Un proyecto autosustentable en Venezuela

Por Caridad

HAVANA TIMES – Desde que me fui de Caracas, hace cuatro años, tenía la necesidad de estar en contacto con la tierra y las plantas. Quería aprender a sembrar mis alimentos y respirar un aire más puro.

Así que, al salir de la ciudad y vivir en una casa con un buen espacio para cultivar, me sentí feliz. Pero como las cosas no suelen ser como uno las desea, tenía el espacio, mas no el agua.

Conté en alguna ocasión que por estos lares el abastecimiento de agua es menos asiduo que en Caracas. Usualmente debíamos comprar la que íbamos a consumir. El calor en este estado, la dureza de la luz solar, también era un factor bastante difícil de manejar para una neófita en el tema de las plantas. Y durante dos años las lluvias nos abandonaron.

Casi tiro la toalla en este asunto de intentar hacer las paces con la tierra. Lo que sembraba apenas prosperaba por la escasez de agua o por los animalitos que, a falta de otras plantas, se reconfortaban con las mías.

Así que aceptamos la oferta de un buen amigo que nos prestaba su espacio, a unos cuantos kilómetros de nuestra casa, para que emprendiéramos nuestro proyecto. Su área tenía lo fundamental: agua.

Allá nos fuimos, en el carrito de dos puertas, cargando una parte de lo que necesitábamos para nuestra siembra ecológica. Con el esfuerzo de los dos amigos que nos acompañan en el proyecto limpiamos el terreno e hicimos una huerta circular que en par de meses nos dio un poco de sus frutos: cilantro, acelga, tomates, pimentones. Fuera de ella también plantamos maracuyá, quimbombó, un poco de frijoles y maíz, berenjenas, cebollines y mi preferido: el maní.

Aunque no faltaba el agua, al cabo de varios meses fue la gasolina la que comenzó a pasarnos la factura. Ya les comenté (y ya deben conocer) la enorme crisis que se vive en Venezuela respecto a muchas cosas, pero sobre todo con la gasolina. Largas semanas en cola para conseguir un poco, o pagarla a precios escandalosos, son las únicas vías para obtenerla. 

El lugar quedaba cerca, pero no como para ir y venir caminando, mucho menos para transportar a mano las pequeñas cosechas. A los compradores, por aquí, les importa muy poco que uno les oferte alimentos 100% orgánicos, muchos ni siquiera conocen el significado de la palabra. Entonces dejó de ser rentable el proyecto, y con dolor dijimos adiós al sitio fecundo en agua.

Elio, Indira y Victoria en el huerto circular.

Ahora estamos en nuestro patio, este año las nubes han sido bondadosas y nos están regalando mucha agua. Hemos podido adquirir una bomba que nos ayuda un poco más cuando envían el servicio (ahora al menos cada quince días).

Acá nuestras cabras tienen comida de sobra y hemos hecho un corral muy seguro a nuestras gallinas. La mayor parte del tiempo nuestros animales andan libres, escarbando la tierra o comiendo la hierba fresca, (a veces se cuelan en la casa, pero ya hemos discutido con ellos este asunto).

Todavía falta acomodarles el área de pastoreo a las cabras y delimitar las zonas del huerto. Trabajo es lo que nos sobrará por algún tiempo mientras adecuamos nuestro espacio. Pero sigo firme en mi empeño de hacer lo que me hace sentir bien.

Afuera, lo sé, el mundo se anda cayendo. Cuando digo “afuera” quiero decir del otro lado del muro que resguarda nuestro patio. Salir a ese otro lado a veces decepciona y quita un poco los deseos de hacer cosas bonitas, escuchar las noticias en la televisión o la radio es mucho peor.

Acá dentro sopla el viento y en el montarral vuelan las mariposas y toda clase de insectos, cantan los pájaros de día y de noche. ¿Para qué gastar el tiempo escuchando sobre la nueva reconversión monetaria? Ya sabemos que el país está dolarizado y aunque hagan mil reconversiones el bolívar seguirá valiendo menos que un pepino.

Los pepinos, por cierto, costarán menos de un bolívar y muchos pensarán que no vale la pena intentar un proyecto autosustentable y amigable con el ecosistema en un país que se cae a pedazos, donde todo parece estar en contra de los pequeños emprendedores. Pero si no lo intentamos, aunque sea difícil, ¿a qué vinimos?

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Caridad

Caridad: Si tuviera la oportunidad de escoger cómo sería mi próxima vida, me gustaría ser agua. Si tuviera la oportunidad de eliminar algo de lo peor del mundo borraría el miedo y de todos los sentimientos humanos prefiero la amistad. Nací en el año del primer Congreso del PCC en Cuba, el día en que se celebra el orgullo gay en todo el mundo. Ya no vivo al este de la habana, intento hacerlo en Caracas y continúo defendido mi derecho a hacer lo que quiero y no lo que espera de mí la sociedad.

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