De la República en Armas al Estado de Derecho

Fernando Ravsberg*

Foto: Raquel Pérez Díaz

HAVANA TIMES – Muchos años antes del triunfo de la revolución, una revista estadounidense publicaba un texto describiendo la idiosincrasia de los cubanos. Entre otras características decía que cuando discuten comienzan diciéndole al otro: “tú estás totalmente equivocado”.

El pasado fin de semana, sin embargo, tuve una experiencia muy diferente, un debate entre cubanos en un ambiente de respeto y empatía, en el que los participantes fueron capaces de ir construyendo verdades con piezas de las diferentes visiones.

El evento fue promovido por “Cuba Posible”, en el Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo de Cárdenas. Había personas de diversas concepciones políticas, desde los que creen en el proyecto del gobierno hasta los que lo critican desde su derecha y desde su izquierda.

El tema fue el derecho en Cuba y se inició con un repaso histórico, siguió con el tema de los Derechos Humanos, mecanismos de creación del derecho, la reforma económica y los derechos de los trabajadores, el derecho a la vivienda y los desafíos del sistema de justicia.

En mi carácter de periodista extranjero me había propuesto no opinar, me limité a escuchar tomando nota de mi ignorancia sobre muchos de los asuntos que se debatían y también de mis coincidencias y diferencias de criterio con algunas ideas reflejadas.

Los panelistas eran todos reconocidos especialistas en algún tipo de derecho.

Sin embargo, no pude contenerme cuando uno de los conferencistas reclamó la restauración de la hipoteca sobre las viviendas. Sólo recordé a los presentes que la otra cara de esa medida es el desalojo de sus casas de las familias que no pueden pagar a los bancos.

Nadie parecía estar de acuerdo con nadie, los propios ponentes no nos dejaron dormir discutiendo hasta altas horas de la noche entre ellos. No hubo descanso en el desayuno, el almuerzo ni en los recesos, todos esos espacios sirvieron para continuar con el debate.

En teoría, tras las ponencias había un espacio para preguntas del público pero cada vez que un cubano o cubana tomaba el micrófono aprovechaba para expresar largamente sus criterios antes de plantear alguna duda sobre lo dicho por los conferencistas.

Por segunda vez, este espacio de diálogo fue cuestionado por la composición de género, los 7 ponentes eran hombres. Una joven cubana preguntó a los organizadores si no habría en toda Cuba una mujer que fuera capaz de hablar sobre estos temas.

La última fase del evento fue un taller de construcción de derechos donde los participantes se dividieron en 4 grupos. Cada uno individualmente debía escribir cuales eran los principales derechos a los que aspiraba y después identificar los 3 que más se repitieron en su colectivo.

Finalmente se presentaron las propuestas de los 4 grupos, que resultaron ser asombrosamente coincidentes. El primer derecho que se reclamó fue el derecho a una vida digna, entendiéndolo como acceso al trabajo, la vivienda, la salud, la educación y la cultura.

Los participantes hicieron amplio uso del derecho a opinar.

El segundo fue el acceso a la información, incluyendo a Internet. Esto resulta clave para poder ejercer el tercer derecho que reclamaron, el de participación en las decisiones que toma el Estado en cualquier nivel y la rendición de cuentas de todos sus funcionarios.

Las coincidencias me resultaron más sorprendentes por la diversidad de los participantes: religiosos, abogados, economistas, sociólogos, historiadores, periodistas, profesores universitarios, un ex agente de la Seguridad del Estado y hasta un ex Fiscal General de la República.

Salí de allí con más preguntas que respuestas, con más dudas que certezas, con la convicción de que los pasos que debe dar Cuba son extremadamente complejos. La búsqueda de los caminos requerirá de toda la “inteligencia”, fraguada en las universidades, y de la sabiduría acumulada en su pueblo.

Por primera vez en medio siglo el vecino que pretendía derrocar al gobierno empieza a ceder en su empeño. Poco a poco se abre la posibilidad de transformar esta “República en Armas” en una “República de Derecho”, que recoja las aspiraciones de todos los cubanos.

Recordando a Eduardo Galeano me pregunto hasta que punto la nación cubana es lo que quiso ser y hasta donde lo que las circunstancias la obligaron a ser. Quizás ahora pueda, finalmente, empezar a transformarse en lo que sus hijos verdaderamente quieren que sea.
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