Triunfan los cubanos

Caridad

Si sus hijos le han dado la espalda a ese proyecto triunfante, se preguntarán una y otra vez (como cuando les lanzaban las pelotas) ¿en qué nos habremos equivocado?

Hasta la semana pasada varios de mis amigos estaban pendientes de los resultados del equipo de voleibol en uno de esos Campeonatos o Ligas mundiales, no sé bien. Me gusta el voleibol, pero me da igual si triunfan o no los cubanos, me da igual que gane cualquiera.

Pero la mayoría de los que se sientan frente al televisor espera ver Triunfar a su equipo. Los narradores ponen todo su empeño en hacernos sentir que valdría mucho para el pueblo cubano un triunfo del equipo en cuestión.

La cuestión del Triunfo va mucho más allá de un simple juego deportivo, de todas las tristes propagandas ideológicas que se llevan a cabo en nuestro país. Va mucho más allá, incluso de nuestro país, pero aquí es donde estoy y donde veo mucha gente, cada día, pensando en “triunfar en la vida.”

Desde que apenas sabemos hablar nuestra familia – si está interesada en “educarnos” – comienza a enseñarnos las vías que ellos consideren adecuadas para que “seamos alguien en la vida.”

Los padres que se desenvuelven en ambientes intelectuales, se empeñan en que aprendamos a leer y sumar lo más pronto posible, aprendamos a reconocer los símbolos que identifican nuestra probable nacionalidad.

Y pronto querrán que toquemos algún instrumento, bailemos, pintemos o hagamos cualquier monería que nos diferencie de los demás chamacos del barrio y, por ende, ir preparándonos para un futuro promisorio.

Las familias menos interesadas en los ambientes culturales lanzarán, una tras otra, pelotas a la cara de sus hijos hasta que aprendan a manejar el bate o la raqueta. Mostrarán a las niñas el modo de lucir más lindas y sensuales (o sexuales) para que vayan aprendiendo a ser mujeres, para lograr un buen matrimonio, triunfar de ese modo. Cualquier vía es legítima.

Lo importante es Triunfar. Obtener el reconocimiento de la gente que le rodea y hasta de quienes están mucho más lejos. Porque sin ese Reconocimiento nunca podrán ser felices.

Entonces los que empezamos a crecer, tenemos la plena seguridad – porque nos lo han dicho nuestros padres, los que más saben en el mundo – que si no resaltamos en alguna asignatura de la escuela, en algún deporte, nunca seremos felices. Comenzamos a competir por ser los mejores, sin competencia no hay triunfo.

Nuestros cuerpos se estiran, terminamos la escuela, estamos hechos unos perfectos gladiadores, dispuestos a todo con tal de triunfar en la vida.

Si nos creemos intelectuales, pues nuestros poemas o ensayos deben ser los mejores. Si no nos interesan mucho las letras ni las ciencias, nuestra economía debe ser la mejor de todos los del barrio.

Ser un obrero es sinónimo de no haber triunfado en la vida. No tener dinero, peor (o quizá sea sinónimo de ser obrero).

Si nos casamos y tenemos hijos, nuestros niños o niñas deberán ser los más lindos, los que más grandes cochecitos de bebé tengan, y luego a repetir la cadena.

Hay muchos modos de sentir que se está en el camino adecuado para triunfar en la vida.

Cuando los padres ven que sus pequeños han crecido y se han convertido en eso que ellos soñaron: Grandes Triunfadores, son lo más felices del planeta…aparentemente.

Si sus hijos le han dado la espalda a ese proyecto triunfante, se preguntarán una y otra vez (como cuando les lanzaban las pelotas) ¿en qué nos habremos equivocado?

Muchas veces (quizá la totalidad) los grandes o pequeños Triunfadores, sonreirán delante de la familia, de los vecinos, los amigos, y se ahogarán de vacío en las noches…o sentirán que no es suficiente lo que han logrado para sentirse bien…que les falta algo a sus vidas.

O sencillamente sentirán mucha fatiga, de tanto competir.

Caridad

Caridad: Si tuviera la oportunidad de escoger cómo sería mi próxima vida, me gustaría ser agua. Si tuviera la oportunidad de eliminar algo de lo peor del mundo borraría el miedo y de todos los sentimientos humanos prefiero la amistad. Nací en el año del primer Congreso del PCC en Cuba, el día en que se celebra el orgullo gay en todo el mundo. Ya no vivo al este de la habana, intento hacerlo en Caracas y continúo defendido mi derecho a hacer lo que quiero y no lo que espera de mí la sociedad.

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