Cambiar la Institución “Arte” por la experiencia Arte

Por Amrit

Angel Alonso

HAVANA TIMES, 2 oct. — Al artista visual Ángel Alonso lo conocí por los años 90 en un callejón de la Habana Vieja donde un grupo de pintores y artesanos intentaban comercializar sus trabajos.   Yo vendía unos collares de barro, y cuando atravesaba el adoquinado suelo de la calle llamando la atención por la resonancia de mis tacones, recuerdo su sonrisa entre una amalgama de rostros que se han difuminado en la desmemoria.

Hace unas semanas nos cruzamos en el parque de la Fraternidad y le propuse una entrevista para Havana Times.  Con mucha dificultad por mi parte para concertar una cita, él accedió a responder las preguntas por e-mail.

HT:  Háblame de tu infancia, de tu entorno familiar.

Ángel Alonso:  Mi infancia transcurrió con mucho movimiento y cambios de casas y escuelas; mis padres siempre se estaban mudando con el propósito de independizarnos del resto de la familia.  Era un entorno favorable y recibí mucho afecto, pero los cambios de escuela, ser siempre el recién llegado, me trajo algunos problemas.  Cuando yo llegaba ya estaban formados los grupos de amigos y yo me sentía como el cowboy solitario de las películas cuando llega al pueblo y pide un vaso de leche en el bar.  Bastaba que me comenzara a identificar con un barrio o con un grupo de alumnos y de nuevo tenía que salir andando.  Esto se convirtió en un patrón que se ha repetido toda mi vida.

HT:  ¿Cuándo y cómo ocurre tu encuentro con el arte?

AA:  Creo que el encuentro con el arte es natural, a todos los niños les gusta dibujar o hacer figuras de plastilina, lo que pasa es que luego, cuando crecen, se dedican a otra cosa.  Yo decidí seguir, así que después de la primaria matriculé en la Escuela provincial de Artes Plásticas de 23 y C y luego seguí para San Alejandro, donde me gradué.

HT:  Cuando te conocí en aquel callejón de la Habana Vieja, eran los años de aquel Período Especial que tanto transformó la vida práctica, la ideología, las esperanzas de los cubanos.  ¿Tu pintura entonces, era  expresión de aquella convulsión, aquel extravío general, aquellas balsas que se  lanzaban al abismo del mar buscando un escape?

AA: Mi pintura surgió precisamente de esa convulsión, porque en realidad yo estaba desarrollando desde los 80 una obra no pictórica.  Trabajaba instalaciones con objetos, pero aquel lenguaje tan radical no encontraba compradores y la pintura sí.  Entonces comencé con la idea de hacer unos paisajes paralelamente a mi trabajo como artista instalador, pero no me sentí bien y me solté a pintar libremente y de ahí se fue formando mi pintura, que es una zona importante de mi trabajo pero no la única.  También realizo animaciones digitales y hasta holografías.

Velocidad, 100 x 70 cm, Acrílico sobre tela, 2010

Y sí, el Período Especial, como toda crisis, resultó una oportunidad para algunos.  Sin aquella crisis no se hubieran desarrollado mecanismos para vender obras, ni siquiera los primitivos mecanismos que hoy tenemos.   Antes un pintor tenía que llevar sus cuadros a una comisión del Fondo Cubano de Bienes Culturales, pero luego ya era posible comercializar tanto en las galerías como en las ferias públicas.

HT:  ¿Es difícil ser pintor en Cuba? ¿Vender, comprar los materiales, ser tenido en cuenta?

AA:  Seas pintor, escultor, o cualquiera que sea la modalidad de las artes plásticas que cultives, es difícil ser artista visual y sobre todo ser tomado en cuenta pero no sólo en Cuba, porque se trata de una carrera lamentablemente competitiva, en la cual la exclusividad es un valor deseado.

Yo viví en Suecia, que es un país muy democrático y con grandes programas de ayuda a los artistas, a los extranjeros, a todo el que quiera hacer algo y a todo el que no quiera hacer nada.  Y te puedo decir que en cuanto a promoción allí sucede lo mismo que en Cuba.  Con la diferencia de que aquí todos los salones competitivos son gratis y en Suecia hay que pagar.  Y si al jurado no le gustó, perdiste el dinero y no te expusieron la obra.

