La odisea de recobrar un diente en Cuba

HAVANA TIMES – La salud bucal está muy relacionada con la calidad de vida de las personas. La pérdida de los dientes tiene un alto impacto en la autoestima, por lo que provoca un estrés severo. En Cuba cada día se hace más difícil reconstruir una pieza dental, hacerse una limpieza bucal o ponerse un implante, por los precios tan altos que hay que pagar. Mientras en el mundo las clínicas dentales realizan diseños de sonrisa y banqueamiento con métodos sofisticados, Yanitza Lezcano, de 34 años, sufre la pérdida de un solo diente y vive en una lucha constante por mantener su equilibrio emocional.

Havana Times: ¿Cuál es tu profesión?   

Yanitza Lezcano: En estos momentos me desempeño como Especialista en Museología, en un museo de la Habana Vieja.

Imagino que es un trabajo que disfrutas mucho. 

Si, soy de las pocas personas afortunadas que trabajan en lo que les gusta. En estos tiempos tan difíciles es un consuelo, aunque en realidad, si pienso bien en estos tiempos, de seguro hubiera escogido otra profesión.

¿Cuál?

La estomatología. Es una gran ventaja económica. En mi caso el provecho también sería estético.  Hace mucho que no puedo socializar con los visitantes del museo, mucho menos reírme. He tenido hasta que adoptar una nueva posición en los labios para que no se me note la falta de un diente. Sé que parece excesivo, pero ¡yo trabajo con el público! 

Supongo que esta situación te provoque mucho estrés.

Perder una pieza dental es un gran trauma en la Cuba de hoy, mucho más si eres  joven. En mi caso nunca me preparé para eso. Siempre tuve mis piezas en buen estado. Asistía con frecuencia al dentista y tenía una higiene bucal impecable. No te imaginas cómo la vida cambia cuando te enfrentas a esta situación.

¿Qué sucedió con tu diente?

Parecerá cosa de humor negro, pero todo comenzó con una piedra en el pan de la bodega.  Ya sé que es una situación bien surrealista, esa piedra trastocó mi vida para siempre. Mi alegría había terminado en un segundo. Siempre he sido muy sociable, amo cantar, reír, compartir con mis amigos y en el trabajo me consideran persona vitamina. El costo sicológico ha sido tremendo.

Cuéntame, ¿qué hiciste?

Tuve que enfrentarme a los pensamientos obsesivos. Me pasaba horas queriendo ir a la empresa de Pan y Dulce que dirige la distribución y elaboración del pan. Fantaseaba con tener una gran disputa con los panaderos y desahogarme. Sinceramente, terminaba exhausta. No me daba cuenta de que no podía hacer nada. No me reconocía frente al espejo. En mi trabajo pedí unas vacaciones, por suerte tenía un mes. Entonces pensaba que en ese tiempo podría extraerme el diente partido y ponerme un implante.

Tengo entendido que los departamentos estomatológicos de los policlínicos apenas tienen recursos.

Sí, como en todas partes. Lo primero fue aceptar lo que me estaba sucediendo, entender que vivía en Cuba, donde las condiciones de la salud pública han cambiado tanto para mal. Fui a una clínica dental a ver a una estomatóloga amiga de una vecina. Con ella indagué cómo era la cosa, y los precios. Estaba convencida de que en ese mes resolvería todo.

Para mi sorpresa por una extracción tuve que pagar 1200 pesos moneda nacional y el implante me costaría 20000. Claro, cuando ella tuviera todos los recursos a su alcance: anestesia, material quirúrgico, etc. Todo comprado por sus propios medios a personas que viajan al extranjero y lo traen para vender. Hasta los guantes tiene que pagarlos, porque ya el Estado apenas abastece y, cuando lo hace, es con productos de muy mala calidad. La extracción pude resolverla con el pago de mis vacaciones, limitando la obtención de alimentos; pero el costo del implante era impensable. Decidí primero someterme a la extracción y después enfocarme en qué podía vender para obtener el dinero que me faltaba.  Todavía estoy en eso.   

La clínica es estatal, pero funciona por gestión privada. Si los médicos no compran los productos, utensilios, etc. no pueden trabajar. Hasta hace unos años, se le hacía regalitos a los médicos para que te atendieran mejor, ahora hay que pagar por el servicio, porque ellos tienen que recuperar el dinero que invierten. Y aún se sigue diciendo que la salud es gratuita. ¿Cómo resulto la extracción?

Todo fue un éxito y el trato, por primera vez, exquisito.

¿Y después?

Reconocerme frente al espejo con ese espacio entre mis dientes me regresó a la depresión. Sé que puede parecer una tontería cuando en nuestro país existen tantas carencias. Pero en mi trabajo es fundamental la presencia física y la dinámica social. La posibilidad de perder mi empleo es algo que no puedo asumir. Tampoco quería presentarme así a trabajar. Al terminar las vacaciones presenté un certificado médico por depresión.

Durante ese tiempo modifiqué un poco mi forma de hablar. Apenas muevo los labios. La vorágine cotidiana por la búsqueda de alimentos y la falta de transporte me ha favorecido hasta hoy porque mis compañeros, siempre de prisa, algunos con otros trabajos ilegales por hacer, no han reparado en mi cambio. A los pocos que lo han hecho les comento de un empaste que me está dando problemas.  Voy ganando tiempo: vendiendo mi ropa, unos libros de arte, algunos adornos y vajillas familiares con la esperanza de lo más pronto posible reunir todo el dinero que me falta para el implante.

Es triste. Hay muchas personas, algunas conocidas, que pierden dientes o andan con las muelas partidas como si nada. No pueden hacer otra cosa, no todos pueden disponer de entre 800 y 1200 pesos para hacerse una simple extracción o una reconstrucción. Imagínate con un salario de 4500 pesos, y hay que tener en cuenta si tienes hijos, familia. Sin contar que mucha gente gana un salario menor. He visto personas de 50 años que parecen de 60, porque la prioridad es el día a día, el plato de comida en la mesa. 

Ahora ¿a qué nuevos desafíos te enfrentas?

Es curiosa la pregunta. Mi nuevo desafío es desandar las calles en busca de pasta dental, ya esto es más que surrealista ¿no crees? Llevo una semana lavándome los dientes con jabón.

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