Por qué conformarse

Veronica Vega

Ilustración por Yasser Castellanos
Ilustración por Yasser Castellanos

HAVANA TIMES — Se sabe que la muerte se alimenta de la vida y la vida de la muerte. Tal vez, por este principio innegable, los amigos que nos reunimos para recordar a Juan Carlos Flores en el día en que debía cumplir 54 años, vivimos una experiencia extraordinaria.

No solo porque se escuchó la voz de Juanka en el disco Vegas Town y hasta sonó la alarma de su reloj, como un acto de presencia. O porque se leyó poesía, se cantó, se hizo spoken word, generando el ambiente de fervor creativo que recordábamos de los tiempos de la peña La Bicicleta, el proyecto Arte Nativa, el Festival de Rap, elF Poesía sin Fin, sino por el estado que suscitaron las palabras leídas de un post de la colega Irina Echarry, quien no pudo estar presente en la cita:

“Alamar, en algún momento, fue un reparto pródigo en poetas, pintores, gente de la cultura alternativa. Un sitio donde la esperanza se mezclaba con el salitre del mar y la energía que emanaba de las personas era contagiosa. De pronto, como por arte de magia, se convirtió en un gran vertedero.”

Hablamos de cómo se disuelven los proyectos alternativos por una solapada política de desgaste. El discurso es variopinto, las estrategias mutan, pero el resultado es el mismo: silencio, desidia, muerte.

Alamar no tiene ahora mismo un evento ni oficial ni underground, con el voltaje que lograron los que han surgido y crecido por la fuerza enigmática de esta ciudad concebida para los obreros y autentificada por el arte. Un fenómeno curioso que no se observa en repartos colindantes.

Amaury Pacheco habló de los amigos que tratan de crear en Miami un festival de Poesía y descubren que no tienen el mismo empuje y no es el mismo escenario. Todo lo que ha surgido en Alamar fue a golpe de ese idealismo que buscan en sus paseos por la Isla muchos primermundistas, encandilados por el candor de los cubanos que crean y resisten sin recursos y con una imaginación desbordante.

El taller literario que asesoraban Nancy Maestique y Pablo Rigal, de donde salieron escritores hoy día reconocidos y premiados; la galería Fayad Jamís, que como el poeta-pintor que le da su nombre, buscaba la conjunción de la plástica y la literatura; el proyecto OMNI-ZONFRANCA, que provocaba debates apasionados, performaces que estremecían las calles, que convertía la poesía en un acontecimiento vivo, trascendiendo la apatía que suelen provocar los libros en las vidrieras de las librerías, o la voracidad consumista que suscitan las multitudinarias Ferias del Libro.

En la confrontación con el hecho innegable de que Alamar ya no es eso, la ciudad nueva, sin valor arquitectónico ni historia, que reclama a voces una identidad cultural, sino “el gran vertedero”, nos preguntamos si debíamos conformarnos con eso.

Y decidimos que no, porque el suicidio de Juan Carlos Flores pudo romper el hipnotismo de la separación y la falsa indiferencia, de la eterna trampa de la supervivencia, y reunirnos para su funeral y su cumpleaños.

Decidimos crear un nuevo evento con el nombre de uno de sus libros: El contragolpe. Una reacción contra la abulia, la desesperanza, el sentirnos como basura misma: omitidos, olvidados, abandonados.
Nos reuniremos cada 29 de octubre para celebrar con Arte, no la muerte elegida del poeta, sino su nacimiento. La suprema función de una muerte es transformarse en vida.

Veronica Vega

Verónica Vega: Creo que la verdad tiene poder y la palabra puede y debe ser extensión de la verdad. Creo que ese es también el papel del Arte, y de los medios de comunicación. Me considero una artista, pero ante nada, una buscadora y defensora de la Verdad como esencia, como lo que sustenta la existencia y la conciencia humana. Creo que Cuba puede y debe cambiar y que sitios como Havana Times contribuyen a ese necesario cambio.

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