Zovatto: En América Latina, hay un “voto castigo” al oficialismo

 

Director de IDEA analiza elecciones en Bolivia, Argentina, Colombia, y Uruguay: la tendencia no es un “voto ideológico”

Por Carlos F. Chamorro  (Confidencial)

HAVANA TIMES – Los resultados de las últimas tres elecciones presidenciales celebradas en América Latina –Bolivia, Argentina y Uruguay– y las elecciones locales de Colombia, no reflejan una tendencia de un voto ideologico hacia el centro, la derecha o la izuierda, sino un “voto castigo” hacia el oficialismo

Esta es la conclusión del politólogo argentino, Daniel Zovatto, director regional para America Latina de IDEA Internacional, el Instituto para la Democracia y Asistencia Electoral, en la entrevista que brindó para el programa televisivo Esta Noche.

Zovatto advierte que hay una “fatiga democrática”, en medio de un crecimiento económico “anémico” que se refleja en “un déficit económico-social y un déficit de crisis de representación”, y  “una gran intensidad en las urnas para buscar nuevas opciones que finalmente puedan conectar con la ciudadanía; pero también estamos viendo una intensa actividad en las calles”.

Sin embargo, cuatro países se distancian claramente de esa tendencia: Venezuela, Nicaragua, Honduras y ahora Bolivia, en los que la crisis política coincide con un colapso de los sistemas electorales democráticos, bajo regímenes autoritarios dictatoriales.

En los resultados de las últimas tres elecciones presidenciales: Bolivia, Argentina, Uruguay, y también las elecciones locales que se llevaron a cabo en Colombia, ¿hay alguna tendencia del péndulo político en América Latina?

Daniel Zovatto: La tendencia es un voto de castigo con los oficialismos, más que un voto de ideología con el centro, derecha o izquierda.

Entre 2017, 2018 y 2019, hemos celebrado quince elecciones, en la gran mayoría, perdió el oficialismo, sea este de derecha o sea este de izquierda, donde no perdió hay muchos problemas relacionados con el tema de fraude, como en el caso de Bolivia; en Argentina claramente perdió; y en Uruguay, si bien ganó el Frente Amplio, que es el oficialismo, lo hizo de una manera muy por debajo de cómo estaba acostumbrado a ganar, lo cual acusa un desgaste a nivel presidencial, e incluso, si llega a ganar en el balotaje, no tendría mayoría en ninguna de las dos cámaras del Congreso, como había sido hasta ahora; y en el caso de Colombia, aunque es una elección local y no presidencial, también hemos visto un voto de castigo al oficialismo. Esa es la tendencia principal que podemos identificar en todas estas elecciones.

El pecado original de Evo en Bolivia

En Bolivia, las denuncias de fraude tiene como antecedente el resultado del referéndum en 2016 sobre la reelección presidencial que fue desconocido por el presidente Evo Morales. ¿Hay evidencias concretas sobre estas denuncias de fraude?

Esta elección, el cuarto periodo consecutivo que Evo Morales está buscando para continuar en la presidencia de 2020 a 2025 ya venía con un pecado original. Evo había querido repostularse, le habían dicho -usted no puede porque la Constitución lo prohíbe-, la propia Constitución que él había aprobado, entonces él hace un referéndum para que la ciudadanía opine si puede buscar un cuarto mandato o no. Pierde ese referéndum y, pese a eso, busca entonces una interpretación de parte del Tribunal Constitucional, algo que él debe haber aprendido, entre otros países, de Nicaragua, de Ortega, en el cual el Tribunal Constitucional, que está bajo su influencia, le dice: efectivamente, usted puede buscar una nueva postulación,  porque, prohibirle que busque una reelección, sería violentarle los derechos humanos suyos y sería violar el artículo 23 de la Convención Americana. Un absurdo jurídico desde todo punto de vista, pero que le permite a Evo buscar este cuarto mandato.

