Una cubana relata su rehabilitación milagrosa

Por Ivett de las Mercedes

HAVANA TIMES – En Cuba es muy común que algún miembro de la familia padezca de alcoholismo. Ocultar que un gran porciento de la juventud se liga al consumo de alcohol como forma de entretenimiento, solo agudiza la situación. Para Kirenia Medina (35 años) el tiempo que perdió entregada a la bebida es irrecuperable; la fortaleza reside en sentir el deseo de beber y vencerlo.

HT: En ocasiones los primeros encuentros con el alcohol son en la adolescencia. ¿A qué edad comenzaste a consumirlo?

Kirenia Medina: Tendría aproximadamente 15 años y mi novio 18; siempre que nos reuníamos con sus amigos era habitual que la botella pasara de mano en mano. Por supuesto, una botella no bastaba, al principio intenté mantenerme alejada, pero en el grupo había otras muchachas de mi edad que también bebían, y no quería ser diferente.  

HT: ¿Tu familia estaba al tanto?

KM: No, era normal que saliera con mis amigos o mi novio, nunca me preguntaron a dónde iba, no por falta de interés, sino porque mis padres estaban conscientes de que nuestras salidas, mayormente, eran al malecón o simplemente buscar un lugar donde sentarnos a conversar. Nunca fuimos de los dichosos, en aquel entonces todos proveníamos de familias con bajos recursos. Aquí en Cuba, como en cualquier otro lugar, los ricos se unen con los ricos, o sea los que tienen mejor situación económica, solo salen con sus iguales.

HT: Entonces, crees que la situación económica…

KM: No, no comencé a beber por problemas económicos. Si bien es cierto que en las familias de bajos recursos el alcoholismo es habitual, en mi caso fue una opción. Mi familia es pobre, sí, pero siempre me inculcaron valores; claro, los valores de mi generación no tienen nada que ver con los de mis padres, pero eso es cosa de los sociólogos. Comencé a beber, porque quería sentirme a tono con el grupo, no quería ser la rara, la creída; ahora sé que la mayoría de los que beben los fines de semana se convierten en alcohólicos.

HT: ¿Cuáles fueron sus primeras experiencias desafortunadas?

KM: Mis primeras experiencias fueron las de todas las muchachas de mi grupo. Comenzamos a intercambiar parejas, y lo vimos como algo muy natural, también era natural el sexo grupal. Lo terrible venía después, cuando despertaba y me encontraba junto a todos aquellos cuerpos sudorosos. En ocasiones cubierta de semen o excremento, y con dolor de cabeza y sed. Iba por los restos de la botella; algunas veces tenía que beber de todas para asegurarme un sorbo.

HT: ¿No fuiste por ayuda, no le contaste a tus padres?

KM: No, todo parecía indicar que aún no había tocado fondo. Demás está decir que no ponía una en la escuela y que solo esperaba el mínimo descuido de la maestra para escaparme; para entonces ya había terminado con mi novio. En esa etapa siempre andaba despeinada y descuidada de mi físico. En mi casa mi madre se moría de vergüenza. Comenzó a hacerme toda clase de preparados para purgarme. Ese periodo lo recuerdo con mucha tristeza, llegué a maltratar a mi madre y si no fuera por ella, hoy hubiera sido una de esas alcohólicas que encuentro a diario en los parques de La Habana.

HT: Seguro la relación con los demás era algo difícil de enfrentar

KM: Tanto fue así que me quedé sola; el grupo se desintegró y en el barrio tenía mala fama. Muchas personas le negaron el saludo a mi madre. Tenía relaciones íntimas con cualquiera que me pagara unos tragos. En esa etapa muchos hombres se aprovecharon de mi juventud para satisfacer sus fantasías, incluso llegué a robarle a mis tías.

HT: ¿Cómo fue que te desintoxicaste?

KM: Si la pregunta es si fui a Alcohólicos Anónimos, mi respuesta es no. Mi madre lo intentó todo, hizo gestiones en varias iglesias que acogen a esos grupos, pero nunca me presenté. Mi purga fue de otro tipo. Un día llegué a casa y encontré a mi madre desplomada en el piso. Hacía una semana que no sabía de mí. A partir de ese momento las neuronas que me quedaban se pusieron en función de ella. Fue hospitalizada por un derrame cerebral.

HT: ¿Cómo pudiste auxiliarla si tú también sufrías de una enfermedad que necesitaba ayuda médica?

