La conga contra la Homofobia

Yanelys Nuñez Leyva

HAVANA TIMES — No sé quién me ha incluido en una lista de promociones para teléfonos celulares, pero ya hace un tiempo recibo noticias sobre distintos eventos que se realizarán en la ciudad.

En los últimos días me llegó más de tres veces lo de una conga [desfile musical] que se efectuaría el sábado 8 desde las calles de Infanta y 23 hasta el recinto del Pabellón Cuba, pocas cuadras de distancia. Era a propósito de la VIII Jornada cubana contra la homofobia y la transfobia.

No lo pensé dos veces, me levanté temprano y fui a ver el espectáculo.

Cuando llegué a eso de las 9:45 am, había aún pocas personas y el tránsito continuaba circulando por la céntrica avenida del Vedado.

Nada de música, pero sí muchos periodistas; alguien vestido de clérigo se robaba el show.

La mayoría de las personas fotografiaban todo a su alrededor, yo también.

Tres o cuatro jóvenes con máscaras y sombreros llamaban mucho la atención, igualmente los travestis.

No había artistas involucrados en el evento, y hacía mucha falta.

Uno se queda con ganas de ver imágenes creativas relacionadas con la conga. Creo que se debe tratar de algo más que tambores, comparsas, bullangas y remeneos.

Comenzó un tanto tarde.

Una gran bandera gay, con sus franjas de distintos colores, nos hablaba de inclusión.

Pero el público asistente no era tan heterogéneo, la mayoría de las personas pertenecían al mundo LGBTI o eran activistas.

Ya dentro del Pabellón Cuba, el jolgorio se centralizó frente a una tribuna, desde donde algunas personas exponían experiencias discriminatorias acaecidas en su medio laboral, sin que muchos prestaran atención.

Luego, hubo mucha música. Tragos, comidas, souvenirs (carteles, abanicos, jabas (bolsas) de telas) vendidos al precio de siempre —caro, por supuesto— amenizaban el caluroso sábado.

La tarde, hasta donde alcancé a ver, estuvo sin muchas tensiones, y poco a poco iba llegando más gente.

No obstante, creo que a la conga le faltaron mayores pretensiones, aunque asistió un centenar de personas y la gente al parecer se divirtió, se sintió la carencia de algo, como un vacío. No solo me pasó a mí, sino a otras personas con quienes hablé.

Partiendo del hecho de que no es un evento teórico ni una tribuna abierta, desde la propia iniciativa musical se pudiera pensar algo en pro de esa lucha, más allá de banderas de colores y lugares comunes; que aglutine a más personas que no tengan relación con el universo LGBTI. La gente que, como yo, no está al tanto de las actividades que realizan el CENESEX y otros grupos alternativos, necesitamos conocer.

Todo pasa desapercibido si nos quedamos en el mero baile, en la mera aparición pública, en la pura representación. Si no se logra congregar y sensibilizar, incluso a través de la música, todo vuelve a su sitio cuando las trompetas de la conga se silencian.