Amolador en Cuba: una tradición que aún sobrevive
Por Ivett de las Mercedes
HAVANA TIMES – El oficio de afilador amolador en Cuba se ha convertido en una tradición. Cuando los países desarrollados crean máquinas para sustituir al hombre en diferentes puestos de trabajo, en el nuestro se rescatan viejas labores para sobrevivir.
De la incursión del amolador a través de los barrios habaneros, con las inconfundibles notas de su flauta de pan, nos comenta Regino Álvarez (56 años), a quien detengo por unos minutos de su incasable labor. Lo convido a platicar y accede gustoso mientras varias personas se le acercan cuchillo en mano.
HT: Todo trabajo lleva un proceso de aprendizaje ¿cómo fue el suyo?
Regino Álvarez: Me enseñó un vecino cuando era chamaco. Tras una fractura que nunca se corrigió y lo dejó impedido, comencé a moverle los pedales, él había adaptado la piedra de afilar en el cuadro de la bicicleta. Después comencé a acompañarlo por las calles de Güira de Melena. Me sentía muy seguro cuando Julio, así se llamaba, me pedía que afilara los cuchillos de los clientes, pero la primera vez que decidí emprender este trabajo sin él tuve mis dudas. En este oficio si no prestas atención te llevas un dedo o la gente se va sin pagar. El resto es aprender a escuchar sin apartar la vista del trabajo.
HT: El sonido del silbato es característico de los amoladores
RA: La flauta de pan, así es como se llama, me la regaló Julio. La conservo con mucho cariño. Trato de que mis hijos no jueguen con ella porque corro el riesgo de que se rompa. No solo es un instrumento de trabajo, es un recordatorio de mis orígenes. Además no tengo necesidad de pregonar, con el sonido basta.
HT: ¿Pagas tu licencia de cuentapropista por ser amolador?
RA: Si, pago 40 pesos mensuales, aparte de mi seguridad social. Estuve trabajando ilegal y corría muchos riesgos. No solo porque podían decomisarme la bicicleta y las piedras, es que no iba alcanzarme la vida para pagar la multa.
HT: ¿Cómo te anunciabas entonces?
RA: Al no silbar ni pregonar tenía que imponer mi presencia. Ya sabes: estar limpio, ser campechano, dicharachero y hasta pícaro; no me costaba esfuerzo alguno, solo tenía que ser yo. Muchas veces entraba a un barrio y me ponía hablar con alguien, el resto era esperar a que llegaran los clientes.
HT: ¿Regresas al mismo barrio?
RA: Por supuesto, aunque me tomo mi tiempo. Después de la jornada, llego a casa y anoto en una agenda el nombre de los barrios por los que estuve ese día, incluso escribo el de algunos interesados. Tengo entre mis clientes varios ebanistas y algunos jóvenes escultores que veo con más frecuencia. La calidad de mi trabajo y una conversación agradable no se olvida. Siempre hay quien me pregunta por la flauta, quien me invita a un café o me ofrece agua. A veces pasa el tiempo y la gente me recuerda en la calle. Hace poco una mujer me gritó en plena avenida: ¡niñoooo, si espero por ti no como yuca!
HT: Imagino que has tenido algún mal día
RA: Nunca tengo un mal día. Es posible que tenga un día flojo o tal vez se me rompa la bicicleta. Por lo general soy un tipo positivo. Eso lo he aprendido con mi trabajo. Si sales a comerte el día con tu mejor sonrisa todas las puertas se te abren. Te cuento que hace unos años regresaba a casa sin un peso, cuando una mujer me hizo señas desde un segundo piso. Estaba muerto de cansancio y empapado de sudor, pero no lo pensé dos veces. Cargué la bicicleta y subí. ¿Sabe lo que encontré tras la puerta? Una manicure. Se imagina!!!! Le di filo a todos sus alicates y tijeras, eso sí, con un cuido tremendo. Cuando terminé me pidió el número de teléfono y a los días me llamó, me dio el número de dos manicure en Playa. Son clientes fijos todas las semanas.
HT: Por afilar los cuchillos, pinzas de cejas y alicates ¿cuánto cobras?
RA: Tengo establecido el precio de hasta 50 pesos por pieza, también eso depende del deterioro que tenga cada artículo. Además el trabajo con calidad me da la cobertura de recibir propina de muchos clientes. En estos momentos 50 pesos no es un precio significativo, 100 pesos tampoco asombra a nadie.
HT: ¿Los materiales para trabajar se te dificultan?
RA: Ahora todo es muy difícil. Ya no sacan piedras abrasivas en las tiendas y en el mercado negro el precio esta súper elevado. Las gomas de bicicletas y las cámaras están fuera de mi alcance. Aunque quisiera reunir no podría. Ni siquiera con los trabajitos extras.
HT: ¿En qué consisten esos trabajitos extras?
RA: Bueno todo el mundo sabe lo cara que está la vida. Hace tres o cuatro años atrás con un poco de sacrificio se podía vivir. Pero ahora es imposible. Asi que siempre estoy presto para cualquier trabajo de plomería y albañilería. Aquí en mi barrio siempre le tiro el cabo a la gente. Solo que ahora el cabo tiene que venir acompañado de un dinerito.
HT: En este tiempo de tanto calor, ¿te proteges en la calle del sol y la lluvia?
RA: Este calor me agota mucho y más cuando tengo que pedalear largas distancias. Por eso tengo que llevar el control de mis visitas y los horarios. Cuando me sorprende la lluvia no me queda de otra que esperar en un portal o un pasillo. No siempre los clientes son conocidos como para refugiarme dentro de sus casas. Me perjudica porque quedo a la intemperie, pero en realidad no lo veo mal, lo entiendo, ser precavido es lo mejor.
HT: Ya no hay muchos amoladores, ¿piensas que este oficio se olvide?
RA: No, no creo que desaparezca. Siempre hay alguien que quiere afilar algún utensilio. No todos se pueden dar el lujo de botar las tijeras y los cuchillos cuando pierden el filo y adquirir otro. Al menos en Cuba hay amoladores pa rato, se lo aseguro.