Adela y la fuerza de resistir

Fernando Ravsberg*

Adela junto a algunas de sus vecinas, las que la eligieron delegada del Poder Popular.

HAVANA TIMES — Adela, la transexual electa delegada del Poder Popular en el municipio de Caibarién, no es el primer miembro de la comunidad LGBT que destaca en Cuba, otros lo han hecho en la cultura, los deportes, las artes, la religión e incluso en la política.

Sin embargo, ella marca un hito justamente porque no se trata de un personaje sino de alguien del pueblo, electo por sus propios vecinos, quienes sienten que los representará mejor que cualquiera de los otros candidatos postulados en esa zona.

Es una victoria de la voluntad de José Agustín Hernández para avanzar en la sociedad sin dejar de ser Adela y es también un triunfo de los vecinos de Caibarién sobre los prejuicios homofóbicos que atenazan a la sociedad cubana y a sectores de su clase política.

Dicen que no hay mayor fortaleza que la capacidad de resistir y José Agustín viene resistiendo desde que era un niño, cuando ni siquiera era consciente de su marcado amaneramiento ni de la mujer que llevaba dentro de su cuerpo de varón.

Allá en el central azucarero “Adela”, donde nació, todos se burlaban del padre a causa ese hijo tan “evidentemente maricón”. Las humillaciones paternas se convertían entonces en palizas y fueron los primeros golpes que Agustín aprendió a resistir.

A medida que iba creciendo las cosas “empeoraban” y los palos paternos se hicieron más duros  sin por ello alcanzar mayor éxito. Adela se manifestaba cada día más real y papá decidió acusarlo, enviándolo a la cárcel para que allí lo “enderecen de una vez”.

“Métalo preso hasta que se vuelva hombre, le dijo mi papá al jefe de la prisión y yo me di vuelta y le respondí écheme cadena perpetua porque hombre nunca voy a ser”, me cuenta sin ocultar su resentimiento por tan temprana traición.

Fueron tiempos en los que no era difícil condenar a un homosexual y José Agustín estuvo 2 años tras las rejas pero también resistió, no se convirtió en un delincuente más, por el contrario regresó a la libertad decidido a estudiar y a abrirse paso.

A su madre no le importó su preferencia sexual, trabajó duramente y a escondidas del padre le enviaba el dinero necesario para que pudiera mantenerse mientras estudiaba, en la secundaria primero y después en la escuela de enfermería.

Adela logró imponerse a la marginación, la incomprensión y la homofobia.

El camino educativo no estuvo exento de dolor, primero fueron burlas y después reapareció la violencia pero esta vez Adela respondió, vestida de mujer devolvió los golpes y se impuso, tampoco la intolerancia social iba a vencer su resistencia.

Se instaló en un barrio humilde de Caibarién y pronto dejó de ser “Agustín el maricón” para convertirse en “Adela la enfermera”. Tanto respeto inspira que desde hace 28 años sus vecinos la eligen presidenta del Comité de Defensa de la Revolución.

Ahora tiene 48 años y en el barrio creen que los puede representar como delegada del Poder Popular, una especie de edil municipal, postulado por la gente en asambleas barriales y electo por voto secreto entre varios candidatos propuestos.

“Me eligieron porque tengo la lengua muy dura, le llamo a las cosas por su nombre, delante de cualquiera y mi primera intención es defender a mi comunidad”. Sueña con mejorar el agua potable, el alumbrado público y reparar las calles.

Pero “esos son solo los primeros pasos” me dice y agrega que las instituciones atenderán sus reclamos, porque “me conocen bien y saben que yo hasta que no logro un objetivo no paro, por eso me escuchan, por eso he triunfado hasta ahora”.

Este no es el fin del camino, piensa que un día podría llegar a ser diputada. Pero si ocurre será como hasta ahora, sin dejar de ser Adela, la que por cierto actúa cada semana en un espectáculo travesti del club de trabajadores del azúcar de Caibarién.

Hoy recuerda que “muchas veces pensé en quitarme la vida, era como un gato acorralado al que no dejaban respirar pero un día me dije tengo que resistir y vencer y así lo hice. Aprendí que aunque el dolor me esté matando por dentro debo seguir adelante”.

Hablé con Adela alrededor de una hora, durante su guardia en el hospital donde trabaja como especialista en electrocardiograma. Mucho antes de terminar la entrevista ya había comprendido por qué sus vecinos la eligieron.

(*) Leer el blog de Fernando Ravsberg.