Lázaro Saavedra: Premio Nacional de Artes Plásticas

Yanelys Nuñez Leyva

HAVANA TIMES — De camino al trabajo un señor en el autobús leía el periódico del día y de reojo observé algo relacionado con Lázaro Saavedra y algún premio.

No pude evitar sonreír al imaginar la idea de que él recibiese el Premio Nacional de Artes Plásticas de este año.

Por lo que al bajar, me dispuse rápidamente a comprar un Juventud Rebelde, algo que nunca hago, pero debía saciar mi curiosidad.

Era un hecho. Saavedra era el vigésimo segundo artista galardonado con este reconocimiento desde que se instauró en 1994 (contando el único premio compartido otorgado en 1995 a Rita Longa y a Agustín Cárdenas).

Su trabajo llegó a mí cuando cursaba la universidad y desde ese momento quedé completamente cautivada.

Era un creador espectacular, sumamente versátil.

Incursionaba en el video, la pintura, la instalación, la fotografía, el performance, etc., y todo lo hacía desde un aliento lúdico y a la vez rigurosamente crítico.

Según dicen, el número veintidós “simboliza la manifestación del ser en su diversidad y en su historia, es decir, en el espacio y en el tiempo” y quizás la obra de Lázaro encarne felizmente esta alegoría.

Graduado del Instituto Superior de Arte (ISA) en 1988, donde le impartieron clases Consuelo Castañeda y Flavio Garciandía, su labor como artista se inicia con el Grupo Puré, donde el acercamiento al imaginario popular se hace palpable y es algo que marca el resto de su trayectoria.

Para los bambaras el veintidós representa “el término de las palabras”, pero el arte de Saavedra es todo lo contrario: es el comienzo de un diálogo continuo, satírico, desacralizador, chocante.