Andrea Cano, una nicaragüense viviendo la violencia en Ecuador

Una joven nicaragüense se vio sorprendida por la escalada de violencia que estalló en Ecuador la semana pasada. En esta entrevista, nos cuenta cómo está viviendo estos días de tensión en Quito, la capital ecuatoriana.
HAVANA TIMES – Desde que llegó a Ecuador en noviembre de 2023, a la joven Andrea Cano le advirtieron que no saliera a la calle. “No salgas. Tené cuidado”, le insistían los locales. Eso le generó un poco de temor, cuenta, pero nada le había preocupado tanto como lo sucedido en los últimos días en ese país.
Bandas armadas y encapuchados asaltando un canal de televisión, bombas en las calles, fugas de narcotraficantes de las cárceles de máxima seguridad, ejecuciones en video de policías y funcionarios penitenciarios, incendios a discotecas y establecimientos comerciales. Todo eso y más se ha vivido en Ecuador en los últimos días.
Cano, de 24 años y licenciada en Relaciones Internacionales, está en ese país estudiando una maestría en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Tiene planeado quedarse por dos años, que es lo que dura el curso y para ello, espera que el clima de inseguridad cambie, aunque dice estar consciente de que no será sencillo.
En esta entrevista, esta joven nicaragüense nos cuenta cómo ha vivido los últimos días de tensión entre la guerra que mantienen los grupos de crimen organizado y las Fuerzas Armadas de ese país.
Recientemente vimos una escalada de violencia en Ecuador, ¿Cómo la vivió usted?
El lunes nos dimos cuenta que iba a haber toque de queda y todo bien. En la mañana (del martes), cuando salí todo estaba bien, sin embargo, me fui a sacar mi tarjeta del metro y vi que los militares ya estaban en la zona, resguardando porque el metro es un espacio que se puede prestar como foco para los ataques de estos grupos. Ya como a las tres o cuatro de la tarde, cuando ya habían pasado varias cosas en Guayaquil, la gente estaba alterada.
Todos los lugares cerraron a las cuatro e, incluso, los supermercados por temor de saqueos porque siempre hay gente que se aprovecha del contexto. Todo estaba colapsado, las calles cerradas, todo mundo queriendo llegar a sus casas. El metro dejó de funcionar. Ya como a las cuatro de la tarde, todo se volvió un caos. En la noche andaban los militares, las patrullas en las calles y también helicópteros sobrevolando la ciudad.
¿Qué tan cerca vive de la estación del Metro?
A cuatro calles.
¿Teme que pongan una bomba ahí?
Están los militares resguardando la zona ahorita. Hay protección, pero no se puede descartar.
¿Qué hacen los militares que están en las calles?
Revisan a las personas, sobre todo en las zonas calientes. Te revisan si te ven sospechoso, te piden documentación. Tanto la Policía como el Ejército. Están concentrados en las zonas vulnerables como el metro, las cárceles, los edificios de gobierno.