KM: Cuando la vi postrada, sin poder hablar ni caminar, dejé de pensar en mí misma, es decir, en el alcohol.  Hubo momentos en que quería ayudar, pero me era imposible, mis tías se ocuparon las primeras semanas, recuerdo que una de ellas me bañó.

Había olvidado que mi piel era blanca. Comencé a comer, mis tías me llevaban la comida, no me fui ni un solo momento del hospital.  A veces miraba el carrito de las enfermeras, donde trasladan los medicamentos, y sentía deseos de abalanzarme sobre él por un poco de alcohol; muchas veces lloraba en el baño; una vez cogí un azulejo que estaba suelto y lo pasé por mi brazo, quería sangrar, provocarme un dolor que aliviara mi culpa y mi torpeza.

Creo que fue mi fe y la culpabilidad que sentía quienes me salvaron de la locura. Mis manos dejaron de temblar sin darme cuenta y un día mis tías me dijeron que estaba preparada para cuidar a mi madre ya en la casa.  Comenzó un largo periodo de adaptación y rehabilitación para ambas, nunca pensé que ella pudiera volver a caminar y recuperara el habla. Durante ese periodo yo también volví a ser otra persona.

HT: ¿Qué hiciste después de la salida de tu madre del hospital?

KM: Me convertí en la madre de mi madre durante un año. Hice todas las labores de la casa. Descubrí el don de las manualidades y comencé haciendo cosas pequeñas: tapetes tejidos, fundas para los brazos de los sillones y las sillas, agarraderas, la gente del barrio compró en un inicio por solidaridad. Después se me ocurrió hacer un telar y se inició entonces un largo laboreo que fue aquietando mi mente. Tuve que teñir las sogas y los hilos. Más tarde dibujé figuras en la tela, que posteriormente se convertirían en un gran universo de colores y formas. Terminé la facultad. El resto lo hice de forma autodidacta. Descubrí el amor por la lectura leyéndole a mi madre. Ahora tengo una pareja estable, que sabe lo que me pasó y valora lo que fui capaz de hacer. Por él no daré mi verdadero nombre, me lo pidió.

HT: ¿Has sabido algo de tus amigos de la juventud?

KM: Desafortunadamente algunos no encontraron salida, con otros perdí el contacto. Solo puedo decirles a todos los jóvenes que buscan la aceptación y el reconocimiento del grupo, que cuando eso es necesario es que el grupo de amigos con quien se reúne no es el idóneo. El tiempo que perdemos entregados al alcohol es un tiempo irrecuperable. La fortaleza reside en sentir el deseo de beber y vencerlo.

4 thoughts on “Una cubana relata su rehabilitación milagrosa

  • Tienes que repetir como los anónimos.

    I’m alxoholic. Y luchar cada día . Muy pocos logran salir de la adiccion. Mantente firme. Gracias por compartir tu experiencia.

  • Las drogas, entre ellas el alcohol, siempre son dañina, y si lo mescla con una mala compañía es una combinación fatal, el tener dinero o no tenerlo no es una justificación, pero si muchas personas me lo dicen el alcohólico es una caja de justificación siempre quiere negar y la culpa es de los demás, uno en la familia es una bomba, o como le dicen, rompe grupo.

  • He conocido alcohólicos que han terminado con su vida. Es una enfermedad crónica con la que hay que lidiar a diario. Alcoholicos anónimos a veces funciona, pero los adictos no pueden faltar a las reuniones. La ayuda terapeutica es importante. En el caso de esta joven fue el shock lo que la ayudó a recuperarse, porque ya es una enfermedad cronica, sin cura. Ahora los jovenes beben mas que nunca, desperdician su vida en bares y pocos hacen actividades sanas y de realizacion espiritual. En las escuelas debian dar conferencias sobre drogas blandas y duras y los daños que provocan, sobre toda en la generación más joven.

  • Gracias por compartir este testimonio. Ya en Cuba el beber se ha convertido en una moda, hasta las adolescentes y los adolescentes toman como si eso fuera a darles lo que les falta. Por mi casa hay una discoteca y es triste ver como hasta los niños salen con botellas y fumando. Esa es la generación que esta cultivando este pais. De nada vale poner en las cafeterias que los cigarros son para mayores de 18 años si al final lo que importa es vender el producto, y no solo me refiero a los cigarros, tambien a la bebida. Kirenia es un ejemplo a seguir, los vicios tienen sus consecuencias, pero lo importante es frenarlos a tiempo.

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