“Se necesita mayor denuncia sobre Ortega en el sur”

La historiadora y excomandante guerrillera Mónica Baltodano con Celso Amorim, principal asesor de Lula da Silva. Foto cortesía

Mónica Baltodano denunció en Brasil, Argentina y Uruguay a la dictadura de Ortega y las violaciones a los derechos humanos

Por Iván Olivares (Confidencial)

HAVANA TIMES – La excomandante guerrillera Mónica Baltodano denunció las violaciones de derechos humanos que sufre Nicaragua con la dictadura de Daniel Ortega, ante representantes de partidos políticos, ministros y otras personalidades de Brasil, Argentina y Uruguay.

Afirma que encontró, mayoritariamente, expresiones de solidaridad con el pueblo nicaragüense y de repudio a la dictadura de Ortega. En esta entrevista con el programa Esta Semana, opina que la suma de esas voces, con el añadido del prestigio diplomático brasileño, puede ayudar a crear caminos que conduzcan a Nicaragua al regreso de la democracia.

Mónica, te reuniste con importantes líderes políticos y sociales del movimiento de izquierda en Brasil, Uruguay y Argentina. ¿Cómo se ubican en términos generales estos sectores que han sido parte del Foro de São Paulo ante la crisis política en Nicaragua? ¿Apoyan a la dictadura de Daniel Ortega?

Ha habido una evolución. Todas las fuerzas con las que me reuní expresaron su repudio al régimen de Ortega. Estamos hablando de parlamentarios, representantes de Gobierno, feministas, líderes religiosos como Frey Betto, o de los movimientos sociales, sindicalistas. Es cierto, hay poca información sobre Nicaragua, y la verdad es que al informarles de los extremos a que ha llegado la dictadura, esa información les conmovió y puedo decir que les comprometió.

Yo creo que hay un gran potencial de solidaridad y de apoyo a la lucha de los nicaragüenses en el sur. Lo que pasa es que hasta el momento hay un énfasis y una priorización en la labor de cabildeo y de información hacia el norte. Una de las conclusiones que yo saco es que es necesaria una mayor labor hacia el sur y en particular hacia las izquierdas, labor que obviamente le corresponde desarrollar al polo de izquierda que existe en la oposición en Nicaragua, para que sin complejos podamos organizar este trabajo de incidencia hacia las izquierdas.

Es cierto, comprobé que en todas estas fuerzas también hay corrientes que siguen respaldando a Ortega y por lo tanto habrá escenarios de disputa, en el que nosotros tenemos una parte importante que incidir. Tanto en el Partido de los Trabajadores de Brasil, como en el Frente Amplio del Uruguay, como en las fuerzas de Argentina, hay gente vinculada a la embajada de Nicaragua, que reproduce el relato orteguista, pero precisamente por eso es importante seguir incidiendo.

Hablemos de cada uno de estos países en particular. En Brasil, además de reunirte con Celso Amorim, que es el principal asesor del presidente Lula en política exterior, estuviste con líderes del PT y de otros partidos políticos de izquierda. ¿Qué se puede esperar ahora de la posición del Gobierno de Lula en torno a Nicaragua? ¿Está más cerca Lula de Boris y Petro, o de AMLO y Alberto Fernández?

El gobierno del PT ya no es tanto del PT. Es un gobierno de coalición en donde tuvieron que participar otras fuerzas en respaldo a Lula para ganarle a Bolsonaro. Dentro de esta fuerza está, por ejemplo, el Partido Socialismo y Libertad (PSOL). Dentro del PSOL, que fueron los que me invitaron, hay corrientes que empujan al Gobierno de Lula a una posición más clara en relación con la situación de Nicaragua. En el PT me reuní con líderes fundadores. Estoy hablando incluso con gente que ocupa grandes responsabilidades como Tarso Genro de Porto Alegre, que tienen un compromiso dentro del PT para seguir empujando una posición más clara contra las violaciones de derechos humanos en Nicaragua.

También es claro que el Gobierno de Lula hizo un giro importante en el seno del Consejo de Derechos Humanos que se reunió en Ginebra, donde, según informaron importantes funcionarios con los que me reuní en la Cancillería, ellos hicieron una labor de cabildeo a favor de que se prorrogara por dos años, el mandato del Grupo de Expertos, pero que esa aprobación por lo menos no fuera rechazada por Bolivia y Honduras. Es decir que lograron conseguir una abstención de estos dos países.

Es cierto que el vocero en el Consejo de Seguridad, en el Consejo de Derechos Humanos planteó que además del repudio a las medidas de Ortega, planteó que Brasil quería seguir, servir de puente. Pero en nuestras conversaciones quedó claro que hasta el momento Ortega no da muestras de querer tener ningún tipo de puente con nadie. Lo que quiere nada más, es que lo respalden. Esto me hace construir, con base en todas las conversaciones, que si seguimos trabajando para que estos Gobiernos y no solo Gobiernos de izquierda, fíjate, creo que también Gobiernos de otros signos políticos, puedan construir una plataforma que empuje en el sur y en la que se incorpore Brasil en función de construir caminos de retorno a la democracia y de retorno a las libertades en nuestro país. A mí me parece que Lula está más cerca de las posibilidades de asumir una posición como la de Petro y como la de la de Boric, que la de AMLO, definitivamente.