Los materiales están en las tiendas especializadas y por supuesto que allá hay mucha más oferta pero como igualmente todas las cosas básicas son caras, entonces tienes que pensarlo dos veces antes de comprar acrílico porque no está el mercado negro, no está el socio carpintero que te regala unos clavitos, no está el lienzo barato para que lo prepares tú mismo…Todo tienes que comprarlo.

HT:  Dices que en Cuba los salones son gratis, pero yo conozco pintores que no han podido exponer en galerías comerciales a pesar de tener una buena obra y de ser, por ejemplo, miembros de la UNEAC.  Hay un gran hermetismo en el sistema que no permite el acceso y me han hablado de que los mecanismos no tienen tanto que ver con la burocracia como con factores de corrupción interna.  Se habla de “tocar” al especialista de la galería para que admita tu obra, y alguien que no conozca este “ajuste” o no esté dispuesto a asumirlo sólo recibe sonrisas y evasivas.  ¿Has tenido experiencias de este tipo?

AA: No he tenido experiencias de este tipo y he podido exponer en muchos espacios de la Habana cuando alguien se ha interesado en mi obra.  No me pasa por la mente solicitar un espacio para exponer y pagar a algún especialista corrupto para que me admita.  Pero te voy a contar una anécdota que ilustra cómo la accesibilidad a las grandes galerías puede depender también del dinero en vez de la calidad solamente.

El Camino del Peligro, 150 x 120 cm, acrílico sobre lienzo, 2011. Por Angel Alonso

Hace unos días recibí un e-mail del director de una importante galería de New York, él había visto unas pinturas en mi blog y me invitó a participar en un programa promocional.  Exponer en esa galería puede cambiar la vida de cualquier pintor, pero para eso debía pagar una suma que resultaría astronómica para cualquier cubano.

Volviendo a Cuba.  Yo no dudo que existan algunos especialistas inmorales que cobren por exponerte, pero estoy seguro de que si tu obra tiene calidad es bastante posible que encuentres muchas oportunidades sin caer en ningún tipo de corrupción.

HT:  ¿Se necesita forzosamente a una institución que catapulte al artista, que lo ponga a la vista, o hay otras alternativas?

AA: Desde hace mucho tiempo el artista sueña con desprenderse de las instituciones pero para eso se necesita una gran revolución, un cambio total en las funciones bases del arte.  Un primer paso para esto es el descreimiento cada vez mayor de las instituciones del Arte.  Realmente ni siquiera los artistas nos creemos que porque un cuadro esté en una importante colección o subasta, o con un gran precio en una galería importante, es mejor que otros cuadros que pueden ser más interesantes.

Si queremos estar en esos espacios es porque ellos nos garantizan ventas a buenos precios, subvenciones para realizar nuestro trabajo y una vida mejor.  Dentro de esa función de catapultar, las instituciones son necesarias pero yo creo que no hay necesidad de catapultar a ningún artista hacia ningún estrellato.  El sistema entero pudiera dinamitarse y democratizarse, como lo soñaron los artistas de Fluxus.  Una alternativa posible para este cambio podría ser Internet, porque allí puedes mostrar tu trabajo a miles de personas sin contar con la aprobación de un curador, pero ni todos poseemos Internet ni ésta está tan democratizada.

HT:  Muchos te consideran un pintor exitoso, ¿cómo te ves tú?

AA: La palabra éxito puede interpretarse de muchas maneras.  Si llamamos exitoso a un artista que es coherente en su trabajo y que se comunica mediante su obra con muchas personas y éstas van a sus exposiciones, y que participa en algún que otro evento de cierta importancia entonces sí, pero si la imagen que se tiene del éxito es tener mucho dinero y estar muy conectado, exponer frecuentemente en importantes galerías y vender muchos cuadros entonces, no.

