Un día se irán de casa

Rosa Martínez

Estudiantes de Secundaria

HAVANA TIMES – Hace unos días, mi hija menor -mi fiel escudera- y yo quisimos visitar unos amigos muy queridos. Ella, coqueta como es, decidió buscar uno de sus mejores atuendos; pero vaya sorpresa se llevó cuando fue sacando pieza por pieza y descubriendo que casi nada le servía: lo que no le quedaba corto, le estaba apretado; simplemente no entraba en casi ninguna de su ropa, incluido un par de sandalias.

Te lo dije hace días, me dijo incómoda, pero creíste que era exageración mía.

Cualquiera podría pensar que Tania creció de la noche a la mañana, pero bien sabemos que ocurre lo mismo con todos nuestros hijos, hoy usan pañales que hay que cambiar cada tres segundos y al otro día están buscando la última moda de jeans para ir a una fiestecita.

Mientras mi hija lloraba porque no sabía qué usar para la visita que habíamos planificado con tanto cariño -sabe muy bien lo difícil que resulta comprar ropa en Cuba-, yo pensaba en las tantas veces que la acurruqué en mi pecho, cuando pesaba unas pocas onzas.

Mientras ella no dejaba de abrir la boca, tanto por asombro como por molestia, porque no entraba en un pantalón ripiao que le trajo una amiga de la familia de no sé qué país, o en el pulóver marca Supreme que le compró su papá hace unos pocos meses, yo contemplaba su cuerpo largo, en el cual comienzan a divisarse algunas curvas, a parecer cada vez más mujer.

Entre su disgusto por que creía que se acababa el mundo -todavía no entiende que la cáscara no es tan importante- y mis memorias de cuando era muy pequeñita, recordé Mágicas Princesas, una de las canciones más hermosas que jamás he escuchado, y que aunque la he disfrutado cientos de veces no deja de emocionarme. Y es que, como Jesús Adrián, autor de dicho tema, yo también tengo dos hijas maravillosas, que algún día saldrán volando de casa…

Es increíble los sentimientos y pasiones que emanan el ver crecer a nuestros hijos.

Cuando son unas figuras diminutas que caben en una cajita de cartón deseamos que se desarrollen rápido para que sean cada vez más independientes, y podamos tener un poco más de tiempo para nosotros mismos. Creemos que pasarán siglos antes de que lleguen a ser jóvenes o adultos…

Y entonces, cuando tu hija se enamora, comienza a trabajar, a ser independiente de todas las maneras posibles, deseas echar el tiempo atrás para mantenerla bajo tu protección, sin el peligro acechador de un novio entrometido, un jefe quisquilloso, un trabajo abarcador y después unos hijos que harán con ella lo mismo que ella contigo, usar hasta el último segundo de su tiempo.

Todos los padres pasamos años, la mitad de una vida, preparándonos para ese momento en que los hijos saldrán del hogar para comenzar sus propios proyectos…

Aunque en mi caso faltan algunos años todavía para que eso ocurra, pues la mayor solo tiene 15 años, no deja de agobiarme la idea de separarme de ellas.

No paro de preguntarme si lo he hecho bien, si he sido un buen ejemplo, si he sido bondadosa, si les he enseñado lo suficiente, si les he inculcado valores morales, si las he disciplinado demasiado, si podré hacer algo para retenerlas.

La menor, la que todavía depende en gran medida de mí, que todavía quiere pasear conmigo, ver televisión conmigo…  está tan alta, tan independiente, y se me ocurre pedir que se detengan las manecillas del reloj, que se retrase la salida de sus alas, porque no estoy lista para verla partir.

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