Fernando Pérez: el 27N fue un viaje al futuro
Por Mario Luis Reyes (El Estornudo)
HAVANA TIMES – En la noche del 26 de noviembre, la Seguridad del Estado cubano irrumpió por la fuerza en la sede del Movimiento San Isidro (MSI), ubicada en la calle Damas 955, y desalojó a una quincena de personas que llevaban más de diez días acuarteladas en el interior de la edificación, algunos de ellos en huelga de hambre, exigiendo la liberación del rapero Denis Solís.
El operativo, realizado en medio de un apagón de redes sociales provocó la indignación de cientos de artistas que, hastiados de la censura, la falta de libertades y la actitud insolente del Gobierno, se plantaron al día siguiente frente a la sede del Ministerio de Cultura (Mincult) para exigir un diálogo con el ministro.
Entre las personas que se sumaron al grupo que se dio cita fuera del Mincult el 27 de noviembre una de las mejor recibidas fue el cineasta Fernando Pérez, quien prometió que intercedería ante los funcionarios para que escucharan a los jóvenes.
Poco tiempo después, el autor de películas como Clandestinos, Madagascar, Suite Habana y José Martí: El ojo del canario comparte sus principales impresiones acerca de lo sucedido aquella noche y los días siguientes.
MLR: ¿Usted conocía el Movimiento San Isidro anteriormente? ¿Estuvo al tanto de la huelga de hambre y el cerco policial? ¿Qué opinión tiene sobre el MSI y los artistas independientes que lo componen?
FP: Conocía muy poco del MSI, pero sí de su existencia. En la prensa nacional, que yo recuerde, nunca se publicó sobre ese grupo. Sabía de ellos por algunos amigos jóvenes que me comentaban sobre las redes sociales. No soy habitual de las redes. No tengo Facebook, Twitter, ni otra red social por decisión propia.
Creo que para los jóvenes la red es muy positiva, pero por otro lado es un espacio tan abierto que se puede convertir en algo adictivo. Va desde los criterios más pensados y profundos hasta otros más superficiales y directos que no son sustanciales. Y estar discriminado sobre todo eso es difícil.
Supe últimamente, de oídas, que estaban en huelga de hambre Luis Manuel Otero Alcántara y otros, pero con algunas peticiones enfocadas a que no los reprimieran y otros reclamos que no entendí.
Lo sucedido con el MSI fue el detonante de lo que ocurrió el 27 de noviembre, pero no fue la única motivación. Cuando fui para allá no sabía cuáles eran las demandas, pero conozco a muchos de los jóvenes del cine, las artes plásticas y la literatura que allí se encontraban, por lo que sabía, sentía y comprobé que esos reclamos estaban encaminados tener más participación y a ser escuchados.
Los jóvenes exigieron el derecho a la libertad de expresión, a que no se reprima el disenso y que no haya expresiones de odio a través de ese sistema tan terrible que son los actos de repudio.
Ese conglomerado de jóvenes, ligados a la cultura y la creación artística, se definía principalmente por su diversidad. Allí no había ninguna tendencia predominante, no había nada que signara la definición del grupo que no fuera justamente la diversidad, y ahí estaba lo nuevo y lo hermoso. Esa posibilidad de un nuevo lenguaje, y el reclamo de diálogo al Ministerio de Cultura, que debería representarlos… Pero ellos no se sienten representados por el no reconocimiento, el no diálogo, y la no existencia de la disposición a dialogar y reconocerlos.
Cuando se logró que entrara un grupo representativo elegido por los allí presentes, había miembros del MSI, y había dos reclamos en ese sentido: que se reanalizara el caso del rapero Denis Solís, que se revisara la legalidad de lo que hizo, incluso cuando muchos no estuvieran de acuerdo con su accionar, y que, por humanidad, a Luis Manuel Otero Alcántara se le liberara y no se le sometiera a más asedio y represión.
Para mí, participar fue una experiencia inolvidable, porque se argumentaron todos los reclamos con mucha profundidad, con afán de diálogo. Se dijeron cosas muy duras, se hizo mucha catarsis también, eran inevitables. Pero se llegó a un consenso final y yo salí de allí con la idea de que ese diálogo iba a continuar. Fue como un viaje al futuro, y eso es lo que a mi entender marca al 27 de noviembre como un momento importante en nuestra realidad.
¿Qué opinión tiene sobre el debate que se dio esa noche dentro del Mincult?
La impresión que tengo, y la he conservado en estos días, es que fue como un viaje al futuro. Me conmoví al ver cómo muchos jóvenes se expresaron, reclamando, expresando su disenso, pero queriendo participar, y hablando de Cuba como lo más importante. El amor a Cuba como lo más importante.
Para mí fue, a nivel emotivo, como una prefiguración de todo lo que puede ser y lo que se puede lograr. Allí eso existió, y se logró. A pesar de que fue una manifestación evidentemente política, lo que la define, en mi opinión, es que fue una manifestación poética. Eran artistas los jóvenes que estaban allí. Con una sensibilidad muy especial, con ideas muy concretas y con deseos de expresarlas.
