Cuidado con los camareros

Fernando Ravsberg*

La Policia en La Habana. Foto: Caridad

HAVANA TIMES, Feb. 23 — Esta semana fue emocionante, caí en un operativo de la Policía Especializada cuando salía del bar del hotel Saint John’s en el Vedado. Mi delito fue tomarme un café y conversar con un estudiante de periodismo al que ayudaba en su tesis de grado.

En el bar noté que el camarero daba demasiadas vueltas alrededor de nuestra mesa pero pensé que se aburría por la falta de clientes.  Sin embargo, en una ocasión lo veo cuchichear con el recepcionista mientras ambos nos miran de reojo.

Lo cierto es que al salir nos encontramos con dos agentes de la Policía Especializada (nunca me quisieron decir en que se «especializan»). Muy mal encarados nos pidieron documentos y se negaron a decirnos el por qué de tal medida.

El agente más agresivo comenzó a escribir en su libreta nuestros datos con una lentitud pasmosa. Lo observé atentamente pero no pude definir si lo hacía para molestarnos o simplemente porque tiene dificultades de redacción.

Los dejé con mi carnet de identidad y crucé la calle en busca de un funcionario del Centro de Prensa Internacional para que «funcionara» como traductor, explicándoles a los policías que yo no cometía ningún delito al conversar con un cubano.

De inmediato apareció un teniente de civil que evidentemente dirigía el operativo desde las sombras. Tampoco nos dijo por qué se nos detenía en medio de la calle, ni siquiera el funcionario de la cancillería logró sacarle una explicación.

Trataron de intimidar a mi acompañante separándolo del grupo.  Por un momento todo resulto muy gracioso, el agente -con el acento típico de las provincias orientales- le dice al joven estudiante: «¿si tú eres de Pinar del Río que haces en La Habana?».

(Muchos de estos policías son de la región oriental a pesar de lo cual recorren las calles de la capital en busca de provincianos que vivan en La Habana sin permiso de residencia. Actúan con ellos como si se tratara de extranjeros sin papeles, deportación incluida).

El joven le mostró -por segunda vez- su carnet de estudiante de la Universidad de la Habana y yo traté de explicarle al policía que este tipo de acciones dañan la imagen de su país. Su respuesta fue tajante: «a mí no me importa ninguna imagen y yo puedo pedirle identificación a quien me parezca».

Presentí que el dialogo sería difícil, que era muy improbable que los policías pudieran entenderme. Sobre todo porque rápidamente me acusaron de «sublevarme», lo que según mi diccionario significa «provocar una rebelión colectiva y violenta contra la autoridad».

Además ya me voy acostumbrando, no es la primera vez que me ocurre. Tiempo atrás, en el hotel Telégrafo, del Parque Central, otro camarero se interesó por la entrevista sobre racismo que le hacía a un ciudadano cubano que, para agravar más las cosas, era negro.

Al salir nos esperaba otro operativo policial. El Centro de Prensa estaba muy lejos así que terminamos presos, el intelectual cubano, mi esposa y yo. Antes de subir al coche-patrulla, al «negro» lo cachearon de pies a cabeza.

La imagen me resultó mucho más aleccionadora que cualquier idea abstracta sobre racismo. A mi esposa y a mi aquellos policías ni siquiera nos pidieron que abriéramos los bolsos, era evidente que para ellos la piel oscura era sinónimo de «peligro».

Pero no fue este el caso de mi última detención, esta tuvo una connotación política. El joven preguntó y yo le hablé de la situación del país, del papel de la prensa, del aparato de censura, de la economía y hasta cometí el sacrilegio de mencionar la palabra «cambios».

Seguramente algo estábamos tramando y los que nos escuchaban creyeron que había que ponerle fin a la conspiración. Avisados, los policías «especializados» nos esperan en la puerta del hotel, nos dejan alejarnos unos 30 metros y nos siguen para atraparnos infraganti.

Lo más gracioso de esta historia es que una de las preguntas del estudiante había sido si los periodistas extranjeros teníamos dificultades para acercarnos a los cubanos, le respondí que no. Nunca imaginé que iba a ser desmentido tan rápidamente.

*Orginalmente publicado el 4 de febrero, 2010 por BBC Mundo.