Susana y la agorafobia
By Ivett de las Mercedes
HAVANA TIMES – Científicamente la agorafobia tiene que ver con el miedo, pánico y temor a los lugares públicos. Susana López (50 años) padece esta fobia y desde hace seis años no sale de su casa.
HT: Hay criterios de que en la infancia y adolescencia se comienza a manifestar la agorafobia. ¿Cómo era tu vida antes de este padecimiento?
Susana López: Desde pequeña siempre tuve un hogar feliz. Tengo dos hermanos: uno vive actualmente en España y la otra en el municipio Cerro. Ellos son mayores que yo, por lo tanto siempre fui la más mimada. De adolescente no tuve dificultad para relacionarme. Iba a fiestas con mis amigos, al cine, la playa, en fin cosas de jóvenes. Después entré en la universidad en la carrera de mis sueños. A los 24 años me casé. Mi hija Lucia llegó cuando menos lo esperábamos. Siempre ha sido nuestro mayor tesoro. Puedo asegurarte que fuimos muy felices, por eso no creo que el temor a salir de casa tenga que ver con mi infancia y adolescencia.
HT: ¿Cuándo apareció tu primer síntoma?
SL: Ni siquiera puedo recordar que existiera un primer síntoma. Mi hija se enamoró de un muchacho que quería irse del país. En ese momento comencé a vivir en un estado de exaltación total. No podía concentrarme en el trabajo. Imaginaba los escenarios más terribles. Comencé a discrepar en todo con ella y mi esposo. Me convertí en una quejosa. En la oficina también. Trabajaba en La Habana Vieja y pasaba muchos aprietos en llegar. A veces me daban las 9 en la parada. Fue en una de estas ocasiones en que me percaté de mi taquicardia. No podía respirar. No podía imaginarme entrar en la oficina y sentir la vista de todos sobre mí, censurándome en silencio por mi tardanza. Ahora comprendo que no tenía control de mis pensamientos. Esta situación se repitió muchas veces.
HT: ¿En ese período dormía bien?
SL: No. Apenas lograba dormir unas horas. Mis noches eran un infierno. Me veía en el ómnibus repleto, empujada por los pasajeros. Vadeando entre la multitud que tenía que enfrentar para bajarme, en las calles que a esa hora ya están desbordadas de gente, y por supuesto en mis compañeras de trabajo, en su asombro al verme llegar siempre fuera del horario establecido. Todo esto me quitaba la respiración, me ponía temblorosa. Me sentaba en la cama buscando el oxigeno. Esta situación provocó que mi esposo comenzara a dormir en el sofá.
HT: ¿Tu familia se daba cuenta de lo que te sucedía?
SL: Mi esposo no entendía. Al principio pensaba que yo estaba histérica por la falta de relaciones íntimas, después que eran los síntomas de la menopausia, lo cierto era que nuestra vida era caótica. El drama no dejaba de rondarme, creía que estaba enloqueciendo. No podía ni ir de tiendas. De solo pensarlo me dolía el pecho. El dolor era tal que parecía una angina cardíaca. Hubo ocasiones en que le grité tanto a mi esposo que terminó recogiendo las maletas y no regresó. Aun cree que estoy loca. Asegura que las pupilas se me dilataban tanto cuando me irritaba que parecía una endemoniada. En este contexto tuve que delegar en mi hija las idas al Mercomar del reparto del Mónaco y al puesto de viandas. El día que me dio un ataque de pánico en la cola del pan y perdí el conocimiento, dejé definitivamente de salir. Fue entonces que mi hija pidió una reunión familiar.
HT: Tu hija entonces fue la primera en darse cuenta de que tu situación era seria.
SL: Si, ella estaba muy preocupada, había buscado los síntomas en internet. Mi esposo no quería hablar del tema pero al final accedió. Mientras hablaba sentí una sensación de mareo tremenda. Ellos estaban más asustados que yo. Él puso una fecha límite para buscar un médico. En su ausencia el miedo a salir de casa se hizo real. No podía asomarme ni siquiera al portal. Fue entonces que pedí una licencia en el trabajo hasta que me viera el médico.
HT: ¿Decidiste ir por pura voluntad al médico?
SL: No fui. Me negué rotundamente a salir. Varios miembros de la familia se pusieron a buscar entre sus amistades algún amigo médico que pudiera ayudarme. Hasta que apareció una especialista en psiquiatría, quien accedió verme en casa. Después de la primera consulta diagnosticó la agorafobia.
HT: Cuéntame del tratamiento
SL: La primera parte del tratamiento tiene que ver con el conocimiento de uno mismo. Algo así como aceptar las limitaciones, los temores. Encontrar en nuestro interior herramientas para sobrevivir. Me documenté mucho cuando pude retomar la lectura. Aún consumo gotas florales. Me adentré en el mundo del Yoga y la meditación. Leí mucha filosofía y descubrí un gran placer en la investigación.
HT: En estos momentos cómo es tu vida familiar
SL: Mi hija y su esposo viven conmigo. Ellos se encargan de comprar los alimentos y yo los cocino, me ocupo de todos los quehaceres de la casa. He aprendido a vivir con mi padecimiento. Tal vez algún día me sienta lista para salir. Pero por ahora disfruto de mi casa, mi familia y mi perro. Tuve que pedir la baja de mi trabajo. Trato de no pensar en negativo. A veces imagino que la vida afuera ha dejado de ser una amenaza, pero aún no me siento preparada para comprobarlo.