Yo no tengo evidencia, porque no he estado en Bolivia, pero he leído en detalle el informe de la misión de observación electoral de la OEA, donde denuncia serias irregularidades y, a su vez, recomienda que para evitar llegar a una situación de extremo conflicto, se celebre una segunda vuelta electoral.  Evo hace caso omiso a esta recomendación, acusa a la OEA de estar cometiendo injerencia en los asuntos internos, dice que la oposicion le está queriendo dar un golpe de Estado. La oposición, liderada por Carlos Mesa, dice: no, Evo no debió haber sido candidato porque perdió el referéndum, pero en esta elección claramente Evo no ganó, acá ha habido fraude y, lo que nosotros pedimos es que haya una segunda vuelta.

En esa situación de máxima tensión, donde se está comenzando a desbordar la violencia, es donde está en este momento Bolivia, y yo lo veo con mucha preocupación, porque creo que Evo va a presionar más de lo que ya está haciendo, empujado y apoyado por grupos sociales, por Gobiernos como el de Cuba, el de Venezuela, etc., para quedarse a como dé lugar; y por el otro lado, Mesa y la oposición van a seguir protestando y forzando la posibilidad de que haya una segunda vuelta.  Mesa declaró hoy, de aquí, o voy a la cárcel o voy a la presidencia. En esa situación de máxima tensión, con incremento de violencia, es donde está Bolivia en este momento.

En este momento hay una apuesta política de ambas partes, desde las calles, para inclinar la balanza. Hay una demanda, de una auditoría electoral vinculante; y  una demanda de segunda vuelta, mientras Evo Morales insiste en que ya se dio el resultado. ¿Qué lecciones se pueden sacar de esta crisis, de Bolivia,  para otros países?

Entre 1978 y 2019 ha habido muchas crisis electorales, y muchas degeneraron en crisis políticas, pero solamente en tres casos las crisis electorales generaron una crisis política de suficiente intensidad como para alterar los resultados: uno, la crisis de Panamá en 1989, en la cual terminó con una invasión norteamericana; dos, la crisis por fraude de Balaguer en 1994, que terminó con una mediación del expresidente Carter, de la OEA, en el cual se le aceptó el triunfo a Balaguer, pese al fraude que estaba claro que había cometido, pero en lugar de cuatro años, su presidencia duró dos, y se abolió la reelección; y la tercera fue la re- relección de Fujimori en el 2000, en el cual gatilló una crisis política que se agravó después por los videos de Montesinos, que generó la destitución de Fujimori en noviembre de ese mismo año, del 2000.

En todos los demás casos ha habido crisis electoral, denuncias de fraude: Honduras, más recientemente; Venezuela, más recientemente; las irregularidades graves en Nicaragua, pese a eso, quien ganó la reelección, aun con todos los fraudes y las irregularidades, aun con todas las denuncias y la presión internacional, se atornilló en la silla, y ahí sigue.

¿Qué lección sacamos? Que es muy difícil alterar o cambiar un resultado, pese a que haya evidencias muy concretas de fraude, porque no tenemos los instrumentos, a nivel regional, ni la suficiente presión política para forzar estos cambios.

Crisis económica y peronismo y en Argentina

En Argentina, no hay crisis electoral, pero el país está dividido, hay también una grave crisis económica, y muchas interrogantes en relación al liderazgo de Alberto Fernández teniendo como vicepresidente a Cristina Kirchner. ¿Ganó en Argentina el kirchnerismo o el peronismo?

Yo creo que ganó el peronismo y dentro del peronismo y dentro de la nueva coalición de poder que va a surgir a partir del 10 de diciembre, liderada por Alberto Fernández, hay un sector muy importante del kirchnerismo, de La Cámpora, y de la propia expresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Alberto Fernández logró un triunfo muy importante el pasado domingo 27, ganó por más de dos millones de votos y ganó en primera vuelta, así que es un triunfo incuestionable. Obviamente, no ganó con la diferencia que se hablaba por veinte por ciento, ganó por ocho por ciento, pero de todas maneras es una diferencia importante.

Macri perdió, pero no perdió de la manera tan humillante como se pensaba que iba a perder, sino que tuvo una derrota digna con un cuarenta por ciento que lo deja posicionado, a él y a la futura oposición, en muy buenas condiciones para buscar un equilibrio de poder.

