Ni el genio de la lámpara

Por Yenisel Rodriguez

Foto: Lazaro González

En 1961 el Estado revolucionario intervino el mayor mercado agropecuario de la capital y del país, el popularmente conocido Mercado de Cuatro Caminos.

Con esta acción se dio inicio a un proceso de deterioro de la cultura de comercialización que desde el año de fundación del mercado en 1921 fue atesorando por su colectivo de trabajadores.

Fueron 40 años de explotación y dominación del trabajador y del consumidor, no hay que llamarse a engaño, pero lo que provocó la intervención estatal a partir de 1961 no tenía precedente. La administración estatal puso a punto de jaque los espacios de socialización de los trabajadores y los consumidores. Fracturó esos calurosos rincones donde habita la resistencia frente a la explotación y a la dominación.

Los errores fueron muchos. Se intentó planificarlo todo, y por tanto sobrevino el caos.

Se homogenizó la distribución a los puntos de venta comunitarios que se abastecían del Mercado de Cuatro Caminos. No se diferenciaron los puestos que vendían frutas de los que vendían viandas. Vianda y fruta para todo el mundo. La misma calidad y la misma cantidad. Simplificar, simplificar a la sociedad. Boca con boca para lograr alimentarlos a todos a la misma vez, así como lo hacen los halcones con sus pichones.

Como consecuencia los vendedores que se especializaban en vender un solo producto no podían mantener sus niveles de venta. Comenzaron a rechazar los envíos del Mercado de Cuatro Caminos, y como era de esperar se disparó la corrupción.

Los vendedores competían por acceder a los productos más demandados. Tan fuerte fue esta competencia que se fragmentaron las redes de solidaridad que existía entre los vendedores al por menor. Aquellos que se vieron resignados a recibir todos los productos implantaron una política de consumo muy controvertible.

Forzaban a los consumidores para que les compraran todos los productos que le enviaba el mercado. Esto se hacía sin tener en cuenta las necesidades del consumidor, algo que ninguno de estos vendedores pensó que pudiera suceder. Si querías comer mango tenías que comprar ñame. Mucho peor era si no tenía dinero para comprar el módulo completo. Éstos no comían ni mango ni ñame.

Esta política distributiva no tenía en cuenta los hábitos alimenticios ni los niveles adquisitivos de cada territorio. Se le llamó venta por cuartones y lotes, una regionalización de la distribución que no contenía ningún estudio de mercado previo. Fue un performance administrativo.

En el Mercado de Cuatro Caminos se crearon cuatro cubículos correspondientes a cada una de los cuartones de distribución. La Gran Habana, como se conocía a la capital en aquellos momentos, tenía una población de ¡1.527,000 habitantes! Cada cuartón tendrá aproximadamente ¡381.750 consumidores!

Tenían que obligar a las personas a comprar en un mismo punto de venta y numerar a estos consumidores para que no compraran espontáneamente, pues el mercado no podía satisfacer niveles circunstanciales de demanda. Se impersonalizó la venta para que no fuera favorecida la clientela tradicional. Con este objetivo muchos vendedores fueron trasladados a más de medio kilómetro de su puesto de venta anterior.

Ni el Genio de la Lámpara podía hacer funcionar esos diseños de comercialización. El Estado optó por el autoritarismo y la coacción. Ésta fue su llave maestra para hacer funcionar la estructura centralista.

Pusieron a fajar a las personas entre sí: consumidores con vendedores. A conflictuar las relaciones al interior de cada uno de estos grupos, un todos contra todos.

Al sálvese quien pueda, a eso nos condujo la intervención estatal.

(Continuará…)

Yenisel Rodriguez

Yenisel Rodriguez Perez: He vivido siempre en Cuba, con la excepción de varios meses del 2013 cuando estuve con mi padre en Miami. A pesar de las noventa millas que separan a una ciudad de otra, en ambos sitios encuentro motivos profundos para asumir una militancia política y popular. Mi encuentro con la Antropología Sociocultural hace 8 años atrás, me ha alistado en el compromiso de amor a la diversidad cultural.

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