Nuestro proyecto en el campo

Por Caridad

 

HAVANA TIMES – Les conté que hace poco más de dos años me fui de la ciudad. Dejé atrás Caracas, con los beneficios mínimos de vivir en una capital, con su metro deficiente, con su mayor acceso a servicios públicos y el primer trabajo estable que había logrado desde que emigré a Venezuela. El amor me ayudó a dar ese gran paso, pero en gran medida también el deseo de ser menos dependiente del sistema, de construir cosas con mis manos, y estar más cerca de la naturaleza.

De ese modo, en medio de esta locura hiperinflacionaria, del caos social y político, hemos no solo sobrevivido, terminamos de construir una pequeña casa, cuidamos de los animales que tenemos y de un pequeño huerto.

También les conté que la mayor parte del estado de Lara es bastante seco, árido, y los servicios de agua pública en muchas zonas son inexistentes. Nosotras no tenemos acceso a ella. Recogemos el agua de lluvia, y para cocinar – o cuando se nos acaba la de lluvia, que este año ha sido muy escasa – compramos a los camiones privados que la ofrecen bastante cara.

A veces me he desanimado, porque no siempre logro obtener frutos de lo que siembro. No obstante, soy terca y estoy construyendo, a pico y pala, un pequeño estanque que nos ayude no solo a recoger un poco más de agua de lluvia, también para que sea hábitat de unos cuantos sapos que rondan nuestro patio, y los pájaros y bichos que abundan aquí tengan agua para beber. Continúo en ese empeño, de que la sequía no venza nuestros deseos y necesidad de sembrar, a pesar de que ya hemos encontrado otro sitio donde tenemos a mano el agua de la montaña y también la de servicio público.

En el anterior post les hablé de Hato Arriba, un caserío a más de tres horas, loma arriba del centro de Barquisimeto, la capital del estado de Lara. Allí hemos tenido la suerte de encontrar una pequeña casa, construida con arcilla y piedra, con un pedazo de tierra y acceso a agua – y electricidad cuando no la cortan, como en el resto del país -. Como no es territorio fronterizo ni de interés gubernamental, es un sitio tranquilo y sus habitantes han sabido mantener a raya la delincuencia que ha tomado amplias zonas de los campos venezolanos.

Nuestra idea es crear un espacio en el que todo el que quiera pasar unas semanas —  o el resto de su vida — viviendo de y por la tierra, pueda llegarse y compartir su tiempo y conocimiento. Del mismo modo en que he ido aprendiendo de las plantas, a pesar de que solo he vivido de la fotografía y las letras hasta ahora, puede hacerlo todo el que tenga ganas o necesidad.

Por ahora la idea está en “bruto”: la casa necesita rehabilitación para ser habitada, los espacios exteriores están por crearse. Así que siempre necesitaremos una ayuda extra para comenzar con este proyecto permacultural y autosustentable, en la medida que logremos encaminarlo.

Quienes quieran sumarse al proyecto “Migrando al Campo”, pueden ponerse en contacto conmigo, quienes quieran apoyar desde la distancia, me tomo el atrevimiento de compartirles este link para que conozcan más de lo que nos proponemos y necesitamos.

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