En el calabozo, otra vez

Yanelys Núñez Leyva

HAVANA TIMES – Algunos pensarían que ya debemos estar acostumbrados. ¿Cuántas veces en menos de dos años se ha leído en las redes sociales o revistas digitales que Luis Manuel, Amaury, Iris, Lía, Adonis, Tania, Soandry, Michel, Yasser, entre otros artistas y productores, han sido detenidos?

Otros pensarían que es lo normal si insistimos en enfrentarnos al Gobierno. Y, por supuesto, habrá quien simplemente callaría, o fingiría que desconoce del arresto.

Sin embargo, si se mira desde mi punto de vista, el estar detenida no es ningún logro, es una experiencia sumamente molesta, traumática y desgastante.

Además, cada vez, un sentimiento de impotencia se te sigue reproduciendo, pues confirmas amargamente que la Seguridad del Estado tiene completa impunidad para realizar de forma arbitraria sus acciones. Y mientras muchísimos gobiernos se consternan por la situación de los presos políticos en Nicaragua y en Venezuela, lo que ocurre en Cuba parece ser solo algo un poco lamentable.

Esta vez, ¿por qué se debió el arresto?

Pues, por intentar realizar una meditación en el espacio público.

Puede resultar irrisorio para cualquiera. Pero para nosotros, es un eslabón más en esta cadena de represiones que ejerce el Gobierno cubano contra todo el que lo cuestiona.

Como parte de las acciones que desde el 21 de julio estamos haciendo en contra del Decreto 349, el grupo de artistas, productores y activistas, firmantes del Manifiesto de San Isidro, acordó reunirse en 23 y G, en el Vedado, para realizar una meditación por la salud del arte y la libertad de expresión.

En medio de huelgas de hambre de artistas cubanos – Maykel Obsorbo y Pupito –, de un silencio total por parte del Ministerio de Cultura con respecto a la implementación del Decreto 349 el 7 de diciembre, y la ausencia de respuesta a nuestro interés de dialogar con las autoridades culturales, llega esta iniciativa para unir energías, para comunicarnos con el cosmos, para pedir ayuda a todas las fuerzas dispersas en el universo.

Pero eso no es posible ahora mismo en Cuba.

Según me dijo la teniente coronel Kenia María, a la que conocí en persona en esta ocasión: “Toda meditación, para la casa”.

¿Qué nos queda?

Por ahora, seguir entrando a calabozos húmedos, oscuros, sucios[1] y compartir celda con locos y criminales, pues es lo único que se recibe en Cuba cuando uno trata de vivir con sentido común.

 

[1]     Algo curioso de este calabozo en el que estuve era la cantidad de textos en las paredes que pedían la caída del gobierno, de la Revolución. También numerosas reclamaciones por la libertad de Cuba.

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