Biden no duda de la “naturaleza autoritaria” de Ortega

Entrevista con el historiador Mateo Jarquín presentada el 10 de febrero de 2021.

“La nueva administración acompañará las sanciones individuales con otras estrategias”, pero “la pelota está en la cancha del plano doméstico”

Por Juan Carlos Bow (Confidencial)

HAVANA TIMES – La actualidad de la política exterior nicaragüense ha estado dominada esta semana por un comunicado del Departamento de Estado de EE. UU., que señaló al régimen orteguista de encaminar a Nicaragua hacia una “dictadura”.

Para el doctor Mateo Jarquín, historiador, profesor universitario en Chapman College, e investigador sobre las relaciones entre EE. UU. y América Latina, el mansaje estadounidense demuestra que “nadie duda en la Administración de (Joe) Biden, ni en Washington, de la naturaleza autoritaria del Gobierno de Nicaragua”.

En una entrevista con el programa Esta Noche, Jarquín señaló que, pese al cambio de Administración en Estados Unidos, “el apoyo dentro de brazo legislativo del Gobierno a una política de sanciones a Nicaragua es bipartidista y total”.

Desde 2018 a la fecha, Estados Unidos ha sancionado al menos a 24 funcionarios del Gobierno de Nicaragua, incluidos Rosario Murillo, vicepresidenta y esposa de Ortega, y tres de sus hijos: Rafael, Laureano y Juan Carlos.

¿Cuáles tu lectura del primer mensaje que ha emitido el Departamento de Estado, bajo el nuevo Gobierno de Joe Biden al régimen de Daniel Ortega?

Creo que representa continuidad más que nada. En ese giro del secretario (de Estado) Tony Blinken, donde dice que Ortega está conduciendo hacia una dictadura, tal vez lo que vemos es cierta inquietud que existe dentro de la Administración de Biden con la ‘política de máxima presión’, que implementó la Administración saliente en Irán, en Venezuela, en Cuba. Sin embargo, no hay razones para creer que el régimen de sanciones hacia Nicaragua se va a detener. Nadie duda en la Administración de Biden, ni en Washington, de la naturaleza autoritaria del Gobierno de Nicaragua.

¿Ese lenguaje de decirle a Ortega que lleva al país hacia una dictadura, representa alguna sugerencia de apertura hacia el régimen?

No sé si la palabra apertura es la más apropiada, pero sí creo que pone en evidencia una mayor flexibilidad, o por lo menos, la convicción de la nueva Administración de que hay que acompañar las sanciones individuales con otras estrategias; tal vez un poco más realista para llegar a una apertura democrática en la región. En ese sentido, creo que la declaración de Blinken sobre Nicaragua refleja los cambios más generales que vamos a ver de Estados Unidos hacia América Latina con la nueva administración.

Dice claramente el comunicado que hay represión, violaciones a los derechos humanos, y no hay ninguna perspectiva de elecciones libres en Nicaragua, esas no son buenas noticias para Ortega.

Ortega tiene que entender que las administraciones cambian, las personalidades cambian, tal vez la retórica, pero que el apoyo dentro de brazo legislativo del Gobierno a una política de sanciones a Nicaragua es bipartidista y total.

Situación en el Congreso

Representa este mensaje una sorpresa para Ortega, esperaba algún acercamiento de parte de los Demócratas, porque en los años 80 algunas personalidades que hoy son muy influyentes se opusieron a la política republicana de apoyar a la contrarrevolución.

Hay que aclarar que, en los años de 1980, en el Partido Demócrata realmente no es que existía mucha simpatía por el proyecto revolucionario del Gobierno sandinista, con algunas excepciones como el senador Bernie Sanders. Lo que había sobre todo era una oposición a la política de intervención del Gobierno de (Ronald) Reagan.

Hoy en América Latina, esta nueva diplomacia del equipo de Biden va a traer con ellos menos impulso de actuar de una manera unilateral en la región, y menos énfasis en las sanciones y en la política de presión para producir cambios en la región. Van a ser un poco más flexibles, en general, y van a buscar diferentes herramientas para acompañar esta política de presión

A propósito del Congreso, hay una nueva iniciativa bipartidista de los senadores Ben Cardin y Roger Wicker para ampliar el alcance de las sanciones de la Ley Global Magnitsky y extenderla a los familiares directos de los sancionados por violaciones a los derecho humano y corrupción. ¿Qué posibilidades tiene esta iniciativa de convertirse en ley en el Senado?

Parece muy probable, yo creo que forma parte de una tendencia más amplia, no sólo en Estados Unidos, pero también en la Unión Europea y Canadá, donde hay más apetito para ampliar el uso de esta herramienta de sanciones individuales en países donde hay procesos de democratización. De hecho, van a haber cambios en América Latina con Biden en Centroamérica, pero se van a sentir mucho más en los países del Triángulo Norte que en el caso específico de Nicaragua.