En Uruguay estuviste con el expresidente Pepe Mujica y su compañera Lucía Topolansky, expresidenta del Senado, con líderes del Frente Amplio, y también del Partido Nacional y el Partido Independiente. Uruguay no está gobernado por la izquierda. ¿Hay en Uruguay una visión predominante sobre qué significa la dictadura en Nicaragua?

Sí. El caso del Uruguay es un caso especial, porque efectivamente el Gobierno, que es de los blancos, gente de tendencia conservadora, claramente está en contra de Ortega. Tuve una entrevista con el presidente del Parlamento, y con la presidenta del Senado, que es también vicepresidenta del país, y ellos se han declarado totalmente en contra de las violaciones de derechos humanos de Ortega. El Frente Amplio, cuando fue Gobierno, sacó cinco resoluciones en contra de las violaciones de derechos humanos y hasta me las entregaron.

Estoy hablando del Gobierno. En el caso del Frente Amplio, fue hasta en febrero, después de las desnacionalizaciones, que emitieron un comunicado de consenso de todas las corrientes. Porque esta es una articulación que integra corrientes de todo tipo, y en la que predomina de alguna manera el movimiento de Pepe Mujica, pero hay presencia de los comunistas que siguen respaldando a Ortega.

Es muy importante que el Frente Amplio haya tomado esta posición, porque tal vez ahora será posible construir una posición global de consenso en Uruguay. Para mí que este país está claramente inclinado a repudiar a Ortega y es uno de los que puede jugar un rol en el concierto de Unasur o de la misma Celac, para empujar una clara definición de ruptura con las violaciones de derechos humanos del orteguismo.

Y a propósito del tema de derechos humanos: en Argentina estuviste con las representantes del Movimiento de las Madres de Plaza de Mayo y también con el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel. ¿Cómo se ve en Argentina la crisis de derechos humanos de Nicaragua y la represión que Ortega intenta justificar alegando que está siendo víctima de otro intento de golpe de Estado?

Madres de Plaza de Mayo, línea fundadora que preside Norita Cortiñas, ha tenido una posición claramente de repudio a las violaciones de derechos humanos que comete Ortega y no justifica bajo ningún concepto esas violaciones. El Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, me expresó total repudio a las violaciones de los derechos humanos y bastante información maneja él como parte de una red de derechos humanos muy importante en América Latina. Él está bastante informado y cree que hay otras entidades a nivel latinoamericano y me mencionó algunas que pueden jugar un mayor rol para modificar las posturas que todo el sur debe tener con relación a Nicaragua. Y lo más importante es que no cree en ese relato de golpe de Estado.

Hay que decir que nosotros hicimos un énfasis que es muy importante, y es que, sea que el Gobierno de Ortega fuera de izquierda o de derechas, no se puede admitir en el Siglo XXI que ningún Gobierno, en nombre de ninguna justificación, cometa los graves crímenes de lesa humanidad y los delitos contra los derechos humanos que ha cometido Ortega. Y creo que ese es un énfasis muy importante en todo nuestro trabajo de información y de difusión de lo que pasa.

Brasil, Argentina, Uruguay -se podría agregar a Chile- transitaron de dictaduras militares a procesos democráticos, descartando la vía armada a través de diferentes caminos y procesos. ¿Hay alguna enseñanza o lección de esta experiencia para Nicaragua que hoy está bajo un estado policial?

Sí. Fue muy importante conocer en particular la experiencia de Uruguay, en donde la dictadura impedía toda forma de organización al interior del país y obligó a miles de uruguayos a exiliarse. Y mientras tanto, había cientos de guerrilleros tupamaros que estaban en la cárcel. Algunos de ellos llegaron a estar 13 o 14 años, como Pepe Mujica y Lucía.

Ellos fueron capaces, desde el exilio, de construir una convergencia en la que participaban blancos, colorados, exguerrilleros, socialcristianos, provenientes de todas las corrientes, y articularse de una manera tal que pudieron organizar fuerzas de resistencia en el país y eso les permitió conseguir una modificación en la correlación de fuerzas que obligó a la dictadura a realizar un plebiscito. Obviamente, también había presión internacional.

Luego del plebiscito -en el que ganó el fin de la dictadura- poder hacer unas elecciones en las que también concurrieron de forma plural, las fuerzas que ahora constituyen el Frente Amplio que, dicho sea de paso, me pareció una experiencia muy novedosa porque hasta el día de hoy lleva 50 años de estar constituido como un mecanismo de articulación de fuerzas de diferentes corrientes ideológicas y de diferentes matices, pero logran presentarse de forma recurrente a los procesos electorales y subsanar o lograr superar las diferencias.

Me parece que es importante esta experiencia para los nicaragüenses, que obviamente estamos obligados a ser capaces de sobreponer a nuestras diferencias reales, las que tenemos por razones históricas, por razones de pensamiento, por razones de bandera. Ser capaces de sobreponernos a esa diferencia y construir un programa mínimo. Y como pasó exactamente ahí en Uruguay, un programa mínimo que nos comprometa a todos en un camino democrático, de libertades y justicia social.

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