Los ojos de la “izquierda” sangran

Caridad

HAVANA TIMES – Cuando en medio del caos, la desesperanza y miles de necesidades sin suplir, uno es feliz, se siente extraño. No porque sea feliz a pesar de las circunstancias, he podido evitar una enorme tristeza por estos días.

La muerte violenta no es un asunto nuevo en Venezuela, pero uno nunca se acostumbra, a pesar de la felicidad personal y todas esas cosas.

¿Qué ha sucedido en los últimos días de junio e inicios de julio en Venezuela, que no sean los continuos apagones fuera de Caracas, la imparable dolarización en medio de una sociedad de asalariados indigentes?

Ya deben saberlo a través de otros medios internacionales. Un capitán de corbeta, un militar torturado hasta morir en manos de otros militares. Por supuesto no me conmueve el hecho de que sea militar, pero es un síntoma, la punta del iceberg que indica lo que está sucediendo en las fuerzas armadas de Venezuela, lo que está sucediendo en los edificios donde están llevando a las decenas de militares detenidos, a los presos políticos, lo que está sucediendo en toda Venezuela. Las pruebas de torturas no pudieron ocultarlas esta vez.

Rafael Acosta no fue un caso aislado. Me duele su muerte como la de cualquier ser humano, me conmueve su martirio como el de cualquier ser viviente. Y, lo peor, ¿cuántos más están pasando por similares circunstancias en estos momentos? Lo único que puedo asegurar es que ninguno de ellos tiene el suficiente poder económico o militar para evitar su apresamiento y tortura.

Enseguida nombran y acusan a culpables directos de esa muerte. Se les fue la mano, es lo que pensarán los mismos que le acusan, a sabiendas que esos testaferros solo cumplen sus mismas órdenes, solo tienen la función de cuidar – como diríamos en buen castellano – el enorme y sangriento trasero de los que desgobiernan Venezuela.

Conozco de asesinatos, masacres, torturas y represión en los mandatos de la llamada Cuarta República. A la opinión pública internacional poco o nada le importó. Muchos de los que participaron como verdugos en esa represión, continúan hoy en altos puestos del Gobierno. Varias de sus víctimas – directas o indirectas – tienen hoy altos cargos en la esfera gubernamental y participan (exvictimarios y exvíctimas) en esta silenciosa masacre al pueblo venezolano.

Y si me duele la muerte lenta de un militar, ¿cómo no va a ponerme los pelos de punta lo que le han hecho a Rufo Chacón, un chamito de 16 años?

No está muerto, por ahora, Rufo Chacón, ni su hermano de 14 años que también sufrió lesiones fuertes. No está muerto, como tampoco está muerta Carmen Gloria Quintana, la joven a la que le dieron candela los pacos de la dictadura de Pinochet.

A la “izquierda” venezolana le encanta comparar el golpe silencioso – en sus inicios, con el acaparamiento – que le dieron a Salvador Allende, con un supuesto golpe a Nicolás Maduro. Bien, hoy comparo lo que le hicieron a Carmen Gloria y Rodrigo – desmedidamente atroz – con lo que le han hecho a Rufo Chacón.

Ya les contaba que, para una buena parte de los venezolanos, cocinar con gas se está convirtiendo en un lujo. El detalle es que si no hay a la venta un producto que sustituya la cocina de gas, ¿con qué se cocina?

Quienes pueden montar un fogón de leña terminan por lastimar sus ojos a causa del humo, y la leña se acaba, sobre todo, porque tampoco existe su comercialización. Si vivimos – fuera de Caracas – en constantes apagones, tampoco se puede confiar en la cocina eléctrica. No tengo que dar todas esas explicaciones para exponer los motivos que llevaron a Chacón, su madre y su hermano de 14, a plantarse en medio de la calle para exigir el servicio de gas.

Ellos, como el resto de las familias que estaban allí, en una calle del estado de Táchira, no iniciaron una manifestación política, ni gritaban Abajo Maduro, ni lanzaban piedras a la propiedad privada o pública, no incendiaban autos ni ponían en peligro a nadie (estos son algunos de los pretextos que ha dado el Gobierno para las anteriores “muertes por exceso de fuerza policial”). Esa gente estaba haciendo lo que es común en estos días: cerrar el paso en cualquier calle para exigir que acuda un camión a venderles el gas que en este país se bota. Llegó la policía y sin mediar palabras repartieron golpes y perdigonazos.

Mientras golpeaban al chamo de 14, y su madre iba en su ayuda, a Chacón le disparaban varias veces. Ocho perdigones en un ojo y cuatro en el otro; no sé cuántos más en el resto de su cara. No tengo deseos de decir una frase más, y mucho menos sarcástica, respecto al accionar de esos seres humanos uniformados, representantes dignos de ese Gobierno que se apresura a meterlos en prisión como si hubiesen estado haciendo algo que ellos mismos no le ordenaron hacer.

Rufo Chacón quiere morirse. No lo mataron de una, aunque quizá sí, solo que todavía no lo han enterrado. Quedar ciego a los 16, con el rostro desfigurado, sin una familia que lo pueda apoyar económicamente a afrontar su nueva situación, puede dejar sin deseos de vivir a cualquiera. Y le pasa a Rufo, según cuenta su madre.

Del mismo modo en que la muerte del capitán de corbeta es la punta del iceberg de lo que sucede dentro de las Fuerzas Armadas de Venezuela, Rufo es el símbolo de lo que sucede con los jóvenes en este país. O te vas huyendo del hambre y la ausencia de un futuro ciertamente jodido; o te quedas a estudiar en escuelas sin maestros y a que te maten por pobre.

Caridad

Caridad: Si tuviera la oportunidad de escoger cómo sería mi próxima vida, me gustaría ser agua. Si tuviera la oportunidad de eliminar algo de lo peor del mundo borraría el miedo y de todos los sentimientos humanos prefiero la amistad. Nací en el año del primer Congreso del PCC en Cuba, el día en que se celebra el orgullo gay en todo el mundo. Ya no vivo al este de la habana, intento hacerlo en Caracas y continúo defendido mi derecho a hacer lo que quiero y no lo que espera de mí la sociedad.

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One thought on “Los ojos de la “izquierda” sangran

  • Caridad, ser feliz es una decisión personal que depende más de un estado mental positivo que de las circunstancias externas, pero necesitas mucha fuerza de voluntad y concentración para ser feliz en Venezuela. Los radicales, sean de izquierda como los maduristas o de derecha como los pinochetista, son todos despreciables.

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