Verano sin sabor amargo
Rosa Martínez
HAVANA TIMES — Me cuenta un vecino que un hombre falleció durante la inauguración del verano, tras sufrir un ahogamiento en una playa de Guantánamo.
El hecho ocurrió en la zona costera sur de la provincia, apenas comenzada la etapa estival; varios bañistas alertaron de que habían rescatado del agua a una persona en estado inconsciente y rápidamente se trasladó al lugar personal del Servicio de Urgencias que comprobaron que el afectado estaba en parada cardiorrespiratoria. Le practicaron maniobras de reanimación sin éxito.
Noticias como esta se repiten año tras año en esta temporada, especialmente en esta provincia que tiene más de 500 ríos y riachuelos. Es deber de cada familia cubana hacer todo lo posible por evitarlas.
Dicen que ningún accidente es tan accidental ni tan inevitable, especialmente cuando de niños se trata; por eso es tan necesario que los adultos mantengan una estricta vigilancia sobre los hijos y otros familiares, pues solo se necesitan unos pocos segundos para que alguien se ahogue.
Ser un nadador no implica no estar atentos, pues el niño o el adulto pueden cansarse fácilmente o confiarse en exceso y llegar a sitios donde no dan pie, asustarse…
Aunque el salvavidas es el mejor amigo en estas situaciones, no es tarea de él controlar el comportamiento de nadie. Debemos recordar que su misión es el rescate y salvamento en casos de emergencia, que no deberíamos necesitar.
No podemos permitir que el cuidado de los pequeños recaiga en otros niños, aunque sean mayores. Depende de nosotros acabar la jornada contentos, en compañía de ellos y no vigilándolos desde la distancia.
Mucho cuidado si se consume alcohol, porque las personas se vuelven atrevidas. Y ni imaginar que por esa causa alguien deje solo en una balsa o a la orilla a un menor de edad.
Quizás estas no son precauciones exclusivas, pero sí constituyen comportamientos a seguir, para que la combinación de verano, vacaciones, ríos, playas y piscinas, no dejen un sabor amargo en nuestras vidas.
Muy buena y necesaria llamada de atención. Muchas veces los adultos que -se supone- van al cuidado de menores son más irresponsables e imaduros que los pobres infantes. Cuando se sale con niños, especialmente a lugares que entrañen -de una forma u otra- peligro para la vida o la salud, no se deben ni oler las bebidas alcohólicas. Así de simple.