Cubanos humildes contra cubanos humildes
Verónica Vega
HAVANA TIMES – Una respuesta que di a Hypermedia Magazine me motivó una refllexión tardía, que no pude incluir en la entrevista.
En un momento dije que los artistas independientes que protestamos contra el Decreto 349 hemos sido reprimidos y tratados como opositores políticos.
Hubiera querido añadir que ningún opositor político pacífico merece recibir el trato que se le da a un delincuente: ser detenido por la policía, esposado, confinado en celdas sin cargos delictivos reales, o sufrir hostigamiento y amenazas que incluyen a sus familiares.
Incluso un opositor violento o un delincuente merecen un trato digno, y que no se añada a su penalidad la difamación a la que tanto se recurre en Cuba, para justificar todo tipo de violaciones a los pactos de Derechos Humanos y a la Constitución vigente.
Ser disidente, u opositor político activo es un derecho y una elección que aquí no se permite. Quienes lo hacen, pasan a ser parias sociales, desprestigiados por mitos que genera la Seguridad del Estado, sufren acosos y divisiones en los grupos a consecuencia de agentes infiltrados, quienes además de traficar información, sostienen y propician las conductas más viles.
Desde que tuve contacto directo con un agente de la Seguridad, pienso en un dibujo animado japonés titulado Jin Roh (Brigada de Lobos).
Es un filme animado para adultos que refleja el sórdido juego del poder, en el que toda nobleza se pierde. Un mundo de vigilancia mutua, de competencia, que se alimenta de los diferentes grados de egoísmo y solo produce deshumanización.
Un mundo donde la verdad no existe, solo la ambición y el espejismo de omnipotencia que produce el ejercicio del control.
Hay una escena terrible en la película, un sueño recurrente de la coprotagonista, en la cual se ve perseguida por una manada de lobos que terminan alcanzándola y despedazándola. Y aunque puede interpretarse de varias formas, pienso que, en el contexto del filme, la muchacha representa la inconsciencia. Pero puede simbolizar el idealismo y el altruismo, que en las revoluciones sociales suelen ser pisoteados por los simuladores de ideales, quienes se imponen mediante la astucia y la complicidad (inconsciente) de las masas.
Los días que siguieron a la convocatoria de la sentada pacífica frente al Ministerio de Cultura, sentí las pisadas de esos lobos ante mi puerta.
Dos agentes de la Seguridad vinieron a advertirme que no participara en la protesta. Uno de ellos, que se hace llamar Santos, me recordó el estado en que salí de la unidad de Guanabacoa, donde sufrí un ataque de claustrofobia y una crisis de asma.
Me dijo que podían volver a «conducirme» y que no sería responsabilidad de ellos lo que me pasase, pues no estarían violando la ley. También expresó literalmente: «Ustedes son personas instruidas, usted sabe que si estuviéramos en otro país, yo la tiraría por ahí pa’abajo» – y señaló el espacio exterior junto a la escalera, es decir: el vacío.
Precisamente por ser personas instruidas sabemos la importancia que tiene para el Gobierno cubano la opinión internacional. Y lo escabroso que resulta justificar el uso de la violencia contra artistas que hemos reclamado la derogación de un decreto degradante, siguiendo los parámetros legales. Y también sé que sí son responsables de cualquier atentado a mi salud.
Lo más triste no es la amenaza en sí, sino cómo hay cubanos humildes dispuestos a causar daño moral y físico a cubanos humildes que solo reclamamos el derecho a crear, a prosperar, a vivir con dignidad y libertad sin tener que emigrar, y todo eso sin haber gritado una consigna política.
Han tratado de dividirnos difamando de otros miembros del grupo, siempre en su ausencia. Han intentado convencernos de que no hay nada que cambiar en esta sociedad cuya disfuncionalidad padecemos prácticamente todos.
Tratan de contener un descontento que tiene décadas de experiencia y una amargura de millas de profundidad, y de distancia.
Aferrados a la inercia, a la repetición, a la sugestión de la apariencia, no creen que puede ocurrir un giro en la historia. Rehúsan darse cuenta de que la Cuba que proponemos, con derechos para todos, ese país posible aquí y no solo en el exilio, también los beneficiará a ellos.