Pido un poco de sentido común

Osmel Almaguer

La lluvia de ayer. Foto: Leandro Valdes

Marisela Ibáñez Betancourt (49 años).  Nacida en Alamar, Municipio Habana del Este, Ciudad de la Habana.  Nivel Medio-Superior de escolaridad.  Trabaja en el sector de la Cultura desde hace el año 1982.  Actualmente cursa el sexto y último año en la licenciatura de Estudios Socio-Culturales, en el sistema de la Universidad Municipal.

Marisela Tiene dos hijas, la mayor reside en Canadá, con su actual esposo, y la más pequeña vive aún con ella.  Su cónyuge trabaja para una empresa de importación lo que les permite vivir con cierta soltura económica y mantener en buen estado una de las pocas y confortables casas del reparto, heredada de sus abuelos, quienes antes del triunfo de la Revolución poseían varias propiedades.

HT: ¿Qué te llevó a tomar la decisión de realizar una licenciatura en esta etapa tan avanzada de tu vida?

Marisela Ibañez Betancourt: Como sabes, llevo muchos años de experiencia en esta galería de arte.  Tanto tiempo me ha servido para conocer bastante bien mi trabajo, del cual estoy enamorada.  Sin embargo, últimamente se le ha estado dando mucha prioridad a los recién graduados.  Incluso han puesto la licenciatura como condición a algunos trabajadores del sector para conservar sus empleos.  También es muy común ver a personas cuyas carreras nada tienen que ver con la cultura, como ingenieros y arquitectos, ocupando plazas de especialistas en literatura por encima de escritores que no son universitarios.  Con todos estos truenos creí que lo mejor era comenzar a estudiar.

HT: ¿Y la universidad municipal te pareció la mejor manera?

MIB: De hecho cuando entré no lo hice en la sede municipal, sino en el recién desaparecido Sistema de Educación a Distancia, cuya sede estaba en la Facultad Enrique José Varona, de la Universidad de la Habana.  Estuve como cuatro años intentando avanzar, pero por esa época la vida me puso pruebas muy duras, como la muerte sucesiva de varios familiares, que me impedían asistir a los exámenes académicos.  Luego se me presentó la oportunidad de entrar en la Sede Municipal de Alamar, y fue cuando comencé a avanzar hasta el punto de encontrarme a punto de terminar la carrera.

HT: ¿Entonces es más fácil aprobar las asignaturas en la sede municipal?

MIB: A mí, en mi situación concreta, me ayudó mucho cambiar de sede.  Porque no es lo mismo recibir clases dos o tres veces a la semana, teniendo un profesor que te explica cuando tienes dudas y te conoce a la hora de calificar exámenes, que aprender tú sólo las lecciones, y ser alumno de un sistema que siempre fue muy discriminado entre los profesores.  Ahora la “municipalización” de la universidad es también subestimada, pero sólo a la hora de valorar el prestigio de un título de graduado.

HT: ¿Quiere decir que resulta fácil matricular en las sedes municipales?

MIB: Antes era relativamente sencillo.  Yo, por ejemplo, entré gracias a una amistad que impartía clases allí.  Ahora todo se ha vuelto más complejo.  La entrada se ha restringido.  Con el proceso de organización que sufre el país ya cualquiera no puede cursar la carrera que desee.  El material humano calificado está siendo planificado por el ministerio de trabajo.  Así que salen a convocatoria las plazas que sean necesarias.  Creo que la única forma de entrar es mediante los centros de trabajo.  Me parece que el cambio ha sido radical.

Cuban leyendo. Foto: Elio Delgado

De hecho siempre me ha molestado un poco la forma en que se asumen las iniciativas en este país.  Se toma todo con mucha locura.  Se toma una decisión y al otro día todos tienen que correr para cumplirla con extremismo aunque se venga abajo el mundo.  Un ejemplo claro fue la conocida “zafra del 70.”

