La crisis y los misiles, en Venezuela

Caridad

Mural of Francisco Miranda en Caracas

HAVANA TIMES – Una característica amigable de las “crisis” es la oportunidad que reciben quienes están involucrados en ella, para dar un paso adelante en su transformación, o sea, su superación como ser humano. Tal vez “superación” no sea la palabra adecuada. Pero a la gente le gusta cualquier adjetivo en el que esté implícita la competencia, aunque sea consigo mismo.

Esta crisis en Venezuela ha hecho que la gente aprenda a separarse de sus hijos y familia para ir a otro país a buscar trabajo. Si no lo visualizamos como un drama, es una magnífica experiencia, sobre todo, si existe la seguridad de que, en par de años, las cosas aquí estarán mejor y podrán regresar con toda su magnífica experiencia. Nadie asegura que pueda ser así.

Los venezolanos también han aprendido a valorar más los viajes dentro de su propio país. Ahora es una proeza moverse de un estado a otro, el pasaje puede tener el mismo precio del salario mensual. Igualmente aprenden a encontrar capacidades dormidas dentro de su cuerpo.

Ya pasaron los tiempos sedentarios en los que salías de tu casa, caminabas dos cuadras y agarrabas un carrito hasta la parada del metro o del resto de las rutas. Ahora no solo caminan otorgando a sus músculos el ejercicio necesario, también ponen a prueba sus articulaciones subiendo, bajando o sosteniéndose dentro de cualquier camión o transporte que antes servía para trasladar vacunos, porcinos o residuos químicos: lo importante es llegar en algún momento al trabajo.

Hablando de trabajo, aquí existía la malsana costumbre de beber cada fin de semana, los viernes se reunía la gente con sus compañeros de trabajo en una tasca o en las afueras de una licorería donde siempre está ese cartel de prohibido tomar licor en esta licorería. ¡¿Quién ha visto salud y salario que se sostenga con esa adictiva costumbre?! Lo peor es que, después de unas cuantas cervezas, los muy irresponsables se iban a una pollera para evitar los estragos del alcohol. ¡¿Pollo?!

La gente por acá ha aprendido a valorar las cosas pequeñas, por ejemplo, hablando de pollos, ya valoran mucho más su fase pequeña: el huevo. Es tan valorado que adquirir un cartón de estos equivale al pago de un mes de trabajo en muchos lugares. Porque eso también ha pasado por la extraordinaria transformación: no hay nadie, no hay gobierno, no hay un solo mecanismo que haga que los comerciantes tengan precios similares en sus ofertas.

Un producto que vende Luis a ocho mil bolívares, en el negocio de al lado está a doce mil…o quince mil, o 20 mil bolívares. Sin exageraciones de mi parte. Obviamente son ellos los que exageran.  Porque si de superación se trata, la gente comienza a superarse también en egoísmo.

Hace dos días esperábamos el camión que reparte el gas en la comunidad, todo estaba bien coordinado y ya venía en camino. Dos horas después nos avisan que no esperemos más por  el camión, la comunidad de al lado lo había interceptado, le ofrecieron comprar las bombonas a mayor precio y fin de la historia. Tiempo perdido para quienes organizaron la venta en esta localidad, para los que esperábamos comprar; y un acto de superación evolutiva para quienes tuvieron la buena idea de sobornar a los vendedores del gas.

Portal el silencio, Caracas

Las buenas obras también abundan en esta crisis. Un chamo que fue baleado por los Faes (Fuerzas Especiales) en Caracas, recibió el apoyo de muchas personas para conseguir el dinero y comprar un costoso antibiótico; quien poseía el medicamento recibió el dinero mediante transferencia, pero nunca hizo llegar la medicina.

Los venezolanos parecen estar a la expectativa de que alguien venga a resolver esta “crisis”. Ahora una parte de ellos apuesta a Guaidó, cuya mejor propuesta es una intervención militar; como si incentivar el patriotismo fuese una buena idea en este momento, como si el problema en esta nación se resolviera con unas cuantas bolsas de comida para miles de venezolanos cuando aquí viven más de 25 millones.

Y, no obstante, a que los que no apoyan al des-gobierno hablan de la necesaria unidad; por ahí ya salió, oportunamente, una vocecita rubia a aclarar que, de realizarse un proceso electoral, su esposo Leopoldo López estaría optando por la candidatura a la presidencia.

Los momentos de unidad no abundan por estos lares. Ni entre los poderosos ni entre la gente común. Claro que la unidad no tiene por qué equivaler a un mismo pensamiento, un solo partido, un solo modo de actuar. Pero la gente, en esta crisis, sale despavorida como si, entre ellas, hubiese caído un misil.

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