La buena noticia de Argentina es que en este momento no hay una crisis política, al contrario, hemos visto una elección que, pese a toda la alta polarización, la volatilidad, la incertidumbre, fluyó muy bien con 81 por ciento de participación electoral, sin mayores reclamos, y con un elemento inédito en la historia política argentina, por primera vez el presidente en ejercicio, que perdió la elección, y el presidente electo que ganó la elección, ni habían transcurrido 24 horas del cierre de esa elección, y ya estaban desayunando para, entre ambos, ponerse de acuerdo para hacer una transición lo más ordenada, y responsable posible,  porque lo que sí hay es una profunda crisis económica, con un altísimo nivel de incertidumbre.

¿Quién va a gobernar? Es la gran pregunta que muchos analistas se hacen.  Obviamente Cristina el mismo domingo en la noche le marcó la cancha a Macri y le marcó la cancha a Alberto Fernández; y hoy, Alberto Fernández, 48 horas después, en una reunión muy importante que hubo en Tucumán con muchos de los gobernadores peronistas, les devolvió el mensaje, y le dijo Alberto Fernández a los medios ¿Quién va a gobernar en Argentina? El que va a gobernar es este presidente con los gobernadores, porque lo que quiero hacer es un gobierno basado en un federalismo. Así que vamos a ver cierto forcejeo, pero también están ambos condenados, Alberto Fernández y Cristina Fernández Kirchner, a llevarse muy bien, si no se llevan bien pierden ambos mucho; si se llevan bien y buscan un cierto acomodo, claramente ganan ambos y gana el país.

El desgaste el Frente Amplio en Uruguay

En Uruguay ganó el Frente Amplio, la coalición de centroizquierda, sin embargo, no con el suficiente respaldo para lograr la presidencia en primera vuelta; y en la segunda vuelta pareciera que el favorito es Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional, que junto con los votos de otros partidos podría sobrepasar al Frente Amplio. ¿Qué significan estas proyecciones políticas en Uruguay?

Como te decía, voto de castigo o voto desgaste, porque en Uruguay el Frente Amplio ya lleva quince años en el poder, tres gobiernos seguidos: primero de Tabaré Vásquez; segundo de Pepe Mujica; tercero de Tabaré Vásquez. Llegó el Frente Amplio a estas muy desgastado, sacó por debajo del cuarenta por ciento, 38 y algo, y le sacó diez puntos a Luis Lacalle Pou, del Partido Blanco, pero no para evitar una segunda vuelta.

Por el otro lado, en la elección parlamentaria el Parlamento que surge va a ser el Parlamento más fragmentado que va a tener Uruguay durante toda su historia. ¿Qué va a pasar el 24 de noviembre, que es cuando se va a celebrar el balotaje? Creo que arranca como favorito Luis Lacalle Pou por los apoyos que ya, el que quedó en tercer lugar, Ernesto Talvi, del Partido Colorado, y el que quedó en cuarto lugar, Cabildo Abierto, una nueva fuerza política liderada por el exgeneral Guido Manini Ríos, ya le han expresado que lo van a apoyar. Así que, Luis Lacalle Pou es el favorito para ganar la segunda vuelta.  Ojo: No hay nada todavía resuelto, es una elección con el escenario abierto, pero hay posibilidad de que, mientras Uruguay transite del centroizquierda al centroderecha Argentina comienza a transitar del centroderecha al centroizquierda.

La derrota del uribismo en Colombia

Y en Colombia, aunque no fue una elección presidencial, hubo una elección local de una gran trascendencia, el uribismo, el Centro Democrático, el partido del presidente Duque, perdió las alcaldías de Bogotá y Medellín, frente a líderes políticos que representan, ya sea opciones independientes o como Claudia López una opción progresista, completamente diferente de la izquiera pro chavista. ¿Qué significa esto para Colombia?