Cambios en la política hacia Centroamérica

El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, en una reciente visita a Washington, ningún alto funcionario de la administración Biden se quiso reunir con él. Por otro lado, hay un énfasis de los voceros de la Administración Biden, en relación al tema del combate a la corrupción en Guatemala y Honduras. ¿Esto significa un cambio en relación a la administración Trump?

Sí. De la Administración de Biden en América Latina esperamos dos cambios fundamentalmente: un cambio hacia el multilateralismo, mientras que la administración saliente puso énfasis en estrategia unilaterales y bilaterales; y por el otro lado, vamos ver más énfasis en cuestiones de institucionalidad en América Latina; e instituciones democráticas, derechos humanos, el tema de la corrupción, que obviamente fue algo que la Administración de Trump dejó sin atender.

¿Qué significa para Centroamérica? Que ahora el Gobierno de Juan Orlando Hernández (en Honduras), cuya familia está implicada en casos de narcotráfico en Estados Unidos, ese Gobierno va a tener una relación más incómoda con la administración de Biden. El Gobierno de Bukele, cuyos modos autoritarios han creado bastante preocupación en Estados Unidos y en Europa, también va a tener una relación un poco más incómoda.

Aunque los énfasis cambian, los intereses fundamentales de EE. UU. en la región no van a cambiar. Siempre va a ser manejar la competencia geopolítica con China, gestionar las relaciones comerciales, manejar la crisis en Venezuela, y, sobre todo —esto es lo más relevante para Centroamérica— controlar los flujos migratorios hacia Estados Unidos.

Troika de la tiranía

Durante la campaña electoral los Demócratas adelantaron que promoverían algunos cambios en relación a la política que dejó establecida Trump sobre Cuba, ¿Se conoce ya cuáles son esos cambios?

El nuevo secretario Tony Blinken jugó un papel muy importante en el proceso de normalización con Cuba, que llevó a cabo la Administración de Obama, y es de esperarse que la nueva administración retome ese camino de normalización con Cuba, que está fundamentado en dos ideas clave: primero, que el régimen de sanciones y el bloqueo a Cuba, que lleva cinco décadas, no ha producido ni un cambio de régimen y una apertura democrática en Cuba; y dos, que esa política de aislar a Cuba ha generado muchas fricciones en la región latinoamericana; entonces nuevamente ese cambio en Cuba es una reflexión de una estrategia que va a poner mayor énfasis en el multilateralismo en América Latina.

¿La estrategia del presidente Trump de meter en el mismo saco a Cuba, Nicaragua y Venezuela, que fueron tipificadas como “troika de la tiranía”, es algo que tendrán vigencia en esta administración o vamos a ver una política diferenciada hacia estos tres países?

Ya no vamos a ver ese discurso de la “troika de la tiranía”, porque ya no existe la lógica electoral de la política exterior que vimos en la administración de Trump. Para el Partido Republicano, los emigrados venezolanos y cubanos en el sur de la Florida son una base política muy importante, ya con esta nueva administración ya no tienen esa base, ya no responde a ese incentivo electoral.

¿Qué significa para Nicaragua? El plan Biden para Centroamérica, ni siquiera menciona a Nicaragua. Son 4000 millones de dólares destinados atacar las raíces en la violencia, en la corrupción, de la migración del Triángulo Norte hacia Estados Unidos, y en ese sentido realmente es una continuidad con las administraciones de Trump y de Obama, donde vimos que el interés fundamental de Estados Unidos en Centroamérica ha sido controlar la migración.

En Nicaragua, muchas veces cuando pensamos en las dinámicas internacionales de la crisis sociopolítica, se nos va la mente inmediatamente a Venezuela, pero debemos entender que en Estados Unidos y en gran parte la comunidad internacional lo están viendo desde ese enfoque centroamericano de la inseguridad y de la migración.

Oposición en Nicaragua

¿La administración Biden tiene instrumentos para presionar por una salida política en Nicaragua, de forma directa a través de la OEA, o a través de la oposición?

Van a hacer un mayor esfuerzo para trabajar a través de la OEA y a través de la comunidad interamericana, pero tenemos que entender que la incidencia de la política internacional en Nicaragua, depende de lo que pasa en Nicaragua. Realmente el margen para producir un cambio, de la Unión Europea o de Estados Unidos, es relativamente limitado; ellos no pueden resolver inmediatamente los problemas de institucionalidad en Nicaragua, o el problema de la división en la oposición. Por eso digo que habrá mayor énfasis en denunciar la desmocratización y violaciones a los derechos humanos; tenemos que entender que el margen de incidencia de la comunidad internacional es relativamente limitado, y depende de los nicaragüenses.

¿O sea, la pelota está en la cancha de los nicaragüenses, de la oposición, de la sociedad civil frente a esta crisis que está planteada por el Estado policial, por la falta de una reforma electoral?

Definitivamente está en la cancha del plano doméstico, y realmente creo que, en el día a día, el papel de la política exterior estadounidense no va a cambiar. Van a seguir entendiendo la necesidad de la unidad opositora y la van a seguir promoviendo.

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