Moisés Hassan: “No puede haber salida negociada con Ortega”

Moises Hassan

El antiguo compañero de Ortega en la Junta de Gobierno considera que el dictador “golpea” para provocar una negociación que le permita conservas sus riquezas, impunidad y poder

Por La Prensa

HAVANA TIMES – Moisés Hassan, de 80 años, fue parte del Frente Sandinista que entró triunfante a Managua, tras derrocar a al dictador Anastasio Somoza Debayle, en julio de 1979. Fue uno de los cinco miembros de la Junta de Gobierno que, en teoría, asumió el poder, junto a Daniel Ortega, que hacía las veces de coordinador, Sergio Ramírez, el empresario Alfonso Robelo Callejas y doña Violeta Barrios de Chamorro.

Desde junio de 1985 renunció al Frente Sandinista y ha hecho carrera política aparte, generalmente con un enfoque crítico hacia sus viejos compañeros de partido.

En esta entrevista, Moisés Hassan afirma estar viendo una dictadura de Daniel Ortega “en alitas de cucaracha” que se siente obligada, según dice, a dar golpes y mostrar crueldad, para demostrar una fortaleza que no tiene. “Si ellos estuvieran sintiéndose fuertes, seguros, a salvo, su comportamiento sería menos cruel”, dice.

Considera improbable una salida negociada a la crisis de Nicaragua, en tanto que Ortega, afirma, entiende la negociación como “poner la soga al cuello”, aunque considera que el dictador está buscando una negociación que le permita mantener su riqueza, quedarse en impunidad con los crímenes cometidos, y dejar abierta la posibilidad de regresar al poder.

¿Cómo está la situación personal de Moisés Hassan?

Tuve que salir de Nicaragua porque había demasiados indicios de que podía caer preso. Salí de Nicaragua inicialmente a Estados Unidos a visitar a una hija y, de paso, a vacunarnos. Eso fue el 30 de mayo de 2021. En junio comenzó la cacería en Nicaragua. Mi familia y yo, y también aconsejado por una gran cantidad de amigos, decidimos que no convenía regresar en el plazo que habíamos pensado. Estuvimos un tiempo en Washington y luego nos trasladamos a Costa Rica.

¿Usted cree que si ha regresado a Nicaragua estaría preso?

Es muy probable. Obviamente uno no puede decirlo con absoluta seguridad pero es muy probable, en vista de la cantidad de gente a la que han echado presa de una manera absolutamente arbitraria y al gusto y antojo de quienes toman esas decisiones. La probabilidad de que me hubieran echado preso es bastante más alta que la probabilidad de que no lo hubieran hecho.

¿A qué atribuye usted estas “cacerías” de opositores?

Primero, a amedrentar a la inmensa mayoría de los nicaragüenses que estamos en contra de ellos y, segundo, darle fortaleza y ánimo a sus seguidores.

Los presos políticos tienen un tratamiento diferenciado al que reciben los presos comunes. ¿Eso para usted tiene algún propósito?

Por supuesto. Al preso común hasta se le pone en libertad para que se convierta en apoyo beligerante y ande masacrando, golpeando, y haciendo barbaridades. La intención es saber que si caés preso por razones políticas vas a recibir un tratamiento fuera de toda norma: aislamiento, mala comida, falta de tratamiento médico, el no ver a tu familia, dormir poco, y otras. Es un trato especialmente duro, porque saben que ese trato no queda oculto, que la gente lo sabe y eso hace más difícil que otras personas se rebelen.

¿Esa crueldad tiene que ver con cálculos políticos o con la naturaleza de los carceleros?

En parte es lo segundo. Hay gente que tiene propensión a la crueldad, a la maldad, a la tortura de la gente y a hacerla sufrir. Hay también algo de desesperación. Es un cambio grande el que han experimentado. Pasar de ser gente que no tiene mayores privilegios, sin mayor educación en la mayoría de los casos, a pasar a sentirse amos y señores del país. El mero pensamiento de que puedan perder ese estatus e, incluso, que puedan enfrentar la justicia por los delitos en los que han incurrido, hace que cualquier sentimiento que pudieran tener de humanidad o de respeto a los seres humanos, desaparece. Los sentimientos humanos son barridos por el horror a regresar a la situación anterior o, peor, a una situación empeorada.

¿Cómo ve la salud de la dictadura?

En alistas de cucaracha, diríamos. Esta sumamente debilitada, y eso explica también su comportamiento. Por eso necesita fortalecer los apoyos que le quedan para que no se le desgranen. Hay desesperación. Si ellos estuvieran sintiéndose fuertes, seguros, a salvo, su comportamiento sería menos cruel. En el discurso del miércoles se ve un intento descarado de mantener felices a las fuerzas de la Policía y del Ejército. Saben que necesitan hacer eso, porque ya hay mucha gente vacilante ahí.

