Extrañando a mi tropa en el Monte Ávila

Caridad

Hoy tuve la oportunidad de conocer el famoso Monte Ávila, en Caracas. A pesar de la sequía se nota que es un lugar hermoso, donde la naturaleza apenas siente el freno de la mano del hombre.

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A la cima llegamos en los telesféricos de Warairarepano, no montaba uno desde mis años de escolar, allá en nuestra perdida campamento Ciudad Escolar (Tarará).  Por supuesto que este de aquí es incomparable por la altura que alcanza, más de 2 mil metros sobre el nivel del mar.

Aun así habría preferido alcanzar la cima a través del sendero que rodea a las montañas. Hubiese dado lo mejor de mi vida por tener aquí a mis amigos. Habríamos saludado a los turistas desde abajo, con nuestras mochilas al hombro, y al llegar al pico más alto habríamos dado un rodeo para huir del centro turístico, con todo y sus pista de patinaje sobre hielo.

Porque eso es lo que me esperaba en la ansiada cordillera, una enorme construcción comercial y un sendero con vistas a la ciudad de Caracas -invisible por estos días sin lluvia- y al pueblo de Galipán del otro lado, mucho más llamativo y al que, seguramente, hubiese ido a conocer con mis amigos.

No tengo alma de turista, por eso no disfruté mucho de ese sitio donde al mediodía se amontona la gente comiendo las más deliciosas y costosas chucherías.

Sin embargo, cerca de mi hotel me esperaba una pequeña maravilla hasta ahora no descubierta por mí: El Parque de los Caobos.

A pesar de no ser tan renombrado, el pequeño bosquecito lleno de atractivas esculturas – queda al fondo del Palacio de Bellas Artes -, enormes caobas mexicanas, fuentes, niños jugando, pájaros, gente paseando a sus mascotas o haciendo deportes o amándose tranquilamente o solo dejando pasar el atardecer dentro de ese oasis me complació mucho más.

Allí las personas fueron mucho más cercanas – amables son donde quiera – me permitieron fotografiar sus mascotas, nos explicaron que el Papelon de Limón es jugo de limón endulzado con melaza de caña.

Me llamó mucho la atención la posibilidad de poder interactuar con las esculturas sin que un guardia de seguridad o una reja nos lo impidiera. Creo que algunos de mis días en Caracas comenzarán o terminarán a la sombra de las enormes caobas de este parque.