¿Paranoia o Ferreo Bloqueo?

¿…mantendremos las comunicaciones?

Fernando Ravsberg

Una vista de La Habana. Foto: Caridad

HAVANA TIMES, 25 nov.—A veces tengo la sensación de que se ha establecido un “férreo bloqueo” que dificulta mi trabajo y mis relaciones con la sociedad. Los funcionarios me dicen que es pura paranoia y por eso decidí buscar la opinión de nuestros lectores.

Durante los últimos meses, por ejemplo, mis comunicaciones se han vuelto un enredo infernal, cada cierto tiempo tengo que correr a la telefónica a repetir trámites inútiles, siempre bajo amenaza de cortarme el teléfono, el celular o el acceso a Internet.

Un día, algunos de mis correos dejaron de llegar. Protesté y entonces comenzaron a rebotar los que yo envío. La Cancillería investigó el asunto y, en respuesta, ahora tampoco me llegan sus mail con las convocatorias a las conferencias de prensa.

Acabo de mantener un encuentro con un grupo de estudiantes de periodismo y filología de Santa Clara, lo hicimos sentados en el suelo del “Mejunje”, la única casa que nos dio cobijo cuando todas las demás puertas se cerraron.

Los muchachos, muchachas y profesores gestionaron sin éxito un aula de la Universidad de la Villas y “de arriba” alguien le prohibió a la delegación provincial de la Unión de Periodistas (UPEC) que nos prestara un local.

Por cierto no es la primera vez que me reúno con estudiantes de periodismo, en la facultad de La Habana impartí una conferencia que terminó convertida en un debate profesionalmente muy enriquecedor para todos los que participamos.

Pero evidentemente hay quienes no comparten mi valoración del encuentro. Según versiones de académicos, el decano de la facultad de periodismo fue citado por sus superiores para, en un lenguaje muy claro, expresarle el descontento.

Podrían parecer hechos aislados pero la enumeración no acaba aún. Como recordarán, hace poco más de un mes escribí una nota relatando los debates que se producen en el espacio de la revista Temas, los últimos jueves de cada mes.

La reacción fue inmediata, al siguiente encuentro de Temas nos entregaron un papelito en el que se nos notificaba que a partir de ese momento quedaba prohibido a los medios de prensa grabar, filmar e incluso reseñar los debates.

Paradójicamente, a estas acciones se une una bloguera disidente. En una “carta abierta” dice que recibo dinero del gobierno cubano, lo que me convierte en “mercenario”, una acusación que, en este país, carece de originalidad.

Es curioso que quien tanto clama por la libertad de expresión y de prensa en la isla pida a la BBC que me silencien. Esta señora desperdicia su talento militando en la disidencia, haría una meteórica carrera en los equipos de censores.

No quiero dar la impresión de que soy perseguido por el gobierno ni por la disidencia porque faltaría a la verdad. Solo intento dejar al descubierto a los “Torquemadas” de los extremos del abanico político y mostrar cómo se unen en sus despropósitos.

En realidad si el gobierno cubano quisiera sacarme del juego, hace mucho rato que estaría viviendo en otro país. Por su parte, la gran mayoría de los disidentes acceden gustosos cada vez que les solicito su opinión sobre cualquier tema.

Pero cada sector tiene su propio “Tribunal de la Santa Inquisición” que, a veces, trabaja “por cuenta propia” y sin licencia. Para ellos, los que creen que el mundo se mueve son peligrosos enemigos a los que hay que “dar candela” hasta convertir en cenizas las diferencias.

Es la lógica del extremismo, así que me imagino que en el futuro se seguirán cerrando puertas y continuarán enviando “carticas abiertas”. Son los vanos intentos de silenciar al mensajero que trae las noticias que no nos gusta oír.

A unos la picazón les entra cuando hablamos de la corrupción en la aviación civil cubana y a otros les da alergia que mencionemos a los que en Miami se embolsan los millones que Washington envía para la disidencia interna.

Amenazantes exigen que todos aceptemos sus mundos sin matices, en los que un alcohólico se convierte en el héroe del exilio y la muerte por hambre de los enfermos del psiquiátrico termina siendo un secreto de Estado.

Pero no nos engañemos, la censura siempre es autocensura porque solo triunfa si logra infundir miedo. En realidad no simboliza el poder sino la debilidad, evidencia la incapacidad de los censores para rebatir los argumentos del censurado.