La realidad paralela de Cuba

Al menos el mandatario admitió fallos en la conducción económica del país, pero según él se cometieron por las presiones externas.
Por Francisco Acevedo
HAVANA TIMES – La entrevista hecha pública esta semana entre el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel y el periodista brasileño Breno Altman demuestra una vez más que la alta dirigencia de este país vive en una realidad paralela muy diferente a la del resto de los habitantes de Cuba.
No ha variado un ápice el discurso de que la culpa está en el bloqueo económico y financiero de Estados Unidos, y que ellos sufren terribles campañas mediáticas para tergiversar la verdad, cuando son ellos los que todo el tiempo tratan de enmascararla.
Sin embargo, apenas comenzada la entrevista ya metió la pata, porque dijo que con bloqueo o sin bloqueo el modelo socialista se mantendría. Entonces el problema no es el bloqueo, es la terquedad.
La primera gran mentira, y quizás la más grave, es negar la existencia de presos políticos en Cuba. Desde Luis Manuel Otero Alcántara a Maikel Osorbo, pasando por José Daniel Ferrer, son cientos los ciudadanos cubanos tras las rejas por hacer público su descontento con el régimen
“Hay presos por cometer delitos, cuando son juzgados por la justicia, con debido proceso, de acuerdo a las normas de nuestra Constitución, nadie los está condenando por no estar con la Revolución o no, sino por las acciones vandálicas y delictivas que cometen”, dijo.
De nada sirven las denuncias documentadas de varios organismos internacionales, los testimonios de los propios implicados o incluso las mismas actas de condena, en las cuales se maximiza cualquier atisbo de “ilegalidad”.
Todos son unos mentirosos y forman parte la plataformas financiadas desde el extranjero para desestabilizar el país, pero por otra parte se pasa la vida pidiendo dinero a los ciudadanos en el exterior.
“Como no tienen ningún apoyo popular, caen muchas veces en hechos que son de delito y promueven hechos vandálicos, hechos terroristas, agresiones, atentados contra la seguridad nacional, contra la seguridad pública, contra el orden interno del país”, aseguró Díaz-Canel en el material televisivo transmitido durante el ya tradicional podcast Desde la Presidencia.
Al menos esos tres que mencionamos, para no ir demasiado lejos, no protagonizaron ningún hecho vandálico, sino que se les criminaliza por su disidencia activa, enmascarada en las draconianas leyes que estigmatizan todo lo que vaya en contra del actual sistema político.
En un autorretrato de la mayor crudeza, acusó a la prensa internacional e independiente y a las redes sociales de construir “una Cuba virtual que no tiene nada que ver con la Cuba real”, mientras supuestamente anotaba y hacía tachones en una libreta sin mirar a los ojos a su entrevistador y hablaba más de Estados Unidos que de Cuba.
La creciente represión contra activistas, periodistas independientes, artistas y ciudadanos que expresan descontento con el régimen no existe en su imaginario, ni los más de mil prisioneros políticos en la Isla, muchos de ellos detenidos tras las históricas protestas del 11 de julio de 2021 y durante manifestaciones posteriores.
Para Díaz-Canel no existe descontento popular, la represión y la intimidación constantes son apenas un invento externo y los opositores no son más que criminales comunes.
De alguna manera la comunidad internacional le avala, porque ciertamente no ha vuelto ocurrir una protesta al nivel de aquella, pero basta con ver las imágenes de las golpizas y sobre todo, los arrestos y condenas posteriores, para entender por qué los cubanos no se manifiestan libremente. Debe resultar sospechoso que en ningún país del mundo unas protestas de ese nivel se detienen de pronto, sin que se haya variado nada en el panorama interno.
Al menos el mandatario admitió fallos en la conducción económica del país, pero según él se cometieron por las presiones externas. O sea, que la fallida Tarea Ordenamiento, la mentalidad importadora del país, la falta de inversión en sectores estratégicos como la agricultura y las fuentes renovables, y problemas graves como la corrupción, la ineficiencia administrativa y la fuga de profesionales son por culpa del gobierno estadounidense también.
“No hemos sido eficientes gestionando los pocos recursos disponibles”, fue lo más lejos que concedió, pero remachó diciendo que la falta de repuestos e imposibilidad de realizar inversiones tienen en crisis a las termoeléctricas obsoletas, así que el bloqueo tampoco se salva del mayor problema actual de Cuba.
“No hemos hecho las inversiones necesarias en la agricultura y en la producción de alimentos”, agregó. Pero entonces, ¿cómo en plena cara de los cubanos se construyen hoteles lujosos? No basta con admitirlo, hay que rectificar. En ese mismo instante debió decir, “hemos rectificado y ahora mismo se está invirtiendo tanto en agricultura, en la producción de medicamentos, en transporte, etc.”. Sectores más importantes para el destino de las inversiones hay de sobra en este país.
En vez de eso, volvió al discurso patriotero de apelar a la resistencia (de los demás, porque él y sus familiares y acólitos no sufren ninguna de esas calamidades), la unidad del pueblo y los valores éticos de la Revolución, lo cual no es más que la prueba del fracaso rotundo de un modelo que insiste en culpar a otros mientras evade responsabilidades propias.
Insistió en que con un solo partido hay más democracia que con varios, algo completamente ilógico y que la realidad mundial demuestra con creces. En su opinión, sin alternancia política hay democracia, cuando el presidente propone y nadie le rebate hay democracia, y cuando no hay elecciones libres hay democracia.
Al final ese es el resumen de la perorata de siempre, las mismas justificaciones de hace más de 60 años. No son incapaces, son víctimas, cuando las verdaderas víctimas somos quienes debemos soportar apagones eternos, alimentarnos mal, no tener una adecuada atención médica, no tener libertad de movimiento ni de pensamiento y un larguísimo rosario de carencias de todo tipo, hasta de conectividad gracias al reciente tarifazo de Etecsa.
Solo queda para la población la resignación, sin siquiera el derecho ciudadano de protestar y exigir mejoras, porque quien se queje en redes sociales puede estar una década preso y quien salga a la calle mucho más.
Esa es la realidad paralela en la que desgraciadamente vivimos la mayoría de los cubanos.