Este también es otro ejemplo de esta tendencia de que los oficialismos están recibiendo este voto castigo. Lo que estamos en este superciclo electoral que está a punto de terminar con estas quince elecciones, es que estamos en un momento nuevo, en América Latina. Mira, se han juntado una serie de fenómenos que están generando un contexto muy complejo para gobernar- Tenés un crecimiento promedio económico regional anémico, este año la región, en el mejor de los casos, va a crecer 0.2 promedio regional, un crecimiento decepcionante; tenés un malestar profundo con la política y con las élites tradicionales; tenés un desgaste acelerado de los gobiernos.

Mirá a Piñera acá en Chile, lleva 19 meses, esta con el catorce por ciento de popularidad, la mayor parte de los presidentes, salvo muy contadas excepciones, como es Bukele en el Salvador o Andrés Manuel López Obrador en México, están con niveles de aprobación entre el catorce, quince o el veinticinco o treinta; en la mayoría de los casos en contextos de gobiernos divididos no tienen mayorías en los Congresos para gobernar; estas teniendo una sociedad muy crispada que pide mejorar sus condiciones de vida, y que pide mejores servicios públicos; los niveles de corrupción y de inseguridad ciudadana y de homicidios siguen al alza; hay una fatiga democrática que se caracteriza por una caída constante en el apoyo a la democracia y un aumento en la insatisfacción.

En este contexto de extrema polarización, de mucha volatilidad, de fatiga democrática, de malestar con la política, lo que estamos viendo es una gran intensidad en las urnas para buscar nuevas opciones que finalmente puedan conectar con la ciudadanía; pero también estamos viendo una intensa actividad en las calles,  porque se han juntado dos déficits muy importantes, hay un déficit económico-social y hay un déficit de crisis de representación.

Bolivia, Venezuela, Nicaragua, y Honduras

Hay tres países, Bolivia, Venezuela y Nicaragua, donde las salidas electorales están bloqueadas, donde hay una crisis política y también una crisis del sistema electoral que está colapsado y controlado por los poderes autoritarios que están en el Gobierno, ¿eso rompe la tendencia del resto de América Latina?

Absolutamente. Yo te agregaría, Honduras, porque el actual presidente ha llegado también producto de una elección viciada de irregularidades.

La reelección hasta hace poco permitía a los presidentes que buscaban su reelección ganarla de manera muy fácil. En este superciclo electoral del 2017 al 2019, vos has tenido cuatro presidentes que han buscado su reelección: Hernández, que lo logró con graves irregularidades en una elección, plagada de bajísimo nivel de integridad electoral que cuestiona la legitimidad de origen; Maduro, en una farsa electoral; tres, Evo, en una situación de un posconflicto con denuncias graves de fraude, de irregularidades y; cuarto, Macri, que acaba de perder.

Entonces, por un lado, tenemos un problema en materia de reelección que demuestra este cansancio que hay.  ¡Ojalá no ocurra lo mismo en Honduras!, en que en los otros tres países: en Venezuela, en Nicaragua y en Bolivia, la salida electoral no es ya una opción, estamos frente a situaciones de autoritarismo e incluso de dictaduras, en las cuales hacen elecciones para ver si pueden ganar, y si no ganan, pues, nada, hacen todo lo que tengan que hacer, incluidos los fraudes, para seguirse manteniendo, y ahí es donde estamos encontrando una debilidad marcada en materia de los instrumentos regionales, de los mecanismos regionales, y de la suficiente voluntad política necesaria para poder forzar una salida de estos presidentes, lo cual está generando un efecto contagio perverso, porque en la medida que vos veas de que Maduro se queda en Venezuela, viola los derechos humanos, y no pasa nada y; Daniel Ortega hace lo mismo, y concentra poder, y viola todos los derechos humanos, y tampoco pasa nada;  pues, Evo dice ¿y por qué yo no  voy a poder hacer lo mismo? Y así sucesivamente.

Acá hay un problema central, Nicaragua sigue quedando, lamentablemente, eclipsado siempre detrás, o de la crisis venezolana, y ahora de la crisis de Bolivia, pero no le están dando el suficiente nivel de atención. Y yo creo que hay que denunciar no solamente el régimen autoritario de Ortega, sino también hay que pedir que Nicaragua tenga el nivel de atención que merece y el nivel de solidaridad que merece para buscar una salida pacífica y electoral a su grave crisis.