La sorpresa de Fidel Castro y sus 90 años

Fernando Ravsberg

HAVANA TIMES — Ya en la universidad pocos le auguraban una larga vida. Las apuestas le fueron más desfavorables cuando apareció en el Bogotazo y empeoraron el día en que cayó preso por asaltar un cuartel. Pero cuando la CIA decidió asesinarlo ya nadie pensaba que llegaría a viejo.

Los malos perdedores comenzaron a inventarle muertes cada pocos meses, apenas desaparecía de la esfera pública. Cenando con una docena de periodistas extranjeros se burló de nosotros diciendo: “Cuando me muera de verdad nadie les va a creer”.

Tiene más vidas que mil gatos. Muchas veces sobrevivió gracias a su equipo de seguridad personal, pero en otras ocasiones se debió a hechos fortuitos, desde el honor de un militar de Batista que se niega a envenenarlo, hasta la cobardía de quien debe apretar el gatillo.

Pero no solo fue capaz de sobrevivir físicamente, también lo hizo en el terreno político. Se mantuvo medio siglo en el poder sin que ninguna fuerza opositora o interna dentro del Partido Comunista fuera capaz de disputarle seriamente el liderazgo de la nación.

Sus enemigos aseguran que lo logró gracias al más perfecto aparato de represión que ha existido nunca-jamás en la historia de la humanidad. Sin duda tiene un sistema de seguridad eficiente, pero es difícil creer que esa sea la única razón que lo sostuvo en el poder.

En realidad, la oposición anticastrista siempre fue una fuerza parásita de EE.UU. Washington les organizaba las invasiones, armaba a los alzados del Escambray, preparaba los atentados contra Fidel Castro y aun hoy financia con US $20 millones anuales a la disidencia interna.

Nunca tuvieron la visión de derrocarlo ellos mismos, sino de crear las excusas para que los marines estadounidenses pudieran actuar. Ese era el plan en Bahía de Cochinos, pero ni siquiera fueron capaces de resistir las 72 horas necesarias para que llegaran las tropas de EE.UU.

Aun hoy muchos cubanos se definen como “fidelistas”, a pesar del desgaste político que representa tantos años en el poder y de errores económicos como la zafra del 70, el estancamiento ganadero, la caída de la producción agraria, la estatización de los pequeños negocios, el impago de la deuda externa o la dualidad monetaria.

Es que en la balanza pesan también aspectos como la creación de la sociedad más igualitaria de Latinoamérica, con cobertura de salud para todos los ciudadanos, acceso universal a la educación, incluso a la superior, y un impulso sin parangón a los deportes y a la cultura.

Resultado de ese esfuerzo son los miles de profesionales trabajando en decenas de países, las 209 medallas olímpicas, un ballet que brilla y exporta bailarines para las mejores compañías, los artistas plásticos cotizados en todo el mundo y el virtuosismo de sus músicos.

Sin embargo, para el reconocido intelectual cubano Aurelio Alonzo, el mayor legado de Fidel Castro a la nación y a toda Latinoamérica es la independencia de Cuba, la demostración práctica de que la soberanía nacional es posible, por muy cerca que se viva de los EE.UU.

Coincide con Emma, una cincuentona administradora de un parqueo de La Habana Vieja, quien nos dijo que “al Comandante debemos agradecerle habernos convertido en una nación”. Sentimiento lógico en un país varias veces invadido y con parte del territorio ocupado militarmente.

En el extranjero gran parte de la admiración que despierta Fidel Castro se debe a su capacidad de enfrentarse a 10 presidentes de la mayor potencia mundial, hasta que el onceno reconoció que es imposible someter por la fuerza a la pequeña isla insubordinada.

En África su prestigio es enorme gracias al apoyo que brindó a las guerrillas anticolonialistas y al papel determinante de las tropas cubanas en la independencia de varios países, incluyendo el fin del odiado Apartheid, apoyando a Mandela, a quien EE.UU. acusaba de terrorista.

En la Sierra Maestra le escribió a Celia: “Al ver los cohetes que tiraron en casa de Mario, me he jurado que los americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta que ese va a ser mi destino verdadero”.

Cualquiera hubiera pensado que estaba loco pero “echó” esa guerra y vivió para contarlo. Vivió más de lo que quisieron sus enemigos, más de lo que pensaban los más optimistas, vivió más de lo que el mismo calculaba. Probablemente Fidel Castro sea uno de los más sorprendidos al cumplir 90 años.