HT: ¿Y cómo te las arreglas para cumplir con tu trabajo, avanzar en el estudio y además llevar a cabo las tareas domésticas?

MIB: No me voy a vestir de heroína.  El tiempo es uno sólo y las energías se agotan.  No es posible hacer tres cosas bien en el tiempo de una.  Así que voy sorteando las dificultades como puedo, a medida que se presentan, y según la gravedad del asunto les doy prioridad.  A veces tengo que soportar los reclamos de mi esposo, o de mi hija, porque no me queda tiempo para ocuparme de ellos, y bien sabes que en esta sociedad el peso de la responsabilidad lo llevamos las madres.  Al final quedo mal con todo el mundo, pero la vida sigue corriendo y ya ves, estoy a punto de graduarme, lo que me hace mucha ilusión.

HT: ¿Cuáles son las razones de que no te hayas licenciado cuando terminaste el preuniversitario?

MIB: Me casé a temparana edad y tuve a mi hija mayor con 17 años.  Después de que se terminó el tiempo de la licencia de maternidad era imprescindible que comenzara a trabajar, pues mi pareja en aquel entonces ganaba muy poco.  Además, siempre me ha gustado ganar mi dinero, y no ser una mujer mantenida por su esposo.  Eso, además de ponerte en una posición desventajosa, no es ético en mi opinión.

Al oeste de La Habana. Foto: Caridad

Luego vino Lilian, la menor, y después la vida me fue poniendo un obstáculo tras otro, hasta que me olvidé de continuar mis estudios.  Recuerdo que cuando niña soñaba con ser periodista y salir en la televisión hablando.  Creía que esa gente debía ser muy importante, y de hecho lo son, pero no más que cualquier otra profesión u oficio, pues lo que cada uno debe aportar a la sociedad según su capacidad y talento.

Ahora sí que cuando me gradúe no habrá nadie que me ponga un pié delante.  Seré una profesional con experiencia.

HT: Eres digna de admiración por tener aún tantas ilusiones en tiempos tan difíciles, y a una edad en la que la mayoría de las personas ya se han resignado a la vida que les tocó vivir.  Te has planteado metas que estás a punto de cumplir y de seguro, cuando lo hagas, surgirán otras.  Es muy posible que llegues a sentirte realizada espiritual y profesionalmente.  ¿Tendría sentido todo este esfuerzo solo por la pequeña mejoría económica que obtendrás?

Uno debe tratar de unir lo útil a lo agradable.  O sea, tratar de ganarse la vida con lo que nos gusta hacer.  En mi caso, y no podría generalizar, pues como dijo Marx, “cada cual piensa como vive”, la mejoría económica no es importante, aunque no esté de más.  Gracias a Dios mi esposo gana suficiente dinero y de vez en cuando mi hija nos ayuda desde donde está.  Quiero decir que no tengo motivaciones monetarias, pero sí me gusta sentirme viva, y qué mejor manera que el trabajo para hacerlo.

No creo que sea digna de admiración más que cualquier mujer cubana.  A la que aprovecho esta oportunidad que me das para homenajear.  Ambos sabemos que la mujer ha sido víctima de incontables abusos a lo largo de la Historia, y no es que ahora está abogando por hacer justicia vengándonos de los hombres, pero se debe tener en cuenta este detalle a la hora de pensar en el sexo femenino.

HT: Por último, te haré una pregunta aparentemente ingenua y algo risible, muy utilizada incluso en la literatura para niños y jóvenes.  ¿Si apareciera el genio de la lámpara y te concediera un deseo, qué le pedirías?

MIB: Que le otorgara un poco de sentido común a nuestra especie, para que nuestras miserias –que al fin y al cabo no radican en las cuestiones verdaderamente esenciales- dejen de taparnos los ojos ante este panorama de destrucción que estamos propiciando, y que llevará, si no se toman medidas que ahora mismo no imagino, a la extinción del planeta y de la vida que en él hierve.