De ese viaje al futuro he regresado en estos días. Hemos vuelto a la realidad en la que se ha roto el diálogo, y el escenario ahora propicia la fragmentación, los descreimientos, los atrincheramientos por ambas partes.
Vamos a ver qué pasa. Yo en este momento no veo el horizonte, pero este tiene que estar ahí, porque nos toca a todos, y de todas las generaciones, lograr ese diálogo. Y ver cómo se encuentra esa posibilidad de nuevo lenguaje. Ese lenguaje está ahí, lo traen los jóvenes, y hay que escucharlos. Vamos a ver cómo eso se logra.
Usted dijo que pediría al Mincult que recibiera a los jóvenes y que sería el inicio de un nuevo lenguaje. ¿Se siente decepcionado con la ruptura del diálogo? ¿Será aplazado o es inevitable?
El diálogo es inevitable, tendrá que existir, lo que ahora, en este momento, según lo veo, hay una contracción, una ruptura, y el escenario no es el mismo del 27 de noviembre. ¿Cómo se logrará? En este momento no lo sé. Estoy reflexionando mucho al respecto. Es un momento de reflexión, de encontrar desde la individualidad una respuesta que pueda ser colectiva.
Yo antes que todo creo que para que haya diálogo tiene que haber voluntad para ello y no puede seguir habiendo posiciones extremas. De un lado no pueden seguir reprimiendo con la policía a quienes se expresen de una manera distinta. Tiene que haber, de verdad, una apertura para recibir la diversidad. Del otro lado también se tiene que entender que no todo es negociable.
Hay que ir discutiendo poco a poco, no todo va a cambiar de un día para otro. Eso no es hacer concesiones ni de principios ni de nada. Hay que entender que el grupo que pide el diálogo representa a una diversidad.
Yo no participé en las decisiones internas del grupo de los 30. No puedo juzgar eso y no lo hago, pero hay que seguir insistiendo en el diálogo y por lo tanto hay que expresar una voluntad para eso. El escenario irá cambiando y el lenguaje se irá modificando. Eso puede parecer ilusorio, pero creo que es la única vía. El respeto, escuchar al otro y mantener los criterios de uno para que sean escuchados. Los disensos hay que discutirlos hasta que se encuentre una solución.
Nuestra realidad es compleja. Han pasado muchos años sin haber escenarios como el que se propició el 27 de noviembre, y eso hay que cuidarlo mucho. En este momento las perspectivas no son tan emotivas como lo fueron el 27 de noviembre, pero el horizonte está allí. Ojalá lo veamos entre todos.
¿Qué opina usted sobre la cobertura que está realizando la prensa cubana sobre el MSI y los sucesos del 27 de noviembre?
Desde los medios de comunicación nacionales, considero que se ha mantenido en estos días una avalancha de información que, desde mi punto de vista, es incompleta. Ese es uno de los problemas de nuestros medios de comunicación.
Es una prensa que no completa las informaciones y está dirigida generalmente a manifestar un solo punto de vista. Pienso que eso se ha ido convirtiendo en un serio problema y fue planteado en el Mincult el 27 de noviembre y ha sido planteado a lo largo de distintas reuniones. Espero que realmente se logre modificar.
Por otra parte, rechazo participar en las redes sociales, sin dejar de reconocer su carácter positivo como herramienta de comunicación muy libre, pero también muy contaminada.
No estoy al tanto de las redes, realmente, En primer lugar, porque me cuesta mucho trabajo a través de mi Internet, pero si pudiera tampoco estaría mirando tanto. Es una avalancha que, si bien engloba mucha diversidad de criterios, siempre va a una sola mirada.
No puedo juzgar las redes porque no las estoy consultando. Me llegan cosas interesantes que me envían amigos, pero también se dan muchas miradas sesgadas. Los medios de comunicación, en general, están enfrentando una visión donde a veces queda fuera la complejidad de lo que realmente está ocurriendo.
La historia irá poniendo en su lugar cada hecho. De forma inmediata también; no hay que esperar a que pase el tiempo para que eso ocurra. Pero la inmediatez a veces crea reacciones apasionadas y extremistas por lo que se está viviendo, que luego el tiempo coloca en su lugar. Entonces sí se podrán analizar todos estos hechos con el sentido que deberían tener. Eso vendrá, más allá de las manipulaciones comunicativas.
¿Usted leyó la carta enviada por los artistas al Mincult por la que se desestimó el diálogo? ¿Qué le parecieron las peticiones que hicieron los artistas?
Yo la leí cuando el Mincult la publicó rechazándola. Mi contacto con el grupo de los 30 llegó hasta que yo les mandé mi apoyo como acompañante de lo que plantearan, pero no conocí esas demandas. Más allá de los calificativos que hace el Mincult, había demandas innegociables, y ya eso marcaba un punto de vista bastante absoluto.
