano. Si Ud. quiere comprar más rápidamente un automóvil “desmovilizado” de las empresas de alquiler bastará con retribuir al empleado que, “a costa de grandes riesgos personales”, le facilitará la operación.

Las tarifas son muy flexibles, van en dependencia de las posibilidades del “cliente” y del precio del automóvil pero en una compra-venta de autos, en la que casualmente estuve presente, observé que el “agradecimiento” entregado al solícito empleado estatal fue de U$D 500.

Tomé esta cifra como promedio, la multipliqué por los automóviles que venden cada semana y descubrí que estos personajes se embolsan más de U$D 40 000 al mes, un sobre sueldo nada despreciable aunque tengan que repartirlo con sus jefes y demás compañeros de faena.

Lo malo es que este dinero no sale del bolsillo de ningún millonario ni de personas acaudaladas. Proviene de los cubanos de a pie que trabajaron en el exterior, lejos de sus familias, reduciendo sus gastos al mínimo para ahorrar cada centavo y adquirir “el carrito” de sus sueños.

En este caso, la corrupción la facilita el propio Estado al pretender ejercer un control sobre los ciudadanos en temas que deberían ser competencia de cada individuo. Paradójicamente, es en esos momentos cuando la gente inventa las mejores trampas para eludir la vigilancia.

Porque en realidad el Estado es una abstracción representada en la práctica por funcionarios de diferente rango, capacidad y ética. No dudo que entre ellos haya algunos verdaderamente virtuosos pero conozco a otros que venderían a su abuela si lograran sacar una buena “comisión”.

Las agencias de alquiler de automóviles compran vehículos nuevos y venden los usados a los cubanos que tienen autorizaciones de compra del gobierno.

Las agencias de alquiler de automóviles compran vehículos nuevos y venden los usados a los cubanos que tienen autorizaciones de compra del gobierno. Foto: Raquel Pérez

Es cierto que no podemos vivir sin ellos pero tenemos la posibilidad de cortarles las alas limitando su capacidad discrecional, su poder de decidir sobre el ciudadano. Claro que eso solo se logra si las instituciones del Estado están también dispuestas a relajar su control sobre la sociedad.

Para los no-cubanos es casi imposible comprender la relación Estado-automóvil-ciudadano pero percibo que es un tema muy sensible, tanto que le costó el cargo a un ministro cuando quiso renovar el parque permitiendo la importación de autos modernos a cambio de entregar el viejo.

Resulta un misterio la amplitud de la ley para la compraventa de casas y las prohibiciones que tiene la de automóviles. Estos siguen siendo una especie de premio mayor reservado para los elegidos y, sin lugar a dudas, se han convertido en el sello de clase más visible que existe en Cuba.

Sería interesante oír la explicación sobre cuáles son problemas económicos, ideológicos, políticos o de seguridad que habría si eliminan las restricciones al comercio de automóviles y el ciudadano puede comprar su “carrito” sin tener que soportar que lo desangren los empleados-parásitos del Estado.
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(*) Publicado originalmente en BBC Mundo.

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