Fahrenheit 451: Quemando libros / ignorando la lectura

Por Safie M. González

HAVANA TIMES – Mi abuelo, quien es un lector nato, dedica sus mejores horas del día a la lectura. En las mañanas lee cuanto periódico llega a la casa, para luego, en la tarde, disfrutar de un buen libro.

Me contaba, que en los últimos diez años ha leído más de cuatrocientos títulos, casi todos de nacionalidad europea, y otros de procedencia latina y cubana, encontrándose, entre sus preferidos Leonardo Padura, un gusto que ambos compartimos.

Justo ayer, se me acerca con un periódico en la mano para mostrarme un artículo en especial, Fahrenheit 451. Lo leí; realmente interesante. Es probable que muchos reconozcan el título, pues se trata de una obra del escritor estadounidense Ray Bradbury.

Dicho texto fue publicado por primera vez en el año 1953; narra la historia de un bombero encargado de quemar libros por orden del Gobierno. Pero, finalmente, Montag, el protagonista, comienza a reflexionar acerca de su profesión. Lo motivó el hecho de que una anciana decide prenderse fuego y convertirse en cenizas junto a sus libros.

Fahrenheit 451 es una novela distópica que hace referencia a un suceso ocurrido veinte años antes de su publicación, en el que fueron quemados más de veinte mil obras literarias. Y, veinte años después de su salida al público, en el año 1973, ocurrió otra gran quema de libros en el Chile de Pinochet.

Para algunos, quizás las páginas de un libro no guardan más que líneas escritas sin mucho sentido, para otros, es fuente de conocimiento y aprendizaje. 

Hoy en día no se queman los textos, y para Bradbury fue, posiblemente, una visión ficcionada de algo que podía suceder en el futuro. Pero lo que sí es cierto es que la lectura ha dejado de interesarle a muchos. Para la mayoría de los jóvenes leer no forma parte de sus tareas habituales, ni siquiera es un hobby.

Mi abuelo, que sabe cuan amante soy de la lectura, me propone enseñarle el artículo a mi primo, que tiene 24 años. Él es recién graduado de la Universidad, pero no lee, y su ortografía es algo de lo cual no debe sentirse orgulloso.

El autor de Fahrenheit 451 quiso alertarnos sobre la importancia de poseer el conocimiento que albergan los libros. Ignorar su contenido es algo que viene arrasando desde hace mucho tiempo como braza de candela.

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Safie M. Gonzalez

Nací en la década del 80. Amo la naturaleza y a los animales, así como a mi país. Admiro el sacrificio de un pueblo. Me considero una persona sencilla y honesta, por lo mismo detesto las injusticias. Gusto de las artes en general, pero en especial de la literatura, la fotografía y el cine. Creo en el poder de la palabra y en la capacidad del ser humano para cambiar el mundo.

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6 thoughts on “Fahrenheit 451: Quemando libros / ignorando la lectura

  • La realidad es que los libros te pueden salvar pero igual te pueden hundir . Son como los alimentos, los hay buenos y malos. Y poca gente tiene el discernimiento para saber cuales son realmente buenos.

  • Bradbury es uno de los escritores imprescindibles de todos los tiempos. Un enorme poeta además. Me fascinan sus libros y trato de repasarlos de vez en cuando. Supo entender el peligro de internet, lo planteó en algunas de sus entrevistas. En sus Crónicas Marcianas recrea los problemas humanos.

  • Hasta donde se , en Cuba no se quemaron libros, pero en las bibliotecas públicas se retiraron de la circulación una variedad de publicaciones de todo tipo, por ejemplo, biografías de políticos trascendentes como Charles de Gaulle, Winston Churchill y hasta Abraham Lincoln, pasando por las colecciones de las Revistas Bohemia o Carteles de antes de 1959, pasando por todos los periódicos de esa época.
    El libro más leído del mundo, La Biblia, fue una de las primeras víctima de los censores castristas.
    Busque por simple curiosidad alguna obra del gran escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, de Reinaldo Arenas o Zoe Valdés y verá que para los censores éstos no exiten, eso en plano de la literatura, pero , en las ciencias sociales obras como la obra monumental del Maestro Levi Marrero, se ignora olimpicamente, o la no menos grandiosa de Manuel Moreno Fraginals Cuba/España, España/Cuba.

  • En el comentario anterior manifesté que aunque en Cuba no se quemaron libros, al menos que yo conociera, si puedo asegurar que libros considerados prohíbidos fueron sacados sin más de la circulación y entregados a la Empresa de Recuperación de Materias Primas para su destrucción, incluso libros que después de impresos, fueron convertidos en pulpa, de la que sólo se salvaron algún que otro ejemplar sustraidos por curiosos. En fin, que aunque no quemaran libros públicamente, su ataque a la libertad de pensamiento fue igualmente dañino, por ello a nadie debe extrañar que una parte considerable de los cubanos no le interese la lectura, por lo general, el libro provocador es el que incita leerlo. Libros que repiten lo que dicen los discursos oficiales o la prensa del régimen o sobre temas intrascendentes que al único que le interesa es al autor y algunos amigos, no consiguen lectores, así de simple.

  • Hace algunos años estuve en un curso de edición literaria, supe por la profesora y editora que me daba las clases que muchos libros que permanecen durante años en las librerías los convierten en pulpa si nadie los compra. Proceso que se hace cada cierto tiempo.

  • Es una triste pero cruda realidad. El amor por la lectura se ha vuelto un raro hábito que pocos aprecian y cada vez es menos frecuente en las generaciones más jóvenes. Aunque presumimos de ser un pueblo culto y versado, la realidad demuestra que estar alfabetizado no tiene nada que ver con lo anterior.
    Ese desapego por la lectura y su consecuente acompañamiento de errores ortográficos, profesionales titulados alérgicos a los libros, y toda una generación incapaz siquiera de leer los subtitulos de una película, auguran un futuro bastante desalentador.
    Por supuesto siempre habrá, aunque sea en minorías, quienes preservemos el ancenstral y valioso hábito de agarrar un buen libro y disfrutar del mar de conocimientos que sus páginas ofrecen, algo que tanto acierto defiende Safie M.

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