Incomunicación, 120 x 100 cm, acrílico sobre lienzo, 2011. Por Angel Alonso

Ya ves, es relativo el éxito y como perseguirlo te puede llenar de angustia es mejor ignorarlo porque puedes perder el camino que te hace bien, internamente.  Por supuesto, también considero enfermizo encerrarse, no mostrar el trabajo que se realiza, negarse a entrevistas y guardar la obra para uno mismo.  Renegar del éxito puede llegar a ser también una actitud soberbia.  Yo veo muy natural y sano que la labor de un artista sea reconocida, lo que es lamentable es que bajo la obsesión de obtener éxito muchos sacrifican su dignidad.

HT: Aquella vez que nos encontramos en una guagua, me hablabas de que el reconocimiento de tu obra había dado un giro radical a tu vida, que habías perdido parte de tu paz.  ¿Es aún así?

AA: Bueno, estoy tratando de recordar aquella conversación pero me parece que corresponde a un período en el que estaba viajando mucho, exponiendo mucho, y eso me daba una sensación de stress contra la que tal vez estaba reaccionando.  Pero ahora no me siento así, me dedico a crear, no viajo casi nunca, estoy felizmente casado y hasta puede que comience a practicar Tai-Chi.

No tengo esa ansiedad y prefiero presentar menos proyectos y disfrutar a fondo el periodo de construcción de los mismos sin ningún apuro.   Es mejor perder un par de oportunidades que lastrarse a uno mismo.  El secreto es no parar pero no apurarse. 

HT:  Hay pintores que se ven forzados a mantener dos obras, una comercial que es la que los ayuda a sobrevivir, y otra:  la que realmente quieren, su verdadera obra.  ¿Has tenido que escindirte también así?

AA: Cuando he tenido que hacer algo así me resulta muy lacerante, es una manera de auto engañarse porque en ese caso estás dedicando energía, tiempo y materiales a algo en lo que no te implicas.  Si hay artistas que lo pueden hacer, los felicito, y si yo tuviese que hacerlo para sobrevivir lo haría, pero prefiero hacer otra cosa como escribir artículos, por ejemplo, o hacer proyectos curatoriales.  Siempre hay alternativas, cuando además de producir el objeto artístico tienes otros intereses.

HT: ¿Cómo reacciona generalmente el público ante tus pinturas? Quiero decir si la entiende o si hay reproches de que no sea más compleja académicamente.

AA: Cuando hay esos reproches se trata de observaciones de personas que no conocen mucho de arte, pues mis figuras no son primitivas sino que denotan, a través de su síntesis, una base académica.  Es normal que así suceda, como yo no sé nada sobre otros temas, entonces no me siento molesto por eso.  Una vez, durante una inauguración en Suecia, se acercó un chino a una de mis  pinturas y la miraba absorto.  Pensé que quería comprar el cuadro pero de pronto me dice tratando de hablar español… ¿Y eta pintura e…asì…na mà? ¡Imagínate lo que hubiese dicho delante de un cuadro suprematista ruso!

HT:  Entre tus temas más frecuentes,  ¿no está la soledad, o la incertidumbre existencial? Te digo esto porque es lo que siento con muchas de tus imágenes…

AA: Sí, la estás leyendo bien, porque son dos aspectos existenciales que manejo constantemente, la soledad y la incertidumbre son condiciones típicas de la cultura occidental de la que ya casi todos somos parte en este planeta.  En otras culturas no se desarrolla igualmente la individualidad.  En “Antropología Estructural.” Claude Lévi-Strauss explica cómo hay tribus donde el individuo, si es separado del grupo, enloquece y perece.  Todo lo contrario a Robinson Crusoe, ejemplo occidental de cómo se puede sobrevivir solo, aunque con el aprendizaje de haber vivido en sociedad.

Aditamentos, 70 x 50 cm, acrílico sobre cartulina, 2010. Por Angel Alonso

La incertidumbre y el desasosiego vienen precisamente del concepto de progreso, de la transformación constante del entorno y de la búsqueda de riquezas, de ahí que estén presentes en mis cuadros como manifestación de esa violación que hacemos al considerarnos el centro del universo y que ahora estamos pagando con el agotamiento de los recursos naturales.

HT:  ¿Vive Cuba ahora mismo un buen momento para las Artes Plásticas?

