El 8 de marzo, una risueña concesión del poder

Photos & Texto: Caridad

HAVANA TIMES – Siempre me ha costado un montón eso de las definiciones. Me cuesta, además, recordar las fechas de cumpleaños y no celebro habitualmente fechas patrias  y “día de…” Llenar formularios y cumplir con estereotipos para mí es como intentar entender el idioma hebreo, árabe o chino…o peor.

Por esa razón nunca me he sentido inspirada a participar dentro de ningún partido, religión, grupo filosófico o movimiento cívico o social.

¿Soy mujer?

Creo que no me importa eso.

¿Soy lesbiana?

Creo que soy mucho más que eso, aunque sí creo que de la realización de los deseos sexuales depende mucho nuestra felicidad y el modo de relacionarnos con los demás.

Soy un ser vivo. Si es que me obligan a hacer alguna definición, uno más de este universo o de las posibles realidades de las que somos conscientes o no.

Quizá si las personas se definieran menos no estaríamos hoy “celebrando” el  absurdo “Día de la Mujer” – absurdo como todos los demás “día”.

El hecho de definirnos más allá de seres vivos ha hecho posible cambiar las caras y los nombres al Poder. Ha hecho posible las divisiones de todo tipo, en las que, casualmente, siempre está presente el poder.

Para quienes creen en uno o varios dioses, primero están él o ellos, a quienes el hombre debe obedecer; en esa escala de poder luego están las mujeres que se deben a los hombres, por debajo están los niños, más abajo los animales, debajo de los animales están las plantas, más abajo la tierra y el agua.  

Todos interrelacionados con el poder y la fuerza, porque los dioses son Omnipotentes, los hombres le siguen en fortaleza, las mujeres son un poco más fuerte que los niños y así los seres humanos en general somos más fuertes – según nuestro pensamiento – que los animales y el resto de la naturaleza. Obviamente no hablo solo de fortaleza física.

Si soy más fuerte, entonces tengo más derechos.

Así han funcionado la mayoría de las sociedades que hemos llegado a conocer a través de los libros.

Al menos durante los primeros años de mi vida tuve el gran privilegio de no sentirme involucrada dentro de una relación de poder. Claro que existía, porque los niños “deben obedecer a los mayores”. Pero mis padres estaban entregados a sus trabajos y a la “Revolución”. Y  mi abuela nunca estuvo pendiente de clasificaciones y estereotipos, ella hacía sus labores dentro de la casa o atendía a los animales. Yo podía acompañarla o no; nunca me dijo: como eres niña debes aprender a cocinar y a tejer, como eres niñas no debes andar subiéndote a los árboles o corriendo de un lado a otro. Simplemente me dediqué a jugar y a husmear entre los libros que encontraba.

Muchas personas no han tenido ese privilegio de escoger sus propios juegos o, al menos, poder jugar cuando son niños. En Venezuela, por ejemplo, la mayoría suele clasificar a sus bebés desde que nacen: si son varones toda su canastilla será azul, si acaso algunas prendas verdes o amarillas; y las hembras rosado, por supuesto.

Los juguetes – quienes pueden comprarlos – son elegidos cuidadosamente según la apariencia biológica del niño.  Las personitas con vulva recibirán muñecas o vestidos de princesas, juegos de ama de casa. Los que tienen pene generalmente reciben juguetes para que demuestren una supuesta fortaleza o desarrollen un tipo de inteligencia más aplaudida en estas sociedades.

Por supuesto, soy consciente que esto no solo sucede en Venezuela. Aquí le agregamos meses de catecismo, o visitas dominicales a un Pastor que recreará todo un sistema de definiciones y adoctrinamiento en las mentes de los niños. Definiciones y adoctrinamiento siempre basados en las relaciones de poder.

Se supone que sea lo que no soy pero tengo que ser lo que debo ser para poder llegar a ser lo que quiero ser.

La mayoría de las personas viven sumidas en ese trabalenguas existencial. Da igual si la sociedad lo define como hombre o como mujer. Nadie tiene las de ganar, sea hombre o mujer, porque en sus espaldas y su cabeza siempre van a llevar todas las definiciones, leyes que dictan su actuar según su apariencia biológica.

Pero cuando el Estado, y los grupos económicos y religiosos que ostentan el poder, dictan las leyes, establecen un margen de pequeñas ventajas hacia unos seres humanos en detrimento de otros. Para quienes llevan una vida cómoda o, al menos, se conforman con ella; les parece bien las leyes existentes o su ausencia. Para quienes las cosas nos están del todo bien, o se ponen en los zapatos de los que tienen menos derechos – la debilidad o carencia de suficiente poder – las leyes son indignas y hay que reajustarlas.

Aunque es como subir cuesta arriba, con la enorme esfera, como Sísifo; al menos los que luchan por sus derechos o los de otras personas, sean mujeres u hombres, homosexuales o pansexuales, pobres, negros, emigrantes o la clasificación que nos parezca bien darles; están haciendo algo por mejorar el mundo en que vivimos.

Todo es mucho más complicado que una ley, pero a veces ayudan. No son solo mujeres peleando para que no las maten, personas defendiendo a los animales o a un ecosistema para que no lo destruyan, todos somos seres vivientes y nadie está por encima de nadie. Ni los dioses sobre los hombres, ni estos sobre las mujeres y niños; ni todos sobre la naturaleza.

Ojalá no se nos olvide para la próxima fecha a conmemorar.

Caridad

Caridad: Si tuviera la oportunidad de escoger cómo sería mi próxima vida, me gustaría ser agua. Si tuviera la oportunidad de eliminar algo de lo peor del mundo borraría el miedo y de todos los sentimientos humanos prefiero la amistad. Nací en el año del primer Congreso del PCC en Cuba, el día en que se celebra el orgullo gay en todo el mundo. Ya no vivo al este de la habana, intento hacerlo en Caracas y continúo defendido mi derecho a hacer lo que quiero y no lo que espera de mí la sociedad.

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