Se consolida la clase media en Cuba
Yenisel Rodriguez
En la periferia de la Ciudad de La Habana existen lugares que se reconstituyen como repartos de gente adinerada, este es el caso de Víbora Park.
Víbora Park es uno de los tradicionales repartos residenciales donde menos afecto el exilio clasemediero prerrevolucionario. Muchas de las familias adineradas lograron incorporarse a las instituciones revolucionarias conservando la propiedad de dicho patrimonio doméstico. Su nivel de vida ha facilitado que dicha localidad disfrute de una magnífica infraestructura semiurbana.
Otros repartos de origen clase medieros han transitado otros derroteros. Fontanar por ejemplo, fue abandonado, forzosa o voluntariamente, por la mayoría de sus propietarios al comenzar a aplicarse las primeras medidas de nacionalización. Los nuevos propietarios, en su mayoría profesores universitarios reubicados aquí por el Estado, no han podido en más de cincuenta años, de enfrentar el sostenido deterioro material que afecta a sus casas.
Fontanar presenta un paisaje comunitario de mayores contrastante socioeconómicos que Víbora Park: restaurados palacetes republicanos de estilo funcionalista, alternan con muestras fósiles del mismo estilo arquitectónico. Ruinas decoradas por un chasis de Lada, que pertenece por lo general a un matrimonio envejecido, que se debate entre la idea de vender a tiempo o fenecer orgullosos por conservar tan costoso trofeo revolucionario.
A Víbora Park llegan familias adineradas de diferentes orígenes. Esta la clase media tradicional o prerrevolucionaria que busca recuperar espacios perdidos o incrementar los que ya posee. Otras pertenecen a una clase media de origen marginal, y representan la mayor parte de las familias que se insertan en dicho reparto. Buscan espacios acordes a sus necesidades de prestigio y diferenciación.
Ambas clases medias tienen matices identitarios característicos. Los tradicionales poseen una cultura ilustrada que se expresa en la decoración sobria de las fachadas domésticas o en la escasa socialización con el resto del vecindario.
Los clasemedieros de nuevo tipo son más ostentosos y dan una mayor importancia afectiva a la vida relacional que existe en el vecindario. Aunque dicha ostentación no llega a modificar el ambiente sobrio y contemplativo del reparto. Esto los diferencia de otras familias clasemedieras de origen marginal, que al habitar aún en espacios marginados de la capital, se ven compulsadas a mostrar una estética de consumo ostentoso para logar visibilizarse al interior del entorno obrerista que los adosa.
Víbora Park se homogeniza a pesar de los clusters de edificios para obreros que ornamentan su entorno. El 31 de diciembre, desde uno de esos edificios, observaba como se celebran los clasemedieros el fin de año. Descubrí elitismo y enclaustramiento. Aún así no lo asumí con predisposición y obcecación. Sólo una sensación de incertidumbre se apoderó de mí, al validar como nuestra sociedad se diferencia sin previo consenso y sin pasión gremial.
También dirigí mi mirada más allá de Víbora Park. Allí estaba El Moro, barrio extremadamente marginado. Escuchaba su retorcimiento cuando ya eran pasadas las doce de la noche. También por esos lares se funda y reconstituyen otras formas de vida, que se deben aprehender sin prejuicio y etiquetas, pero donde también florece el odio a lo otro.
Víbora Park y El Moro son extremos y continuidades que transforman nuestra sociedad cubana desde el sálvese quién pueda. Un juego que casi siempre ganan los más fuerte.
«…También dirigí mi mirada más allá de Víbora Park. Allí estaba El Moro, barrio extremadamente marginado»
Sigo en la intención clara de denostar a todo aquel que, bañado en la ignorancia y con un anquilosamiento intelectual lleva su retórica de los conceptos «capitalismo» al de «socialismo» y de vuelta, intentando con el uso de tales ideas explicar una realidad que rebasa por mucho esa dicotomía tan acabada, tan rebasada. Es irrisoria la manera en que algunos colaboradores de esta publicación hacen alarde una vez si y otra también, de vivir en una burbuja que los libra de toda impureza, de todo ánimo de lucro, de posesión, de propiedad, de prosperidad si no es por medio de los mecanismos del estado única y exclusivamente. Su burbuja nunca se consolidó y la realidad siempre ha sido una. Viviéndolo desde dentro, visto desde fuera a este estado de las cosas se le denomina BRUTAL INEQUIDAD, un concepto tan universal que pocas veces se puede distinguir por quienes adoctrinados han perdido el sentido común, y precisamente en esa marcada diferenciación entre quienes «tienen y quienes no», se halla el origen de los mayores males que pueda haber en toda sociedad.