Perderse las películas del sábado era imperdonable

Yenisel Rodríguez Pérez

Foto: Sara Waisvisz

HAVANA TIMES, 9 ene — Qué manera de llorar cuando no lograba dominar el sueño antes de que comenzaran las películas del sábado. Eran los años noventa del pasado siglo, pero aún viven en mí aquellos recuerdos.

En casa no teníamos televisor. Esto hacía difícil programar bien los pestañazos antes que comenzara la primera película. Recuerdo que me mantenía en un limbo de incertidumbre.

Muchas veces desperté en medio de la noche con toda la casa apagada, y enfrentado la terrible realidad de que la interminable espera de seis días, para ver las “mejores” películas de la semana, había sido en vano.

Era como si no terminara el ciclo semanal, como si el viernes se conectara con el lunes, y toda diversión quedara aguillotinada por culpa de mi debilidad ante el cansancio sabatino.

Desde el sábado anterior se comenzaban a formar expectativas con las dos películas por venir siete días después. La exorbitante presentadora del programa promocional “Tele Avances”, reservaba sus mejores poses y maneras para informarnos sobre el filme policiaco o el sobrecogedor terror de la media noche.

Durante los restantes días que me separaban de la noche sabatina, aquellas escenas de policías norteamericanos o muñecos diabólicos no paraban de acecharme. Esto hacia de la experiencia televisiva un exorcismo fotográfico.

Por eso cuando no lograba ver esos filmes tan esperados, tenía que cargar con aquellas imágenes durante otra semana más, hasta que nuevos avances las aplastaran.

Nada era peor para mí cuando adolescente. No lo superaba ni el miedo que me provocaba regresar a casa de madrugada, después de terminar de ver la segunda película del sábado.

Recuerdo que a la satisfacción de poder predecir el final del último filme, le seguía la insoportable experiencia de tener que correr dos manzanas para llegar lo más rápido posible a mi casa.

Siempre esperaba que los dueños de casa me dejaran claro, con irónica mirada, de que la función barrial había concluido.

Recuerdo cuando estrenaron “Choqui. El muñeco diabólico”. La vi en casa del marinero de la cuadra. Era el mejor lugar para disfrutar del estreno.

Lo inoportuno del caso era que la casa quedaba al final de un solar tenebroso y rodeado de muchos árboles. Sabía que el regreso iba a ser difícil. Aún así, no podía renunciar a la tentación de ver el rojo de la sangre en un TV a color.

Ese día llegué a casa con el corazón en la boca. Tuve que esperar unos segundos antes de tocar. Nunca se enteraron de mis miedos a la soledad callejera de las madrugadas de domingo.

Pero aún así, nada era más frustrante que perderse la experiencia, con sus dichas y desdichas. Hoy mis gustos han cambiado. Casi no veo televisor, y de las películas del sábado ya ni me acuerdo.

En la actualidad las nuevas tecnologías, las tibias reformas televisivas y las sintonías ilegales han desplazado a un segundo plano las películas que trasmiten las películas que trasmite el canal Cubavisión los sábados en la noche.

La diversión audiovisual se ha vertido por toda la semana. Así es el paso del tiempo, lo cambia todo de forma aparentemente paradójica.

Ahora mi fin de ciclo semanal reside en el descanso morbosamente ocioso de los domingos. Es el día del descanso semanal. Nada que hacer, solo vegetar.

De vez en cuando, mientras paso revista a los 5 canales de la televisión nacional, me tropiezo con las películas del sábado. Ahora sólo funcionan como recordación de que el día siguiente será domingo, que tengo que terminar mis obligaciones ante de acostarme.

Pero algunas veces no me hacen pensar en eso. En algunas ocasiones, mientras descubro el estilo indiscutible de una película de acción, me sobreviene algo de nostalgia. Un sentimiento que advierte un convencimiento.

Uno va dejando tras sí muchas cosas, pero nunca quedan vacíos los espacios que las acogieron. Es como si preserváramos algunos detalles superficiales para no restarle tanta trascendencia a lo vivido.

Yenisel Rodriguez

Yenisel Rodriguez Perez: He vivido siempre en Cuba, con la excepción de varios meses del 2013 cuando estuve con mi padre en Miami. A pesar de las noventa millas que separan a una ciudad de otra, en ambos sitios encuentro motivos profundos para asumir una militancia política y popular. Mi encuentro con la Antropología Sociocultural hace 8 años atrás, me ha alistado en el compromiso de amor a la diversidad cultural.

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One thought on “Perderse las películas del sábado era imperdonable

  • Muy interesante texto. Esas peliculas comenzaron a ponerse a finales de los setenta y se convirtieron en una cita inviolable. Llego al punto que varios amigos escogiamos la casa del que tuviera el mejor televisor (cuando aquello solo habia Rubin, Electron y televisores de mas de 20 anos) y ahi nos reuniamos a ver las peliculas entre tragos de ron. La unica que me perdi fue The French Connection, porque la pusieron el dia que me asile en la embajada de Peru. Curiosamente, me costo trabajo verla despues a pesar de lo disponible que estaba. Siempre me sucedia algo que me la interrumpia. Quiza Gene hackman se vengo por faltarle a la cita. La vi completa solo hace cuatro anos.

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