AA:  Es un buen momento desde el punto de vista de que hay pluralidad.  Para mí es muy bueno que coexistan diversos lenguajes, sin prejuicios o tendencias, en una misma escena artística.  Esta pluralidad desestabiliza a los críticos, que no saben como caracterizar este momento, porque son muy variadas las propuestas.  Esto es interesante, pero al mismo tiempo extraño otros períodos más explosivos, de más vitalidad, como el boom de los 80s, período que caracterizó Luis Camnitzer como el Renacimiento Cubano.

HT:  ¿Es cierto que si un artista plástico expone en una galería importante, es él mismo quien debe financiar los catálogos, la promoción, en la prensa o la TV, el buffet?  Si es así, ¿en qué consiste el apoyo de la institución una vez que ésta lo ha reconocido oficialmente como artista?

AA:  Te puedo poner algunos ejemplos de mi propia experiencia:  en el año 2005 expuse en la Galería Luz y Oficios, el Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño.  Allí me hicieron una pequeña Postal-Catálogo a color y realizaron un spot televisivo que pasaron por la TV.  No me costó nada.  Sin embargo en el año 2007 hago mi exposición “Urgencias” en la  Sala MAC, Fundación MUA / Tegucigalpa, Honduras, y allí me pusieron el brindis pero de catálogo nada, sólo un cartel que anunciaba la exposición.

Cuando salí de Cuba por primera vez en el año 1995 me decepcioné al asistir a muchas exposiciones en Europa que no venían acompañadas de catálogos, casi siempre el artista lo que hace es que distribuye una postal, costeada por él mismo, con una imagen y la dirección de su taller.  Yo no encuentro ninguna diferencia en cuanto a las posibilidades de apoyo material en las galerías cubanas y en las de otros sitios.

HT:  Volviendo a la pregunta de cuando te conocí en el Período Especial, me dices que lo que pintabas surgió precisamente de esa convulsión, ¿y ahora?

AA:  Te diría que aunque en mi pintura se reflejan temas sociales, estos no son una ilustración de lo que pasa aquí, estoy más interesado en lo que nos pasa globalmente hablando.  Mi trabajo es una reflexión sobre los baches de la cultura occidental, de la que todos formamos parte y que se centra en una concepción del mundo competitiva y autodestructiva.

HT:  Eso que dices me hace cuestionarme hasta qué punto estamos realmente dispuestos a asumir un modo de vida diferente a éste que hemos desarrollado de competencia e indolencia, con el medio, con los demás seres vivos.  Quiero decir, si eres beneficiado en un sistema competitivo, ¿hasta qué punto estarías tú mismo dispuesto a renunciar a esos beneficios sólo por una cuestión de conciencia?

AA:  No sé si sería capaz de renunciar a los beneficios del sistema competitivo occidental, pues no soy Ghandi ni Jesús, soy un simple mortal que antes de artista es un ser humano lleno de necesidades, ambiciones personales y todo eso.  Lo que si sé que podemos hacer es crear alternativas de difusión donde el protagonismo del artista no sea más importante que el funcionamiento de su obra.

La muerte material, 70 x 50 cm, acrílico sobre cartulina, 2003. Por Angel Alonso

Adoptar una actitud de antipatía, negarse a participar en las estructuras creadas porque sean imperfectas, declararse underground…todo esto me parece risible, eso lo único que hace es ensanchar la cultura del resentimiento de la que habla Harold Bloom.  Los cambios de los que te hablo no vendrán porque algunos artistas se conviertan en mártires, sino por el propio deterioro de un sistema promocional que no evoluciona, que se repite y que pierde credibilidad.

HT:  ¿De verdad crees que el movimiento underground es solo una actitud de antipatía, de negarse a participar en las estructuras creadas?  A mí no me parece risible que una persona se declare underground porque ha chocado con la invalidez de las estructuras, y es la única opción que encuentra.  La contracultura surge como reacción espontánea del propio estancamiento de la cultura.  Y en Cuba hay un gran movimiento alternativo que ha surgido precisamente como respuesta a ese estancamiento…

AA:  Considero risible declararse underground porque el underground no existe y si existe nunca tendremos noticias de él, pues sería una cosa subterránea y nadie la vería.  Lo que hace un artista a quien no le dejan colgar su obra en una galería es cambiar de canal de promoción para adherirse al mismo sistema competitivo, discriminatorio, pero enarbolado bajo otros intereses ideológicos.

