La visita de los suegros

Caridad

HAVANA TIMES, 18 ene — No creo que exista alguna cultura, en occidente, en la que la visita de los suegros no se traduzca en algo así como una lenta pesadilla con visos de tragicomedia.

La mayor parte del año que hemos estado “juntas” mi novia y yo, ha sido a través de correos electrónicos y mensajes por celular (no mencionaré que muchos de estos mensajes por celular se pierden sin llegar a su destino).

Tras muchos esfuerzos de ambas partes, logramos preparar un viaje para pasar juntas el mes de diciembre.  En Cuba, claro está.

Sucede que el padre y la madre de mi novia nunca habían visitado Cuba.  Y cuando supieron de los preparativos, decidieron darme la sorpresa de venir con ella para ¿conocer mi país…mi familia…conocerme mejor?

Qué más da.

Es de entender que casi sufriera un infarto con esa noticia, aunque llegó atenuada con el hecho de que ellos vendrían un par de días después de la llegada de mi novia y se irían un par de días antes de que ella regresara a su país.

Comparto mi apartamento con mi madre y su esposo.  Solo tenemos dos cuartos.  Mi cama es personal.  ¿Dónde pongo a dormir a mis suegros?  ¿En qué momento tendría algo de la ansiada  “intimidad” con mi novia?

Embullé a un par de amigos para el recibimiento en el aeropuerto, éramos una hermosa comitiva.  En realidad los amigos fueron para ayudarnos a salir a la calle con todo el equipaje, pues un taxi desde el mismo aeropuerto no baja de los 30 cuc que, por supuesto, no podía darme el lujo de pagar.

Así que la bienvenida de los padres de mi novia, bajo la frialdad de la media noche, fue una interesante conversación mientras caminábamos entre charcos hasta la carretera más cercana, para tomar un taxi más barato.

El chofer de ese taxi fue espléndidamente amable, sin ironías.  Hizo el trayecto muy despacito para que los suegros pudiesen admirar la vida nocturna de La Habana…aunque en realidad ellos no se percataron de su esfuerzo y solo se llevaron la idea de que los autos en Cuba caminan demasiado lentos.

No fue difícil convencerlos de que no hablaran mucho cuando saliéramos a la calle.  La tarea de guía turística nunca me gustó, pero la asumí con más entusiasmo que otras veces.

En otro momento me hubiese apenado mucho tener que explicarles que no podía invitarlos a un museo porque pagarles la entrada podría equivaler a un mes de trabajo mío.  Pero a ellos les pareció divertido quedarse en silencio para lograr lucir como cubanos, pagar en moneda nacional y así poder dejar el dinero que traían para comprar la comida de esos 12 días.

La mejor prueba de mi buena disposición hacia los suegros fue un lunes por la mañana.  Recién nos bajamos de la guagua que nos dejó en la Habana Vieja y ellos quedaron encantados con uno de esos coches antiguos tirados por caballos.

Lo último que habría hecho en mi vida era montarme en uno de esos coches solo para pasear.

No por el dinero, sino por la explotación al animal.

Siempre he considerado que está bien el uso del caballo para las necesidades, pero lucirse encima de un coche no es una necesidad.

Pero ahí estaba yo, encima del dichoso quitrín, junto al calesero, paseando a mis suegros por toda la Habana Vieja.

Los doce días, mi novia y yo, dormimos en la sala, sin “intimidad” alguna.

Imagino que ellos la pasaron muy bien conociendo Cuba.  Yo todavía estoy en cama, sin poder recuperarme de su ausencia.

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Caridad: Si tuviera la oportunidad de escoger cómo sería mi próxima vida, me gustaría ser agua. Si tuviera la oportunidad de eliminar algo de lo peor del mundo borraría el miedo y de todos los sentimientos humanos prefiero la amistad. Nací en el año del primer Congreso del PCC en Cuba, el día en que se celebra el orgullo gay en todo el mundo. Ya no vivo al este de la habana, intento hacerlo en Caracas y continúo defendido mi derecho a hacer lo que quiero y no lo que espera de mí la sociedad.

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5 thoughts on “La visita de los suegros

  • Yordanka, en algún momento podrán estar juntas, en Cuba o en donde viva tu novia, no pierdas la esperanza, pero adminístrala para que no te deprimas, saludos desde el infierno.

  • terrible la sorpresita. Te acompaño en el sentimiento

  • La sensación de que el tiempo nos roba algunas cosas es inevitable. Pero cual gacela perdida que huye a algún lugar para ser feliz todo se convierte en un nuevo mundo, gacelas que huyen para amar le pide al tiempo algo de tiempo para sentir, vivir , soñar, creer, y sin duda alguna amar; Jamás entendí a ese que le llaman “Destino” pues suele unir para algunas veces hacer sufrir con distancia, empero acá se nota la lucha, el esfuerzo de mantener viva la llama de una gacela que sin duda es amada; El quiero quiero de todos lo humanos algunas veces no se obtiene, pero yo quiero verlas juntas en esta selva de vida, dos gacelas unidas, con gacelas amadas, nunca separadas y nunca rendidas ante la distancia.

  • jajajjaaj Qué cómico!

  • ñooo pan con tortilla

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