El hecho de que se pidiera, y ellos tienen sus argumentos para plantearlo, que no fuera con el organismo, sino con el presidente colocaba el diálogo a un nivel que no fue el que se planteó al inicio. No se había efectuado todavía el primer encuentro con el ministro de Cultura. Creo que se debía primero dar ese paso para reclamar los otros. Ahí hubo un punto propicio para que se dijera que no hay negociación.
No me gusta valorar los hechos valor a través de las tácticas y estrategias políticas. Pienso que ahí hubo planteamientos que eran un punto de no retorno, y se propició un escenario para la ruptura.
Es lamentable que eso haya ocurrido, porque entonces los términos de intolerancia son los que prevalecen. Habría que ver cómo eso ahora se plantea, a dónde llegaremos, qué pasará. ¿Habrá de verdad voluntad de diálogo por ambas partes? Vamos a ver. Eso tiene que retomarse. Ver en qué condiciones y cómo. Es una situación que demuestra la complejidad de lo que se está discutiendo.
Usted suele caminar bastante por La Habana. ¿Cómo la ha sentido este 2020?
No sé si recordarás, pero al final de mi película La vida es silbar el personaje de Bebé termina en un monólogo diciendo que ella decreta la felicidad absoluta de todos los habaneros en el año 2020.
Yo lo recuerdo y pienso: es la profecía más equivocada de la historia de la humanidad. Pero es que este 2020, no solo para Cuba, sino para todo el mundo, ha sido un año en que todo se ha virado al revés. La humanidad está enfrentando un callejón sin salida al que nos ha llevado un desarrollo que no tiene en cuenta la naturaleza. Todo lo que conocemos de este mundo, cada vez más desigual e injusto, se ha expresado en la epidemia del coronavirus.
Cuando se decretó la cuarentena en Cuba yo estaba a dos semanas de comenzar el rodaje de mi próxima película, Rikimbili o el mundo de Nelsito.
Realmente lo tomé con tristeza porque era una contrariedad, pero los tres primeros meses los aproveché en mi casa para reflexionar sobre dicha película, ajustar cosas. Fue positivo, aparte de que fue un tiempo de lectura, de encontrarse a uno mismo otra vez.
La pandemia aquí fue enfrentada con mucha eficacia. Se crearon sentimientos de solidaridad, de apoyo, y realmente fue una primera etapa que se vivió con mucha esperanza de que iba a pasar rápido.
Luego vino el otro rebrote y se ha hecho demasiado larga la situación. También han crecido los problemas económicos. A partir de que la economía mundial se hunde, la nuestra, que es la más endeble de todas, ha pasado por un momento de escasez, de contracción, de enfrentar problemas cotidianos que te absorben.
Todo eso se hace sentir en la psicología individual y colectiva, por lo que es un momento de crisis social efectiva. Recrudecida también por medidas del gobierno de Trump (que afortunadamente ya no va a estar): menos remesas, más bloqueo, menos diálogo, más agresión. Mientras tanto aquí no se acaba de encontrar una vía para todos los problemas internos que tenemos, económicos y de aperturas.
Todo eso ha coincidido en este año fatídico del 2020, y aquí en diciembre estamos esperando que el cambio de año sea un verdadero cambio.
No pierdo la idea de que, para Cuba y el mundo, el 2021 represente una reconciliación con la naturaleza. Y que esta experiencia dramática y fuerte sea una lección para que vivamos en armonía con el planeta y las energías, y con el sentido del individuo para lograr ese mundo mejor.
Si tuviese que rescribir ahora La vida es silbar, para qué año decretaría la felicidad de los cubanos.
Decretar la felicidad absoluta es una utopía, y muchas veces las utopías son irrealizables. El sentido de La vida es silbar apunta a que la felicidad de cada individuo radica justamente en el proceso de buscarla. Eso, pienso yo, es un proceso constructivo, de conocimientos y sensibilidad, que pasa por buscar la felicidad propia y del otro.
Ese sentido de la felicidad es individual, la mía no tiene que ser la tuya, pero hay que entender la de cada uno. Ese es el principio del diálogo. La felicidad de todos parte justamente de entender que nuestro mundo y nuestra realidad es diversa y plural, distinta para cada cual… Pero tenemos que compartir ese espacio.
Y dentro del planeta el espacio de Cuba tiene que llegar a eso; no pueden continuar los desencuentros a través del odio, los extremismos, los dogmatismos, las represiones, la no libertad de expresión. Van a surgir conflictos. Los conflictos van a seguir.
No quiero que mis palabras se entiendan como «conciliatorias». Estoy hablando del entendimiento. Pero para que haya entendimiento hay que superar muchísimas heridas y conflictos que no van a sanar de un día para otro. Eso es lo que, como sustrato, ha hecho que en este momento el diálogo no haya continuado. Pero ya te digo: el horizonte, sin fecha, está ahí.
Muy inteligente el analisis de Fernando Perez mas alla de cineasta. Habra que llegar a un consenso en el arte y en general.