La criminalización de los oficios

Yenisel Rodriguez

Restauradores. foto: Caridad

Marcos es un electrónico testigo de Jehová. Aprendió autodidactamente un oficio que se beneficia hoy de la revolución energética.

El Estado ha empleado a miles de electrónicos para poder montar la infraestructura de mantenimiento para los electrodomésticos distribuidos.

Marcos es un empresario. Logra mantener un servicio constante y de calidad seis días a la semana. Me arregló un ventilador ruso mientras orientaba a un discípulo de 18 años que comprobaba el enrollado de un ventilador coreano. Su portal es una institución educativa.

Antes de pagar la reparación de mi ventilador, Marcos había recibido un módulo de componentes electrónicos por un valor de 1300 pesos. En el tiempo que estuve esperando la reparación de mi equipo, el taller ingresaría alrededor de 350 pesos. Eso sí es rentabilidad.

Este muchacho me impresionó. Domina su oficio, amable y educado complace a sus clientes.

Sin embargo para el Estado cubano los oficios son una modalidad moderada de trabajo forzado reformador. En las escuelas politécnicas, oficios como la mecánica y la carpintería han sido reservados para los estudiantes que se consideran conflictivos. La electrónica ha tenido mayor prestigio por considerarse que implican un trabajo intelectual más profundo.

La criminalización de los oficios ha hecho que la verdadera cultura de los oficios se encuentre fuera de las escuelas politécnicas. Aunque deteriorado, fragmentado y disperso, la gente ha mantenido un conocimiento y una cultura básica de oficios fundamentales para cualquier sociedad contemporánea.

En el portal de una casa particular, en el traspatio de un almacén, en el garaje de un edificio; germina el espíritu empresarial del trabajador cubano. Con una fuerza y un empeño que sólo puede ser neutralizada por la tenaz paranoia anticapitalista del gobierno cubano.

Por eso cuando algún muchacho me confiesan su deseo de aprender algún oficio, le aconsejo que trascienda el politécnico. Que evada el ambiente pesimista y aberrante que persiste en sus destruidas aulas.

Sale a la calle,-le advierto

-Arrímate a los que trabajan por la izquierda o por la derecha. Lo importante es que se trabaje con motivación y entusiasmo.

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