Vamos a ver si puedo salvar al mundo

María Matienzo Puerto

Cuando yo era casi una niña me imaginaba la salvadora del mundo.  Foto: Caridad
"Cuando yo era casi una niña me imaginaba la salvadora del mundo." Foto: Caridad

Cuando yo era casi una niña me imaginaba la salvadora del mundo. Una especie de Capitana Planeta que acababa con la maldad.  En mis fantasías podía salvar lo mismo a una princesa, a un príncipe o quizás, a mí misma, si estuviera en peligro.

A veces, cuando iba a cruzar una calle, veía en mi ensoñación, cómo un carro salía de la nada justo cuando un niño cruzaba la calle, entonces yo, a una velocidad supersónica lo quitaba de en medio y lo salvaba de la catástrofe; en otras, me imaginaba ya el accidente y yo en medio socorriendo a heridos, los que más tarde, me agradecían con una sonrisa.

Así pasé a ser salvavidas en una playa donde salvaba a los bañistas de tiburones sanguinarios; policía de carretera que interceptaba el robo a mano armada de un camión de leche; campista que extinguía un incendio de tales dimensiones que podría acabar con la flora y la fauna entera; samaritana que repartía comida y ropas en los barrios marginales; o filántropo, después de haber recibido una herencia millonaria, que me permitía resolverle la vida, al menos, a una docena de personas.

Por mi cabeza desfilaban todo tipo de formas y maneras de salvar a la gente, quizás estaba demasiado ligada a la idea que nos crean de quedar siempre bien con el resto de la humanidad más que con uno mismo. Mi romanticismo era tal que podía pasar horas, así, sentada sin pensar en nada más.

Para esa época hubiese querido ser médico o bombera, porque no sabía que existieran organizaciones no gubernamentales que se dedicaran a lo que yo tanto deseaba.  Cuando crecí me di cuenta que tampoco podría unirme a un grupo de voluntarios e ir por las Américas repartiendo ayuda y es que, a pesar de que las cosas no siempre son como se sueñan, la solidaridad nuestra está conducida por la oficialidad.

Si quisiera unirme a Green Peace o cualquier otra ONG (confieso que no conozco muchas más), no sabría cómo hacerlo ni qué procedimiento seguir, si es que existiera alguno, para desde esta isla, hacer por los demás.

Aunque ha pasado el tiempo y ya no sueño con ese tipo de salvaciones, aún guardo mi poquito de esperanza, y digamos que la locura me ha dado por soñar, aún con los ojos abiertos, con que soy un policía que da las buenas tardes y trata con respeto antes de pedir la documentación; que soy la celadora de un museo o de una galería que puede mostrarle a los visitantes la valía del arte cubano; una bibliotecaria que sabe dónde hallar un buen libro, o una portera que tiene, por respuestas la amabilidad y algunos sí.

Pero no soy nada de esto y el trauma que implica quedar bien con todos, lo he superado con creces.  Por otro lado, mi imaginación solo me llevado a escribir, para ver si así puedo salvarle la vida a una princesa cautiva, un príncipe cobarde o de mí misma si estuviera en peligro.