Varias razones para reír, una sola para llorar

By Rosa Martínez

Foto: Diego Santana

HAVANA TIMES – Una amiga que vive fuera de Cuba, con quien tengo comunicación diariamente, cree que cada vez soy más pesimista, que son los primeros días del 2020 y en lugar de estar agradecida por todo lo que logré el año anterior, en lugar de estar feliz por tener toda la familia con salud, juntos, estoy pensando en lo que no tengo, amargada por todos los planes truncados y los sueños por alcanzar.

Creo que Mari tiene toda la razón, y se lo digo. Además, le agradezco por estar siempre cerca, por su apoyo diario, por escuchar mis lamentos, por su ayuda tan valiosa.

Acabamos nuestra conversación mañanera (mediodía para ella) y ya me siento más animada. Miro por la ventana y un sol luminoso se asoma y da calor a mi cara. Debe ser una bendición tener un sol así tan bello en esta época del año.  

Ahora mismo mi amiga está muerta de frío, pasarán muchos días, quizás uno o dos meses sin que vea un rayo de sol. Los caribeños debemos sentirnos bendecidos por no tener que sobrevivir sin él más que en los días lluviosos. Los rayos ultravioletas estimulan la producción de serotonina y endorfinas, sustancias consideradas como antidepresivas y relajantes, que son fundamentales para activar nuestros organismos. Debe ser por eso que Mari muchas veces está triste, desanimada.

Salgo de la ventana y voy a la cocina, tomo otro traguito de café. Este vicio me va a matar, pienso, pero será la muerte más placentera del mundo.

La mañana apenas inicia. La mayoría de la gente del vecindario descansa. Todavía se recuperan de los atareados días de fin de año. Solo se escucha el canto de un gallo aquí, el ladrido de un perro allá…  Se siente una tranquilidad inhabitual que me deja respirar serenamente y degustar mi cafecito con toda calma.

Abro la puerta del cuarto de mis niñas. En medio de la poca luz que penetra, las veo acurrucadas, una tratando de atrapar el calor de la otra. Apenas despierten, comienzan a pelear por una razón u otra. Pero se aman y eso se percibe en sus miradas, en sus acciones; las discusiones son parte de esa vivencia de hermanos. Hasta eso deben disfrutar, pues muy pronto cada cual tomará su rumbo, solo Dios sabe dónde.

Cómo no estar feliz si las la tengo a ellas. Cómo no alegrarme con cada abrazo mañanero o cada grito de socorro, o cada tarea escolar compartida…

Ahora pienso en mis hermanos, en mis padres… debo sentirme afortunada de que todos estamos aquí en el mismo lugar. Es muy fácil correr hasta ellos y ellos hasta a mí. ¿Será buena o mala suerte que todos estemos aquí? Mi corazón dice: pues, claro que es bueno. Qué puede ser mejor que el abrazo de tus hermanos adorados. Pero mi mente responde: todos en el mismo barco, nadie logró llegar a otro puerto.

Sigo mi lento recorrido por la casa que he construido con tanto sacrificio.  Solo quien ha pasado por la misma experiencia puede imaginar cuantas lágrimas y sudor ha costado tener estas paredes. Hay mucho dolor y agonía en cada ladrillo, en cada biga, en cada espacio ahora pintado. También hay mucha alegría.

Poco a poco me topo con los pocos arreglos que pudimos hacer esta vez. Este año seguiremos, estoy segura. Estoy segura, porque no tenemos más opción: o arreglamos o se cae. Jajajaja, logro reírme conmigo misma. Creo que es un buen indicio mi risa…

En medio de mi sala miro las flores artificiales que me regalaron mis hermanos el pasado Día de las Madres. Esos locos olvidaron que de las flores no naturales solo me gustan los girasoles; pero no importa, son variadas y dan un poco de color a mi pequeña salita que no tiene ningún adorno, ni siquiera una foto de mis hijas.

No, no debería quejarme, pienso. El 2019 no fue tan malo. Pude lograr unos pocos proyectos que mejoraron nuestras vidas, la hicieron más confortable. Un detalle aquí, otro allá.

Sí, parece que fueron varias cosas, reflexiono para darme ánimo, mas mi mente me traiciona, ella reacciona como diciendo, para lo duro que trabajaste no es mucho, aunque para el país quizás sí lo es.

El país en que vivo. El país en que vivo. Esa oración se repite en mi cabeza como el estribillo de una canción horrible, que queremos olvidar, pero que desgraciadamente no podemos soltar. Siento que mi cuerpo comienza a experimentar las mismas sensaciones extrañas de los últimos días. Una ansiedad me embarga, un dolor me aprieta el pecho. Otra vez tengo deseos de gritar, correr, desaparecer. Pero no importa, al menos ahora ya sé qué me entristece….

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