Corrupción de alto vuelo en Cuba

Fernando Ravsberg

Foto: Ihosvanny

HAVANA TIMES, 16 junio — Es cierto que se trata de un fenómeno mundial, que no tiene nacionalidad ni color político. Tan es así que, en ocasiones, las realidades de otros países hacen que la corrupción en la isla parezca un juego de niños.

Pienso en los vínculos políticos, militares y empresariales de los narcotraficantes en México o Colombia sin olvidar al primer mundo, las millonarias estafas de las empresas de EE.UU. o las truculentas tramas inmobiliarias de Europa.

De hecho, uno de los reclamos de los jóvenes “indignados” españoles es que los políticos imputados judicialmente por corrupción no puedan presentarse a las elecciones, como hicieron varios de ellos en los recientes comicios.

En Cuba no es un fenómeno nuevo, en realidad lo que ocurre es que ahora se hace más visible al sentar en el banquillo a los malversadores, incluyendo a algunos importantes cargos de gobierno y empresariales.

Es un duro golpe para los que creían en una virginal revolución, capaz de concebir sin pecar. Por el contrario, ahora pueden comprobar que se trata de un proceso expuesto a los mismos virus que enferman al resto de la humanidad.

Algunos colegas se quejan de que el bisturí no corta todo lo profundo que debería pero para mí lo que resulta realmente interesante es que el gobierno haya decidido aplicar técnicas quirúrgicas al problema y hacerlo de forma pública.

Tal parece que los políticos corruptos ya no serán tratados como “camaradas equivocados” a los que siempre hay que darles una nueva oportunidad. Ahora se arriesgan a ser condenados como simples delincuentes.

Sin embargo, no todos los cubanos están conformes, muchos consideran que las condenas son demasiado benévolas. “Dan más años de cárcel por matar una vaca que por asesinar a decenas de pacientes psiquiátricos”, me comentó un vecino.

De todas formas es sano que sean juzgados los médicos corruptos, los ministros que se hicieron ricos especulando con los alimentos de la gente y los que ordeñan a empresas públicas como Cubana de Aviación.

Hace poco, un conocido que vende helados clandestinamente me decía que la policía se presentó en su casa para pedirle los nombres de los que se lo venden, “no nos interesas tú sino los que sacan camiones enteros de la fábrica”, le dijeron.

Es que la victoria contra la corrupción es pírrica si no se ataca en las alturas, se pueden llenar las cárceles de revendedores callejeros pero el mal se reproducirá mientras no se meta tras las rejas al dirigente que desvía los recursos hacia el mercado negro.

Pero falta aún mucha información sobre los delitos cometidos y sus implicaciones económicas, sociales y humanas. Sigue sin quedar claro cómo lograban apoderarse de millones de dólares del erario público sin que nadie se percatara.

En un país donde se dice que todos los medios de producción pertenecen al pueblo, éste debería tener derecho de saber qué cantidad de dinero le han robado, como lo han hecho y qué medidas tomará el gobierno para que no se repita.

En las calles de Cuba hay pancartas en las que se calcula cuantos círculos infantiles se podrían construir si no existiera el Embargo de Estados Unidos. Deberían crear otras en las que se explique lo que se hubiera podido hacer con lo robado por tal o cual burócrata.

Los políticos y empresarios corruptos no son simples pícaros que saben buscarse la vida mejor que el resto. En realidad, tanto en el socialismo como en el capitalismo, son carteristas que hacen fortuna hurgando en nuestros propios bolsillos.

Hay quienes aseguran que aún no han pasado por los tribunales “todos los que son”, no lo dudo pero apuesto a que los juicios continuarán, otros dirigentes implicados hacen cola para sentarse en el banquillo de los acusados.

Y la contralora, Gladys Bejerano, alista sus “tropas” para ampliar la ofensiva. La temida “Dama Anticorrupción” prometió que además de perseguir las ilegalidades, vigilarían la probidad administrativa y el uso eficiente de los fondos públicos.

El hecho de que se publiquen las condenas y el nombre de los reos tiene un efecto preventivo, es un aviso de que determinados delitos ya no se pagarán en casa con un cómodo “plan pijama” sino en la cárcel vistiendo uniforme de preso.

Vaciar las prisiones de opositores que no implican ningún riesgo político real para el gobierno y llenarlas con burócratas corruptos que carcomen la nación por dentro parece la estrategia más sensata de parte de aquellos que intentan salvar el sistema.