Ortega arremete contra la iglesia Católica, contra los países y organizaciones internacionales… Eso de pelearse con todo el mundo parece un acto suicida más bien.

Es parte de su lucha por sobrevivir. Con estos golpes tratan de demostrar fortaleza a los suyos y atemorizar a la inmensa mayoría que estamos en contra de ellos. Por otra parte, yo así lo creo, él está tratado de encontrar una solución arreglada que permita que no ocurra ese cambio brusco, terrible, al que ellos temen. No les han permitido la salida que ellos quieren. Entonces golpea más. Es una forma de decir: Sigo golpeando duro, porque si ustedes me dieran la salida que yo quiero, dejaría de estar haciendo las barbaridades que hago. La salida que él desea, estoy convencido, es salir tranquilamente y regresar posteriormente al poder cuando las aguas se calmen. Conservar el poder absoluto sería lo ideal, pero si no puedo conservar el poder absoluto, buscaría una salida que conserve suficiente poder, riquezas, que quede tranquilo en impune y en posición de poder presionar para después regresar al poder.

¿Cómo ve a Daniel Ortega?

Daniel Ortega no cree en compromisos, no cree en cumplir acuerdos. Es un personaje que no cree en nada más que lo que a él le gusta y le conviene. Absolutamente inescrupuloso. Él no siente que pueda renunciar. Su mente no debe funcionar bien. No se puede confiar en él. Él mismo lo dijo la vez pasada: dialogar es ponerse la soga al cuello. Así que, desde su punto de vista, si yo dialogo con alguien es para ponerle la soga al cuello, y si los demás quieren dialogar conmigo es para ponerme la soga al cuello. Él actúa como el ladrón que cree que todos son de su condición.

Del otro lado no se ve oposición.

La oposición está totalmente fraccionada. Hay algunos esfuerzos, hay que reconocerlo. Existe un espacio de diálogo. Organizaciones un poco dispersas y que confiamos lleguen en algún momento a unificarse alrededor de una estrategia y de un liderazgo. En esto, desafortunadamente, la historia de Nicaragua trabaja en contra de nosotros. En nuestra historia ha habido tanto chanchullo, tanto pacto, tanta puñalada, que la gente queda temerosa. Así que tiene sentido mirar con mucha cautela las disputas por liderazgos.

¿Moises Hassan ve improbable una salida negociada para esta crisis?

Para decirte la verdad, podría ocurrir una negociación, pero no sería una salida. Cualquier negociación con Ortega significaría que Ortega logre algunos de sus fines. No puede haber salida negociada con Ortega, con personas que no están acostumbradas a cumplir ningún acuerdo. Podríamos hacer una lista de los acuerdos no cumplidos. Una solución negociada no es posible porque al final desembocaría en una situación en la que sería simplemente ganar tiempo. Para Ortega sería quedarse en impunidad, con sus riquezas usurpadas y con la posibilidad de regresar al poder, él o su familia.

Si no es negociada, ¿qué salida le queda a Nicaragua?

Ortega debe sentirse tan terriblemente solo, nacional e internacionalmente, y la población debería hacer acciones que pongan a temblar a Ortega. Es difícil, pero se pueden hacer acciones para que se desgranen las bases de Ortega y que eso permita que la población organizada pueda emprender esas acciones que hagan que Ortega se quede totalmente solo y busque como irse del país. Colocar a Ortega en una situación que diga: Mejor me voy del país, rescato algo de lo robado, no enfrento la justicia y tal vez después vuelvo.

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Plano personal

Moisés Hassan Morales es hijo de un inmigrante palestino vendedor de telas y una nagaroteña. Nació el cuatro de mayo de 1942, y es el segundo de seis hijos.

Es ingeniero civil y doctor en Física. Fue ministro de la construcción, viceministro del interior, alcalde de Managua y candidato presidencial en 1990, cuando Violeta Barrios ganó las elecciones.

Fue miembro de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional junto a Daniel Ortega después de la caída de la dinastía de los Somoza.

Dice que desde pequeño fue rebelde y eso casi le cuesta la vida. A los doce años después de salir de clases y sin permiso de su madre se fue a bañar a la laguna de Tiscapa y casi se ahoga porque no sabía nadar. Fue cuñado de Rosario Murillo. Su hermano mayor, Anuar Hassan, estuvo casado tres años con la actual esposa de Daniel Ortega a inicios de los setenta y tuvieron un hijo que falleció en el terremoto de 1972.

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