La teoría del caos en Cuba

Fernando Ravsberg

Lo paga todo la gente de a pie.

HAVANA TIMES, 30 sep. – Cuando terminé el anterior post me quedé pensando en mi última frase y me llené de dudas. Cómo un pueblo tan inteligente, creativo y educado puede producir una burocracia tan ineficiente y tonta. Sin dudas, había algo que no encajaba.

Me lo cuentan y me cuesta creer que el Ministerio de la Industria Básica perdiera millones de dólares en la firma de contratos mineros por una simple distracción. Sorprende que con tantos especialistas preparados se produzcan semejantes pifias.

Verdad es que, al parecer, le costó el cargo a Yadira García y posiblemente varios viceministros también tengan que entregar la casa, el automóvil y el celular para regresar a sus provincias de origen, pero eso no retornará el dinero perdido a Cuba.

Tratando de entender lo que sucede, salí y me sumergí entre la gente común que en Cuba son siempre el farol que mejor alumbra. Hablé con profesionales, obreros, cuentapropistas, amas de casa, transportistas, jubilados y con muchos jóvenes.

No es cosa de ineptos

En mi periplo descubrí algo muy importante, trascendental para comprender lo que ocurre: los burócratas no son ineptos sino muy inteligentes, tanto que fueron capaces de crear un mar de caos y navegar allí sin naufragar.

En la Feria de Artesanía me cuentan que los funcionarios de impuestos se oponen a que se autorice a los artesanos a contratar empleados. Pienso que tal vez sienten un rechazo visceral a la «explotación del hombre por el hombre».

La verdadera razón es más mundana. Cada vez que los inspectores descubren un ayudante en los stands le cobran US$5 al artesano para guardar silencio. Si se autoriza la contratación de personal se quedan sin sus ingresos de moneda dura.

Creía yo que era reclamo de todos los cubanos el fin de la doble moneda, sin embargo, en una gran fábrica de alimentos compruebo que no es así. Los obreros me aseguran que a sus directivos les complace esa dualidad monetaria.

Dicen que gracias a eso el Director General abrió cuentas bancarias personales en el extranjero. Parece que pagar insumos, salarios, gastos y servicios en dos monedas, con dos tasas de cambio y doble contabilidad, deja buenas ganancias.

También fue un excelente negocio para algunos gerentes del turismo. Un camarero me cuenta que se produjo una crisis cuando el gobierno puso fin al hospedaje en moneda nacional, las «lunas de miel» y los «trabajadores destacados».

No entiendo como eso podía afectar sus finanzas. Me explican que el dinero recibido en moneda nacional lo contabilizaban después como si fueran divisas. Así el Estado terminaba pagando en moneda dura las vacaciones de los «trabajadores».

El precio de semejantes paquetes turísticos era tan alto que les hubiera costado lo mismo enviarlos de vacaciones a Cancún, incluyendo los boletos de avión y el hospedaje. Así por lo menos hubieran conocido otro país.

Todo lo paga el cubano de a pie

Sin embargo, me aclaran que la crisis no llegó a la gerencia, los aires acondicionados siguen funcionado y a los automóviles no les falta gasolina. Es más, el restaurante continuó sirviendo la misma cantidad de comida con la mitad de los huéspedes. El milagro de los panes y los peces pero al revés.

Muchos recuerdan a aquel que compró la barredora de nieve (literalmente) pero compruebo que no todos son tan tontos. En general los burócratas miden muy bien los beneficios que cada negocio genera… a sus bolsillos.

Pasa en todos los sectores de la economía. Me cuenta un amigo que algunos de los empresarios que compran zapatos buscan la empresa que les pague la mejor comisión, sin importarles el precio o la calidad del producto.

Me sorprendo al enterarme que cada soborno es de decenas de miles de dólares. Explican que las compras siempre son millonarias, como corresponde en una economía centralizada. Y yo voy comprendiendo por que la descentralización tiene enemigos tan feroces.

Quedo pensando que al final de la historia todo lo paga el cubanito de a pie. Él es quien está obligado a comprar zapatos de tercera, pagando por ellos un salario completo a sabiendas de que se harán pedazos antes de 3 meses.

Y en ese caos reinan ellos, como señores de lo ajeno, resortes de todas las palancas y dueños del futuro. Son los amos del inmovilismo, pero encontré uno que si añora cambios… sueña con que un día la empresa que dirige sea de su propiedad.

Publicado con la autorización de BBC Mundo.