Otro canal igualmente sesgado, con las mismas funciones verticales con respecto al mito del artista pero esta vez bajo otro barniz, digamos, el del artista paria, sufrido, desahuciado…mito al que ha ayudado mucho cierta literatura y cierto cine sobre las vidas de los grandes artistas.

Los cambios de las funciones del arte a los que me refiero no tienen nada que ver con si expones en un evento oficial o en una casa, si expones en Cuba o si expones en Francia, si tus pinturas salen en Arte Cubano o en Arte en Colombia….  En todos los casos formamos parte de la misma estructura mental, obsoleta y jerarquizadora, que bajo diferentes intereses determina qué es y qué no es una obra de arte (importante, trascendental y/o cara) y que quienes la dictan siguen siendo los grandes centros de poder.

HT:  ¿Tienes alguna propuesta diferente a las que existen? ¿Una propuesta más humana, que no sea competitiva ni discriminatoria?

AA:  Sí, pienso que hay una propuesta concreta que puedo hacer en este sentido pero antes hay que tomar conciencia de la escabrosidad de los sistemas promocionales actuales.  Hay una gran distancia entre para lo que presume estar destinado el arte y lo que realmente sucede con él.

Muchas de las obras cuya función se supone tenga un sentido espiritual permanecen en bóvedas de seguridad donde ni siquiera los dueños las contemplan.  Sólo las poseen por su valor monetario.  También hay documentales que denuncian cómo en las subastas los cuadros son a veces comprados por sus propios dueños, que así llaman la atención sobre los mismos e incrementan su precio.

Aunque estemos atrapados en estos mecanismos, propongo ejecutar acciones concretas que consisten en realizar obras que no sean presentadas bajo el rótulo ARTE.  Parece una paradoja pero hay experiencias que se han llevado a cabo en este sentido.  Me refiero a acciones que, al estar desprovistas de posibilidades comerciales y de prestigiosos lauros, te permiten sentir a fondo lo que haces y le permiten al espectador o participante consumir el producto artístico sin prejuicios ni mitos.

Pueden ser incluso experiencias para uno mismo, sin espectadores, como una joven que realizó un performance consistente en vivir un día sin dinero.  No existe documento sobre esta obra porque grabarla implicaba un mínimo gasto, y esto  traicionaba su intención.  O la experiencia de Torres Llorca cuando ubicó en la calle una instalación llamada “Con tu enemigo bajo el mismo techo” y filmó oculto la reacción de la gente.  Las interpretaciones fueron mucho más interesantes que cuando la expuso en la galería porque la gente en la calle se acercaba a la pieza sin saber que era una obra de arte.

Esta  propuesta no cambiará el panorama actual pero es realizable y demuestra cómo la experiencia Arte funciona mejor sin la Institución Arte.

HT:  Cómo nación, ¿qué crees que le falta a Cuba?

AA: Esta es una pregunta que debería estar dirigida más bien a un analista político o a un

economista, pero no rehúso a contestarla, te la puedo contestar con total sinceridad.  Nunca me cuestiono qué le falta a una nación, ni a la mía ni a ninguna otra.  La realidad externa siempre es como es y la queja sobre qué le falta para que sea como tú quisieras solo trae desasosiego y quejas inútiles.

No tengo muy desarrollado, al menos conscientemente, un criterio de la nación o de lo que significa para mí ser cubano.  Hay un par de hechos que demuestran mi dependencia psicológica con mi contexto, una de ellas es que abandoné una residencia permanente en Suecia para venir a vivir aquí y la otra es que tengo un pasaporte europeo, mi padre vive en España, tiene un cuarto vacío y si quisiese estaría allí ahora mismo.

Pienso que si cada cual trabajase más por su equilibrio interno, por eliminar los resentimientos, el diálogo interno autodestructivo, las quejas, las comparaciones… entonces lo externo también sería mucho mejor.

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