Zoología Política
Armando Chaguaceda
En días recientes escucho cada vez más opiniones de dirigentes, periodistas y ciudadanos cubanos, refiriéndose a la necesidad de reducir los costos estatales de la política social. Centrados en la existencia de la veterana, exigua y (a mi juicio) hoy insustituible libreta de abastecimientos, las voces han acudido al humor y la metáfora, tan caros al espíritu cubano.
Se habla de «pichones que abren la boca, y esperan todo de papá Estado» y se incurre, con mezcla de buena intención y mal gusto, en un diagnostico de los «síndromes» que padecería la sociedad cubana.
Sin embargo, la fauna nacional abarca más especies que los pichones. Abriga dinosaurios que imponen su prehistórico modo de ser al resto de las especies, y papagayos que repiten sus rugidos, disfrazándolos de ciencia y opinión pública.
Cuervos que, robando a todos, medran a costa de la escasez y dominan el creciente mercado negro; coludirdos con serpientes que se arrastran ante el dinero imperialista. Lobos solitarios que se defienden, como pueden, del cansancio, la doble moral y las traiciones; y millones de abejas tan humildes, laboriosas y -como dijera Olga Tañon- dignas, que deshacen cualquier jugada de burócratas, burgueses y oportunistas.
Ahora que parece una moda arremeter contra las políticas sociales (comedores obreros, libreta de abastecimiento, estímulos a vanguardias) con la justa demanda de hacer sostenible el erario público, valdría hacernos un grupo de preguntas.
1-¿No es precisamente esa herejía justiciera opuesta al sentido común mercantil lo que nos permitió sostener el consenso de las mayorías cuando en 1991 Felipe González, Carlos Andrés Pérez y otros «amigos» nos aconsejaban aplicar los Ajustes Estructurales de la ortodoxia neoliberal y abandonar a 7 millones de compatriotas al total desamparo?
2- ¿Se combate el desvío de recursos eliminando la posibilidad que trabajadores recién casados o estudiantes vanguardias -que decidieron no irse a Miami- puedan ir a hoteles sin utilizar moneda dura?
3- ¿Quién garantiza al pueblo-ante la carencia de mecanismos de rendición de cuenta y la opacidad informativa con que opera el estado cubano- que los ahorros obtenidos sean socialmente redistribuidos y no utilizados para nutrir los cada vez más visibles privilegios (autos chinos, casas con garaje, hoteles de descanso) con que se premia la lealtad de las fuerzas armadas?
4- ¿Seguirán sus miembros en el futuro sintiéndose como «el pueblo uniformado» que defiende la Revolución por un compromiso militante?
5-¿No estaremos, por razones de realpolitik, legitimando un patrón de desigualdad que poco tiene que ver con el legado de una Revolución «de los humildes, por los humildes y para los humildes»?
¿Dejaremos de ser pichones si meramente nos quitan el alpiste de la boca y no se nos permite, como contrapartida, «echar a volar» la iniciativa y creatividad personales? ¿Al desaparecer los favores que, a cambio de lealtades, mantienen esta relación clientelar entre el estado y la población, no sería mejor ampliar una cultura y práctica de derechos que nos convierta en ciudadanos, desterrando la idea perversa de «masas» de todo discurso nacional?
Creo que debemos estar atentos, pues en Cuba acaba de producirse una revolución en las Ciencias Sociales. A la vasta familia de las ciencias políticas se acaba de sumar una que emula con la memoria de la Historia Política, la precisión matemática de la Ciencia Política y la pasión por el sujeto de la Sociología Política: ha nacido la Zoología Política. Solo espero que las fieras no destruyan o envenenen el panal y las abejas, libres y felices, prevalezcan.