El buen camino
Yanelys Núñez Leyva
HAVANA TIMES — Para algunos padres, el camino que deben tomar los hijos es el del estudio, el de formarse “para ser alguien en la vida”, el del dominio del buen oficio que les permita sentirse orgulloso de eso que ellos no pudieron alcanzar. El mismo cliché de siempre.
Pero en este tiempo, contentarlos es un poco difícil. No solo porque ahora mismo la mayoría de los jóvenes que estudian en la universidad la ven como una vía para trabajar luego fuera de la Isla ni porque a la otra parte de esa generación le parezca inútil por razones prácticas, siquiera intentarlo, sino porque el camino que ellos sueñan es un fraude, una ficción, un chiste.
No es cuestión de acusaciones, nuestros padres no hicieron lo necesario para mejorar la situación cubana. Y en los años más recientes se dedican a vivir en un limbo entre la lucha y la resignación cotidianas. Por supuesto, sin dejar de invertir en la descendencia, la cual constituirá para ellos el logro más preciado.
Entonces ¿qué deben hacer los jóvenes, algunos, ávidos de triunfos, presionados al máximo por los medios de comunicación, por la comunidad, por la familia, frente a un panorama tan turbio, en el que la incertidumbre es el mejor estado de bienestar?
– No hacer nada subversivo, piensan ciertos amigos cercanos. Obtener del sistema lo que podamos arrebatarle. No ser militante ni del Partido Comunista ni de la disidencia.
– Largarse, opinan otros. Así, en seco. Alejarse de toda la mierda que ahoga. Aterrizar en el primer planeta que se halle y plantar bandera, con el objetivo de enviar, más tarde, remesas cada fin de año.
– Corromperse, defiende una buena parte. Conseguir una institución oficial con los recursos indispensables para el hurto. Viviendo “bien”, a la espera de una orden de reclusión del Tribunal por enriquecimiento ilícito.
– Activismo, proponen los más osados. Individuos preocupados por el sino de la Isla. Un segmento de ellos, blogueros salidos de la escuela de la calle G, acusados de mercenarios con cada nuevo post, por los propios compañeros de clase, disfrazados de comentaristas.
– Vivir en la farándula cultural. Mantenido por los padres, reclaman algunos otros. De fiesta en fiesta. Sin otra preocupación que participar del evento más chic.
Sin embargo, cuando se escoge uno de esos caminos, cualquiera que sea, se elige, además, la vergüenza de un posible descrédito público o el temor a la pérdida o el vacío total.
Hacer feliz a nuestros padres sin tener que murmurar en los lugares donde vivimos, por temor a su desaprobación, ingenuos “debates políticos” generados entre amigos; sin tener que aguantar maltratos o abusos de poder por miedo a la marginación social; sin tener la necesidad de emigrar para exponer una imagen de éxito o simplemente para poder ayudarlos económicamente, sin que el acceso a la información sea un desvelo, sino un placer recurrente, cotidiano, sencillo… ese es el camino que a mí me resulta atractivo.
Pero labrarlo es algo muy personal. Y construirlo quizás se vuelva otra utopía. No obstante, a lo mejor es esa la utopía que le toca a nuestra generación.
Excelente post, Yanelis. Ese camino que tiene como base la sinceridad y cada cual puede ir descubriendo y transformando en la medida en que se transforme también su percepción de esta compleja realidad que es Cuba, cambiaría muchísimo el panorama de la isla. Sin odios, sin envenenamientos, incluso, para quien lo prefiera, sin posicionamientos políticos. La verdad no tiene por qué optar siempre por la polarización y la confrontación.
Solo difiero contigo en que no es lo que le toca a tu generación, sino a todos aquellos que nos importa Cuba, estemos adentro o afuera.
Conozco jóvenes que han afirmado ser de la “generación de la apatía”, que dicho sea de paso, tampoco es un fenómeno generacional. La desidia se ha instalado en los cubanos de todas las edades.