Estudios médicos en Cuba para escalar en la clase media angolana
Por Yenisel Rodríguez Pérez
HAVANA TIMES – Después de numerosos encuentros en mi barrio, con angolanos que estudian Medicina en mi barrio, he derrumbado definitivamente el estereotipo de ver detrás de cada becario extranjero, un estudiante pobre beneficiado por el Gobierno cubano.
Ya en el año 2006 corroboré en la Universidad de La Habana, que un gran porciento de los universitarios foráneos, sobre todo aquellos que estudiaban la carrera de Derecho, pertenecían a familias de clase media y estaban pagando sus estudios.
Estos, en su gran mayoría también de origen angolano, igualmente rompían con el estereotipo de pertenecer a la juventud izquierdista empática con el régimen castrista.
Trascendían por completo el itinerario del becario latinoamericano promedio que llega a las universidades cubanas. En resumen: generalmente no provienen de familias pobres ni acceden a la beca a través de pactos geopolíticos.
A la altura del 2020 he conocido de otras particularidades del estudiantado angolano en Cuba, esta vez de los que cursan la carrera de Medicina: muchos no van a ejercer como médicos en su país de origen.
Tampoco programa de solidaridad estudiantil ni desarrollo de la medicina pública angolana. ¡Pura demagogia! Ese estudiantado de clase media (o en la mayoría de los casos no pobres), aspira a trabajar como empleados públicos en uno de los países más burocratizados del mundo.
Angola, por demás, se caracteriza por ser una sociedad autoritaria y con profundas desigualdades socioeconómicas. Asimismo, derrama de manera indirecta y directa privilegios a la administración pública.
“Solidaridad del Gobierno cubano con Angola”: puro cinismo. ¿Quién la ofrece y quién la pide?: nadie.
Las becas otorgadas, que son mucho menos de las que se promocionan, no son más que un señuelo para ocultar el “viernes negro” académico que se arma cada año en Luanda (capital angolana) con las ofertas de estudios en Medicina que gestiona la embajada cubana.
¿Y por qué tanto interés de los angolanos por estudiar en Cuba? ¡Un asunto económico! Un logro del socialismo real que subemplea profesores universitarios para exportarlos a bajo precio. ¿Por qué los funcionarios cubanos priorizan la comercialización de la carrera de Medicina?
La respuesta es simple: porque es una de las pocas ramas de la educación cubana que conserva algún prestigio internacional, haciéndola competitiva curricularmente en los procesos de selección del Ministerio de Relaciones Exteriores de Angola, el fin último de muchos angolanos que estudian dicha especialidad en la Isla.
Aquí también entra el tema de la xenofobia y la discriminación que sufren dichos escolares en Cuba. Pero solo señalaremos cómo estos reciclan algunos aspectos de dicha situación para su beneficio.
Por ejemplo, cómo favorecen el proceso de invisibilización que les impone el imaginario social cubano, caracterizado por ser “sutilmente” xenófobo con los extranjeros no primermundistas y, sobre todo, con los africanos; para que su poder adquisitivo pueda deslizarse con más eficiencia a través de los conflictos cotidianos de Cuba.
Gracias a esa táctica de convivencia llegan a favorecerse tanto de la miopía simbólica de nuestra clase media, como de la débil autopercepción que caracteriza a la pobreza en Cuba (¿pobre yo?). Así ocupan muchas de las estrategias de sobrevivencia y de resistencia que permanecen obturadas en nuestra sociedad en forma de tabúes blandos.
Ni pobres, ni socorridos; los estudiantes angolanos significan superación, emprendimiento capitalista y un fuerte sentido común.
Ese fuerte sentido común les permite comer tenca con aceite de oliva (pescado detestado en la Isla aun en plena crisis) y soñar, no con una moto eléctrica (indicador de estatus aquí), sino con un Mercedes-Benz blindado en alguna misión diplomática en Europa.
Y entonces el acento es solo para resaltar el absurdo de la imagen lastimosa que se les asigna en Cuba a los estudiantes angolanos y de otros países africanos.
Nosotros los nativos cada día más colonizables, no debatimos públicamente nuestros prejuicios y discriminaciones más profundas. Pecamos de adoctrinados aun cuando nos creemos ciudadanos avispados, faltos de mucho sentido común y estancados en la cultura política de la queja visceral, la autocensura y la idílica emigración.
Le dábamos antes del covid-19 el pescado tenca a los gatos (que se la merecen y mucho) y lo identificamos ahora con la precariedad económica ante la crisis pandémica. Preferimos la llamada croqueta criolla comercializada por el Estado, que poco tiene de criolla y mucho menos proteína.
Al hervir unos minutos la tenca, las espinas son fáciles de quitar y quedará una excelente masa blanca. ¡Atención nativos, léase “CARNE”! Perdone y comprenda el veganismo este otro énfasis. Los angolanos de clase media cuando la encuentran la compran por docenas.
Colonizables así sin más.