¿Cómo pasó la noche de ese martes?
Resguardada. Yo alquilo en un lugar donde viven otras personas así que no estuve del todo sola. Me costó mucho dormir. Recibí muchos mensajes de gente preocupada preguntándome cómo estaba. También por las noticias. No era para menos estar alterada. Fue muy denso. Al día siguiente, me desperté y agarré el celular para ver las noticias y cómo seguía todo. Vi que hubo varias detenciones de sospechosos y hay una tensa calma. No ha pasado nada, pero sí hay que estar alertas
¿Cómo estaba la situación en Ecuador cuando llegó hace tres meses?
Había una percepción de inseguridad muy grande. Cuando yo vine sentía mucho miedo porque la gente me decía “no salgas”, y andaban como muy alteraditos, pero el ambiente en ese entonces estaba relativamente calmo, aunque semanas antes de que yo viniera, habían matado a un candidato presidencial, que no es una cosa menor, pero aquí propiamente en el centro de Quito no había pasado algo tan fuerte.
Actualmente la gente está alarmada, y con justa razón, pero esto no es un contexto reciente, no es que ahorita en enero pasó todo. Hay un contexto de varios años en el que Ecuador dejó de ser un país de paso para la droga, a ser un país productor. El narcotráfico ha visto como caldo de cultivo a las zonas empobrecidas y marginadas como Esmeralda y Guayaquil, que son zonas vulnerables. El año pasado ya habían hecho lo mismo, con coches bombas y sembrando terror en la población civil.
¿Vio la toma del canal TC de Guayaquil?
Sí, sí lo vi. La verdad es que fue denso. Me preocupó, pero también intenté mantener la calma porque el miedo te paraliza y uno tiene que estar consiente para tomar buenas decisiones y cuidarse en todo. Lo que me contaban es que el narcotráfico, cuando atacan, ellos hacen eso y atacan en varias ciudades simultáneas para sembrar terror. De pronto hay noticias de que hay un ataque en Guayaquil, y que otro en Esmeralda o en el sur de Quito y que se escapó tal reo, y así.
También circularon videos de estos grupos ejecutando a policías
Ya ha pasado antes. Esto de los ataques bombas, lo de asesinar a policías, lo de las cárceles y hay una experiencia previa y la gente apuesta por no normalizarlo y eso yo lo rescato mucho, que no lo normalicen y no se acostumbren a ello. Yo conozco a gente de Colombia y ellos dicen: “nosotros estamos peor, es nuestro pan de cada día”.
¿Qué ha podido escuchar por parte de los ecuatorianos respecto a esta ola de violencia?
La gente pide mano dura. Yo viniendo de Centroamérica, sé que las manos duras son peligrosas, pero el contexto acá es distinto y uno tiene que fijarse en el contexto, y con esta situación de inseguridad y violencia, hace un poco de sentido que la población pida mano dura contra el narcotráfico.
También hay opiniones divididas. Hay gente que apoya completamente la decisión de sacar a los militares y otros que, obviamente por razones políticas, llaman a Daniel Noboa (presidente de Ecuador) inoperante.

¿Cómo se siente al ver todo este nivel de inseguridad?
Me preocupa mucho por el hecho de que estoy sola. Estoy relativamente segura, y digo relativamente porque es que ahora no hay nada seguro acá y me preocupa el hecho de estar sola y que si me pasa algo, ¿a quién llamo? Las otras personas que conozco son centroamericanas, pero somos poquísimos. Son chavalos igual que yo que estamos aquí estudiando bajo las mismas condiciones. Nuestro margen de acción para cuidarnos es muy poco.
¿Tiene manera de acceder a un hospital o recibir algún tipo de atención médica en caso de que le pase algo?
Aquí hay salud pública, pero es difícil. No es como en Nicaragua que bien que mal te van a atender. Se supone que como estudiantes tenemos un seguro, lo único es que este seguro funciona con pagos o reembolsos, y uno tiene que tener plata. Si te pasa algo, tenés que tener plata para resolver y después el seguro reembolsa y eso que no reembolsa todo. En primera instancia, uno tiene que tener plata acá, si no, te fregaste.
¿Qué le dice su familia en Nicaragua?
Desde antes que pasara todo esto, mi papá y mi abuelo siempre me decían que aquí era peligroso, que la cosa estaba horrible, porque recién había pasado el asesinato del candidato presidencial. Obviamente, ahorita están preocupados por la situación, pero ahí me voy reportando y yo también estoy tomando mis medidas de seguridad y no exponerme.
¿Cómo espera que continúe el clima de violencia en los siguientes días?
Desde el punto de vista idealista, quisiera que esto terminara ya, pero racionalmente yo sé que la guerra contra el narcotráfico no es algo fácil y no se soluciona de la noche a la mañana. Esta gente tiene una estructura y está dispuesta a hacerle la guerra al Estado. Yo no creo que esto acabe fácilmente.
¿Cree que podrá soportar el nivel de inseguridad que se vive allá por los siguientes dos años que durará su maestría?
Cuando uno viene de contextos difíciles, uno aprende a ser resiliente y es así. Es lo que me toca. Voy a intentar seguir aquí hasta donde pueda, hasta donde la situación me lo permita porque vine aquí con un objetivo y quiero lograrlo.
Gracias Andrea por este reportaje desde Ecuador. ¡Mantente segura!