El carnaval habanero

Yenisel Rodríguez Pérez

Carnaval en La Habana, agosto 2011.

-¡Oye, eso de bailar arrollando en los carnavales habaneros es cosa de los que vienen del oriente de Cuba, aquí en la capital eso no es tradición!

Una antigua compañera de trabajo comentaba sobre la formas de bailar en los carnavales habaneros. El comentario lo trajo a mi memoria un reportaje del noticiero “Al mediodía” de la televisión estatal cubana.

En éste se aclaraba que los carnavales habaneros son carnavales “para ver.” lo que implícitamente quiere decir que el bailar arrollando no es una característica del mismo.

En muchas partes del país donde se realizan carnavales la gente acostumbra a caminar bailando detrás de las carrozas mientras estas se desplazan por plazas y calles transportando música en vivo y hermosas bailarinas. A esta peculiar forma de “perseguir” a las carrozas se le conoce en Cuba como “arrollarse.”

Es una forma de participación directa que define la identidad del carnaval cubano. Por eso es muy difícil hablar de carnaval en Cuba sino existe la posibilidad de bailar arrollando.

No es menos cierto que en La Habana, como en otros pocos lugares del país, la costumbre de bailar arroyando no está tan arraigada a la celebración de los carnavales como sucede por ejemplo en Sancti Spíritus y en Santiago de Cuba; pero esto no quiere decir que en los carnavales habaneros no se arrolle.

Se cuenta que años atrás se veía a muchos entusiastas esperando que sus comparsas favoritas presentaran sus espectáculos ante el jurado del carnaval para luego lanzarse arrollando tras éstas malecón abajo.

Mi antigua compañera de trabajo quizás olvidó este detalle por estar bajo el influjo de ese regionalismo espontáneo que invade a la sociedad cubana hace más de cien años.

¿También sería esta la razón que motivó el comentario noticioso: “un carnaval para ver”? Ensayemos una respuesta.

En La Habana la violencia social, resultante en parte de los problemas socioeconómicos que afectan al país, alcanza niveles altos e intensos. Y como es de esperar los espacios de festividad popular captan mucha de esta violencia.

Por tanto el Estado ni lento ni perezoso ha implantado una política de eliminación o simplificación de estos espacios. Sólo se permiten espacios festivos que aseguren ambientes poco concurridos. Esto se logra creando espacios extremadamente caros a donde pocos logran acceder.

También está ese repertorio reducido de espacios culturales a precios módicos donde el cuerpo se mantiene encarcelado entre cojines y espaldares; aquí no se quedan atrás los teatros.

Disfrutar de una orquesta bailable en un teatro es como sufrir una tortura sofisticada si te entran ganas de bailar. Mantenerse sentado mientras los pies se te “desprenden” del cuerpo es todo un tormento.

Y de esta forma el gobierno busca solucionar los hechos de violencia en la capital; o sea, atacando los efectos y no las cuestiones que inciden directamente en la generación de comportamientos violentos a escala social.

Por eso en La Habana es la policía la que organiza los carnavales. Ellos son los creadores de la consigna “los carnavales en La Habana son para ver.” El reportaje noticioso fue una advertencia policial para aquellos que les gusta sudar el cuerpo en los carnavales.

Es una triste historia. Los directores artísticos tienen que entregar su diseño de espectáculo a las autoridades policiales, y son éstas precisamente las que deciden lo que se hará en definitiva. Lo que huela a auténtico espíritu carnavalesco terminará siendo censurado.

¿Cómo son entonces los carnavales en La Habana? Les explico brevemente.

El carnaval consta de dos espacios simultáneos, uno destinado básicamente al consumo de bebida y comida y el otro reservado para la presentación de las comparsas y sus carrozas.

El espacio destinado al consumo no se diferencia para nada de cualquier celebración popular que se organice en cualquier fecha del año, por eso no se puede decir que en esta área encarne el espíritu del carnaval.

En el espacio destinado a las comparsas y sus carrozas la cuestión es más bien morbosa. Aquí sí encarna dicho espíritu pero para diluirse inmediatamente.

Se instalan gradas bien aisladas de la vía por donde transitarán las comparsas para que los espectadores, que pagaron para “ver” los carnavales, no puedan interactuar directamente con los artistas. Para aquellos que no logren o no quieran ver el espectáculo desde las gradas, se instalan vallas metálicas, conocidas como talanqueras, escoltadas por policías que impiden que esta gente arrolle detrás de las carrozas.

Todo un carnavalocidio.

Yenisel Rodriguez

Yenisel Rodriguez Perez: He vivido siempre en Cuba, con la excepción de varios meses del 2013 cuando estuve con mi padre en Miami. A pesar de las noventa millas que separan a una ciudad de otra, en ambos sitios encuentro motivos profundos para asumir una militancia política y popular. Mi encuentro con la Antropología Sociocultural hace 8 años atrás, me ha alistado en el compromiso de amor a la diversidad cultural.

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3 thoughts on “El carnaval habanero

  • “arrollar” y “vallas”, ¿sí? ¡Ojo con la ortografía, editor!

  • Gracias por avisarnos.

  • Bueno si… todo un desastre los carnavales en la Habana…

Comentarios cerrados.